No hasta que me divierta.

2029 Palabras
RELATA PRIETO DE LUCA. Habíamos llegado a Turquía hace un par de días, específicamente veinticuatro horas después del momento exacto cuando recibimos la noticia de que mi primo, Ahmed, había desaparecido sin dejar rastro alguno. El proceso de ingresar al país no presentaba grandes complicaciones gracias a la extensa red de conexiones que el poderoso clan de mi abuelo materno, los Al-Rashid, había establecido firmemente en esta región durante generaciones. A pesar de que la organización familiar había sufrido recientes fragmentaciones debido a traiciones perpetradas por miembros de nuestra propia sangre, continuábamos manteniendo sólidos vínculos con numerosos aliados leales distribuidos por toda la península. Esta red de apoyo nos permitió infiltrarnos sin alertar a los Burguen. Sin embargo, como suele suceder en este mundo de intrigas y conspiraciones, los planes mejor trazados pueden desmoronarse cuando los traidores se sientan cómodamente a tu mesa, compartiendo el pan mientras tejen sus engaños. La traición se manifestó con brutal claridad cuando alguien, todavía desconocido para nosotros, transmitió a los Burguen información sobre nuestra llegada y nuestras intenciones de eliminar definitivamente a su organización esa misma noche. Debido a esta filtración, cuando ejecutamos nuestra entrada, nos encontramos con un enemigo preparado y en posición de ventaja. Durante el intenso enfrentamiento, varios de mis más leales hombres cayeron bajo el fuego cruzado, víctimas de una emboscada perfectamente orquestada. A pesar de las circunstancias adversas, logré neutralizar a algunos de sus efectivos más importantes, incluyendo un encuentro memorable con Kiran, a quien dejé una cicatriz que servirá como recordatorio permanente de nuestro enfrentamiento. Pero el destino, con su característico sentido de la ironía, me presentó una oportunidad inesperada: me condujo hacia su posesión más valiosa. ¿Quién hubiera imaginado el giro del destino que traería a mi vehículo a esta joven desesperada, huyendo de su recién estrenado matrimonio? Las circunstancias exactas que la llevaron a subir a mi automóvil permanecen envueltas en misterio, pero el resultado final la ha puesto inevitablemente bajo mi control. La situación presenta una oportunidad única de reciprocidad por las atrocidades cometidas contra mi familia, particularmente recordando el terrible destino de mi tío hace apenas unos meses. Sin embargo, su presencia delicada y refinada sugiere otras posibilidades estratégicas más sofisticadas. La observo mientras descansa en el asiento trasero del vehículo, su rostro sereno reflejando una paz incongruente con nuestra situación actual. Su confianza al dormir tan profundamente resulta casi conmovedora, considerando la verdadera naturaleza de su situación y la identidad de quien ahora controla su destino. Pobre, si supiera en qué manos está, no dormiría así como lo está haciendo. El automóvil reduce la velocidad hasta detenerse frente a la villa de piedra, uno de nuestros numerosos refugios ubicados en esta parte de la península. La tensión en el ambiente es palpable, pues soy plenamente consciente de que la persecución podría estar en marcha. La prioridad inmediata es acceder al interior de la propiedad y establecer las medidas de seguridad necesarias, asegurando que no nos encuentren en una posición vulnerable. Con cuidada determinación, procedo a despertar a la bella durmiente, consciente de que cada segundo es crucial en nuestra actual situación. Cuando abre sus expresivos ojos, por un brevísimo instante, me encuentro cautivado por la profundidad de su mirada cristalina. —¿Dónde nos encontramos? —pregunta con voz suave y evidente desorientación. —En mi residencia personal —respondo secamente mientras abro la pesada puerta de roble tallado. —Pero… yo realmente no quería… —murmura y cuando la miró esboza una ligera sonrisa mientras y procede a descender del vehículo. —Permaneceremos aquí, solo hasta el amanecer —pronuncio esta mentira, sabiendo que nuestra estancia no se extenderá más allá de sesenta minutos. Una vez dentro de la