Accidentado

1832 Palabras
POV Knox — ¿Entonces te ignoró? —me dice Luis entre risas cuando claramente yo no le encontraba el chiste a lo que le estaba contando. —Si vas a estar riéndote, mejor me largo y te dejo solo. —Vamos hombre, no te enojes. Debes admitir que sí estuvo gracioso, aunque sea un poco. —¿Dónde está lo gracioso en que me haya dejado hablando solo? —Cómo me lo pude perder. Me hubiera encantado estar ahí y ver tu cara de enfado. —Bueno, eso es todo. Ya me largo. No voy a seguir aguantando una burla más. Suficiente con lo que ella ha hecho —me puse de pie con toda la intención de irme, pero Luis interceptó mi camino y, conteniendo la risa, me pidió que volviera a sentarme. —Está bien. Admito que ha sido mi error. No debo reírme de la vergüenza de mi amigo y, para compensar, pide lo que quieras, yo pagaré —me dijo con la intención de que me quedara, luego de tener que aguantar las burlas. Me volví a acomodar en el asiento del restaurante, pues honestamente no tolero que alguien me mire durante mucho tiempo. —A ver, empecemos desde el inicio. En primer lugar, ¿por qué fuiste a verla? ¿De qué querías conversar? —Yo necesito sacarme esta duda. Cuando la vi en el hospital, tuve muy poco tiempo para reaccionar. Cuando nos divorciamos ella no me pidió absolutamente nada, ni un solo centavo. Literalmente se fue con lo que traía puesto. No me pidió explicaciones ni siquiera hizo un escándalo. En otras palabras, ya esperaba el divorcio de mi parte, o incluso te aseguro que ella ya lo estaba planeando. —De acuerdo, ¿y cuál es el problema? De todos modos, tú también planeabas divorciarte de ella. —Ese no es el punto, Luis. El caso es que ella me estaba siendo infiel con ese sujeto que apareció en nuestro aniversario de bodas. Eso explica que ella ahora esté trabajando en ese laboratorio. Por supuesto, él le dio el dinero. De eso no me cabe dudas. —Oh, ya comprendo. De modo que ibas a visitarla con el fin de seguir humillándola más. —Perdón, ¿a qué te refieres con humillar? —Escucha, Knox, ¿por qué simplemente no lo dejas ahí? Ya han pasado 6 años. Ella ha hecho su vida y tú la tuya. —No se trata simplemente de eso, Luis. Ella me tiene que dar explicaciones. En ese tiempo estábamos casados, y tú sabes lo que yo planeaba hacer luego, pero... —Knox, hazme caso. Deja las cosas tal y como están. Dédicate a hacer tu vida. Lo que pensaste en hacer no pudo realizarse, y ella ha logrado sobresalir después de la humillación que le hiciste pasar en público. Además, está claro que ella es totalmente indiferente a ti. Por la forma en cómo te habla y te mira, se nota que ella ya ha pasado la página, mientras que tú sigues estancado en ella. —¿Dedicarme a hacer mi vida? Por supuesto que lo estoy haciendo. ¿Qué crees que iba a estar todo el tiempo pensando en ella? —Pues es lo que estás haciendo, Knox. Tienes un hijo al que ni siquiera has visto desde que nació. Fue por esa razón que te divorciaste de Lucía, ¿no es así? —No sé qué estés pensando, pero lo único que intento saber es la verdad, por lo menos tener una explicación. Solo eso. —¿Estás seguro? Porque tu comportamiento y expresión no dicen lo mismo. Es como si estuvieras celoso de pensar que aquel sujeto que se fue con Lucía es ahora su esposo y que ella vive feliz junto a él. —¿Celoso?, por favor. Ese sujeto no me llega ni a los talones. Desde la primera vez que lo vi, pude notar que era un tipo corriente. Además, ¿por qué debería estar celoso? Ya pasaron 6 años. —Tú mismo lo has dicho, querido amigo. Bueno, tú quieres hablar con ella. Entonces haz lo que te dijo: saca una cita en su empresa y listo. —¿Estás diciendo que yo saqué una cita para hablar con ella? Jamás he sacado una cita para hablar con alguien. En todo caso, las personas buscan hablar conmigo. —Bueno, entonces no lo hagas. Nadie te está obligando. Eres tú quien está buscando a ella, no al revés. Odiaba admitirlo, pero era verdad. Saqué mi celular e hice una llamada rápida a recursos para que me dieran el número de Lucía. Luego de tenerlo, la llamé de inmediato con la finalidad de tener la dichosa cita. Esperé unos segundos para que me contestara, hasta que una voz bastante peculiar me respondió. —¿Quién eres? —me contestó una voz infantil, lo que me dejó confundido. —¿Lucía? —No, yo soy Diana. Esto era muy extraño. ¿Acaso me habían dado un número equivocado? —Perdón —dije, para luego colgar. —¿Todo bien? —me preguntó Luis al verme en abrupto silencio y confusión. —Llamé al número de Lucía, pero creo que me dieron el equivocado. —¿Por qué lo dices? —Me contestó una niña. O bueno, eso aparentaba. —¿Dices una niña? —él se llevó la comisura de sus labios como si estuviera recordando algo. —¿Qué pasa? —No, no es nada. Estoy un poco mareado. Quizás sea el cansancio de todo el trabajo. —Como sea. Solo me queda una cosa por hacer. —¿De qué se trata? —Voy a ir a su casa. Estoy seguro de que en los documentos debe estar su dirección o alguna referencia que me ayude a contactarla. Ir al laboratorio será inútil. ————— POV Lucia —¿Dianita? —me acerco curiosamente al encontrar a mi hija frente al teléfono, y al verme, lo colocó en su lugar. —¿Qué hacías, cariño? —El teléfono no dejaba de sonar, mami —contestó—, y un señor te buscaba. —¿Un señor? —Sí. Primero me dijo Lucía, y yo le dije que no, que yo me llamo Diana, y entonces colgó. —Extraño. Bueno, supongo que volverá a llamar. Ahora, ¿estás lista para que vayamos al centro de adopción? —Sí, mami. Diana estaba más que emocionada por este día. Durante meses me había pedido que adoptáramos un cachorro, y bueno, la casa era algo amplia para solo tres personas. Así que, después de pensarlo cuidadosamente, accedí a su pedido, y hoy iríamos a buscar al nuevo integrante de la familia. Al llegar, había varios animalitos para adoptar, pero mi hija específicamente quería un cachorro de perro. Había muchas variedades para elegir, desde unos tan pequeñitos que podían caber en mis brazos hasta otros que seguramente ya corrían por toda la casa. Mi niña estaba maravillada. Ella se llevaría a todos los cachorros, pero un ladrido en particular hizo que apartara la vista de ellos por un instante y luego mirara hacia la puerta que llevaba a los demás animales. —Espera, Dianita. ¿A dónde vas? —¡Wow! Apenas vi al animal, mis ojos se agrandaron de impresión. —Mami, quiero llevarme a ese. —¿Dianita, estás segura? —Su hija sí que tiene buen ojo para los animales, señora. Es una hembra doberman adulto. Muy pocas familias piensan en llevárselo debido a que le temen. Piensan que es peligroso para sus hijos. —Mami, es linda. Era un perro precioso, pero a la vez causaba impotencia. Me acerqué cuidadosamente para observar de cerca. Sus ojos hicieron contacto con los míos, y fui acercando mi mano para colocarla sobre su cabeza, y ella tranquilamente dejó que lo hiciera. —¿Quieres ser parte de nuestra familia? —dije, y mi hija saltó de alegría. … De regreso a casa, Ruth nos esperaría con un delicioso almuerzo Oh señora me alegra tanto que ya esté de vuelta preparé un… ¡Ahhh! ¡Santo Cristo del cielo! ¿¡Qué es eso!? —gritó aterrada. Tranquilízate Ruth no te hará daño —sonreí—. Es la nueva integrante de la familia. —Se llama Quimera —Mi hija rápidamente la nombró, abrazando el lomo del amigable animal. —¿Nueva integrante? ¿No será peligrosa, señora? —me dice Ruth con preocupación. —Quimera es tranquila, y mirala… Mi hija la adora. —Bueno… —ella observó y tampoco pudo evitar sonreír—. Me recuerda a usted señora, cuando su padre estaba con nosotros siempre hablaba de lo mucho que usted amaba a los animales. Cada criatura que encontraba herida, la traía y la cuidaba con dedicación. … POV Diana —Wow… Las estrellas son tan bonitas… Son como los ojos de Quimera. No tenía mucho sueño, y aunque ya era de noche, salí de mi habitación para jugar con Quimera. —Quimera… —la desperté al llegar a su casita—. Vamos a jugar. Ella despertó con la misma energía que yo, y estuvimos un rato en el patio, hasta que ella vio la calle a través de las rejas. —No Quimera, a mamá no le va a gustar… Aunque…Quizás no lo note por un ratito. Abrí la puerta y salí con Quimera, ella corrió primero y yo reí al tener que alcanzarla. La noche era divertida. ——————— POV Knox Después de haber estado conversando con Luis, tuve que volver al hospital a trabajar y recibir a esos niños latosos. Me arrepentía de haber elegido esa especialidad, pero fue lo que mi padre quiso, debí ser más firme en mi decisión y no dejar que él lo hiciera. Él decía que para ser un hombre calmado, debía lidiar con los que harían de mi profesión un reto. ¡Niños! Pero es que… ¡Maldición! Eran insoportables. —¡Los detesto! —golpeé el timón de mi auto, luego de haber terminado un largo día de trabajo—. Solo los idiotas pueden amar a los niños. De repente, un destello me alertó, algo se había atravesado en mi camino, así que frené a tiempo y salí del auto. Ví un pequeño bulto en el suelo, estaba sentada en la carretera con la cabeza escondida en sus rodillas. Lo que me faltaba ¡Casi atropello a una niña! —Oye niña… ¿estás bien? —me coloqué en cuclillas, mas cuando me acorté la distancia, sentí algo extraño en mí. Ella al fin me vio y casi caigo de espaldas cuando reconocí esa mirada, de un verde único y brillante. —Quiero a mi mami… —sollozó con los ojos llorosos. —¿Estás herida? ¿Quién es tu mamá? —Mi mamá se llama Lucia. —¿Lucia Lucchelli? La niña asintió y yo creí que esto era una pesadilla.
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