villa, le indico con un gesto que tome asiento en uno de los antiguos sillones mientras extraigo mi teléfono para realizar las llamadas necesarias que asegurarán nuestra siguiente movida. —Qualcuno ci ha tradito nonno, sapevano che saremmo arrivati, che li avremmo finiti, e hanno attaccato quando siamo entrati. —¿Stai bene? —Solo un graffio —digo y miro a la mujer sentada en el mueble, le sonrío apenas y continuó hablando en mi lengua italiana—. Ho la moglie di Burguen. —Eccellente, questo è il mio Prieto, ora uccidila e mandala come ha fatto con tuo cugino. —Ho piani migliori nonno, molto migliori. Tras realizar otra llamada donde solicito ayuda, guardó el móvil y voy a prepararme. AUTOR. —Lanet olsun, ¿nasıl burada değil? ¿O nerede kahretsin? Tras la balacera que se desató en el salón de eventos, donde decenas de empleados e invitados perdieron la vida, Kiran, con el corazón acelerado y la preocupación dibujada en su rostro, decidió ir a buscar a Leyla para asegurarse de su bienestar. Sin embargo, al llegar corriendo a la habitación, se encontró con no había rastro de ella. Para su frustración, la mujer se había marchado por voluntad propia, ni siquiera era el caso que sus enemigos la hubieran secuestrado como inicialmente temió, ella misma había tomado la decisión de partir, evidenciado por la ausencia de su maleta de viaje y sus pertenencias personales. —¡Búsquenla inmediatamente, encuéntrenla a como dé lugar! —vociferó con furia contenida. El elaborado plan que había trazado había funcionado bien hasta ese momento, porque mediante su calculada declaración falsa de amor hacia Aylwin, ejecutada frente a todos los presentes, había logrado manipular exitosamente a Leyla para que se marchara, protegiéndola antes de que comenzara todo el caos planeado. Sin embargo, resultaba que ella, demostrando una valentía que no se esperaba, había tenido la determinación y el coraje de abandonarlo, algo que él no podía tolerar bajo ninguna circunstancia. Ella era su esposa legítima ante la ley y las tradiciones, le pertenecía por derecho propio, y juró que no descansaría ni un solo momento hasta encontrarla y mantenerla a su lado, donde él consideraba que pertenecía. Ahora que los hermanos de Leyla y sus padres habían perecido en el terrible atentado, Kiran se había convertido en su único familiar vivo, y ella automáticamente se convertía en la única heredera del Clan Yilmaz, lo que significaba que su propio clan se expandiría considerablemente en influencia y poder territorial. Esta nueva situación finalmente le permitiría cumplir su ambición más grande: destronar definitivamente a los Al-Rashid de su dominio histórico en Anatolia. Toda la extensa península caería bajo su control absoluto, absolutamente cada rincón y territorio estaría bajo su mando directo, y no existía ya ninguna fuerza o persona que pudiera evitar su ascenso al poder total. Se convertiría indiscutiblemente en el hombre más poderoso de la región, y todos los clanes menores y mayores tendrían que rendirse ante su autoridad suprema. —Señor, debo informarle que la señorita Aylwin ha sido trasladada de emergencia al hospital central debido a sus graves heridas —informó uno de sus subordinados. Kiran hizo un ademán despectivo de absoluta indiferencia ante la noticia. La vida o muerte de Aylwin le resultaba completamente irrelevante en ese momento, esa mujer no representaba nada significativo para él. La había utilizado únicamente como un peón prescindible en su elaborado plan, para que cuando “El Don” ejecutara su ataque, la eliminara creyendo erróneamente que ella era su reciente esposa, y la ingenua mujer había caído en su engaño, creyendo en sus falsas promesas de amor y matrimonio. —¿Ya revisaron todas las cámaras de seguridad? —cuestionó con un gruñido de dolor mientras presionaba el cuchillo ardiente contra su herida sangrante para cauterizarla. Maldijo internamente al Don, quien le había propinado un disparo preciso cuando, confiado en exceso, se acercó al cuerpo que creía sin vida con la intención de descubrir su verdadera identidad. Sin embargo, el experimentado asesino estaba vivo y alerta, y por muy poco no logró acabar con su vida. —Sí señor, hemos encontrado el video relevante en las grabaciones de seguridad —respondió el subordinado mientras sostenía una tablet con las imágenes en pantalla. —¿Quién es ese imbécil con el que se fue? —preguntó Kiran, presionando la navaja mientras sus nudillos se tornaban blancos por la presión. Las venas de su cuello se marcaban evidenciando su furia contenida. —Estamos intentando averiguar señor, solo que las imágenes son muy oscuras y no nos permite mostrar mejor el rostro de ese hombre. La calidad de la grabación es deficiente al lugar donde se encuentra el auto. Además, el coche no tiene placa y los cristales son polarizados, lo que dificulta aún más la identificación. —¿Estás seguro que es ella? —su voz resonó como un trueno en la habitación mientras sus ojos escudriñaban cada detalle de las pantallas frente a él. —Mírela usted mismo señor —respondió el subordinado, manipulando los controles para acercar la imagen lo más posible, aunque esto solo logró hacer más evidentes los pixeles. Le repitieron la imagen una y otra vez, y era innegable, esa mujer que estaba junto al coche era Leyla. Podía reconocer a su esposa en cualquier lugar y en cualquier posición. Su manera de caminar, la forma en que se movía, incluso la inclinación, todo era inconfundiblemente ella. —No sé cómo le hagan, pero encuentren ese auto y a mi esposa, porque de lo contrario sus hijos y esposas morirán —sentenció volviendo a presionar el cuchillo, mientras de su carne se levanta gran cantidad de humo. Se suponía que debía estar en ese momento sobre Leyla, dándole duro como siempre lo había imaginado, pero de un momento a otro se enteró de que iban a atacarlos y tuvo que actuar de la mejor manera y usar ese ataque a su favor. Debía sacar a Leyla de la fiesta, porque solo así su plan sería perfecto. No podía creer que ella lo abandonaría, si siempre había mostrado tanta devoción hacia él. Aceptaba que se le había pasado la mano con esa confesión sobre su amor falso por Aylwin, pero Leyla no debió irse de esa forma; ella debió esperarlo en la habitación, desnuda, y lista para él. —Hemos dado con el coche, señor. Está en dirección al norte —informó uno de sus hombres. —Bien —se paró para ir con ellos, aguantándose el dolor y ajustándose el saco, verificando su arma. —Señor… no creo sea… prudente en su estado… —intentó advertir uno de sus subordinados. —Cierra la boca —le disparó sin titubear, dejando muerto al hombre que intentaba decir que no era conveniente que fuera en ese estado de alteración. El estruendo del disparo resonó en las paredes, mientras el olor a pólvora invadía el ambiente. Kiran odiaba que le dijeran qué hacer, detestaba seguir órdenes como si fuera un simple peón. Por eso había luchado tanto por ser el “Don”, aquel que mandaba y ordenaba, y pocas veces necesitaba ensuciarse las manos. Su imperio se había construido sobre la base del miedo y el respeto, y no permitiría que nadie, ni siquiera su propia sangre, amenazara esa posición. —Señor, no debe seguir asesinando a los hombres, estamos escasos de personal después del enfrentamiento —este habló porque era la mano derecha de Kiran desde hacía una década, y sabía que, antes de asesinarlo, lo pensaría dos veces. La lealtad probada tenía sus privilegios. —Cállate y maneja —ordenó Kiran, mientras se acomodaba en el asiento trasero de la camioneta blindada, sus dedos tamborileando impacientes sobre el cuero n***o del asiento. … Leyla se sentía incomoda mientras esperaba en la sala, acompañada de algunos guardaespaldas y empleados. Aquella casa, con tantos hombres vestidos de n***o, le recordaban a la casa de su padre. Recordando la herida de ese hombre, y la todo lo que había sucedido desde que llegó a esa casa, estaba empezando a creer que no era cualquier ser humano. Prieto llenaba con una agilidad las armas de bala, cuando todas estuvieron listas y ajustadas a su cintura, salió. —Señor, ya vieneb, creo han descubierto que es usted. —No lo creo —dijo ajustando el arma—, vienen por ella, pero no sé las daré, no hasta que me divierta.
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