ES SOLO EL INICIO.

2973 Palabras
Siento los ojos de todos sobre mí mientras avanzo por el pasillo. Mis tacones resuenan en el piso que me lleva directo a la sala de reuniones donde me esperan para dar inicio a la reunión que he convocado como editora en jefe de la editorial “el tintero”. Me detengo en la entrada de la sala, desde donde observo la mesa de roble macizo, que está ocupada por laptops, bloc de notas, y el quipo discute en voz baja. La convocatoria fue hecha para las diez en punto y todos conocen mi puntualidad casi obsesiva. Abrocho la chaqueta de mi traje blanco, ajustado y verifico que mi cabello oscuro esté ajustado con la coleta que me hice esta mañana y deja al descubierto mi rostro dándole un aire serio y profesional. Doy un paso al interior y la sala se queda en silencio, como siempre ocurre en estos casos. —Buenos días —digo, avanzando hasta mi lugar sin prisa—. Espero que estén listos. Tenemos mucho que cubrir y poco tiempo para hacerlo. —Tomo asiento en la cabecera de la mesa y coloco mi iPad y café sobre la superficie. —Comencemos con lo esencial: actualizaciones de nuestros próximos lanzamientos. Laura, tú primero. ¿Cómo vamos con la reedición de Las Olas Eternas? Luisa, editora de publicaciones clásicas, se inclina hacia adelante. Es una mujer de mediana edad, con gafas redondas y un aire de erudición tranquila. —La nueva edición está en la fase final de revisión. —¿Qué tal la portada? —pregunto, mientras hago una anotación en el iPad. —Estamos trabajando con el ilustrador que diseñó la edición conmemorativa de Viento del Sur. Debería entregarnos el primer boceto esta semana. Asiento. —Bien. Asegúrate de que los colores no sean demasiado oscuros; quiero que la portada atraiga a una audiencia más amplia. Estamos trabajando, es un clásico, pero necesitamos que también seduzca a las nuevas generaciones. —Laura toma notas rápidamente. —Carlos —digo llamando la atención hacia el joven jefe de marketing digital—, quiero saber cómo vamos con la estrategia de lanzamiento. Carlos, parece un poco nervioso, pero ha demostrado que está más que preparado. —Hemos diseñado una campaña que mezcla nostalgia y novedad. Estoy planeando una colaboración con varios booktoker para que reseñen la edición antes de su lanzamiento. Además de trabajar en las redes. —Bien. Pero asegúrate de que la narrativa de la campaña sea consistente. —Miro mis notas un momento y levanto la mirada de mis notas. —Andrea, Cadenas de Deseo. ¿Qué tal la etapa de edición final? Andrea, la editora asignada a los nuevos talentos, era una mujer dinámica de treinta y tantos, siempre lista para defender a sus autores. Su último descubrimiento es una chica de Seattle que tiene un talento para el Dark Romance y sus libros están siendo muy populares. —Estamos trabajando en los últimos detalles con Camila. El manuscrito está casi listo, pero hay un par de escenas que ella prefiere reescribir un poco, ya que cree que falta algo de emoción. Frunzo el ceño ligeramente ante su respuesta. —Andrea, necesitamos cerrar este libro cuanto antes. Camila es una autora prometedora, pero también una perfeccionista y está bien, puedo entenderla. Sin embargo, recuérdale que hay una fecha de entrega que no es negociable. Este libro tiene un lugar asegurado en nuestra lista de otoño, y no podemos moverlo. Andrea se remueve un poco incómoda, pero asiente. —Confío en que podrás manejarlo —añadió, suavizando un poco el tono, porque se lo que es lidiar con autores que siempre quieren hacer algún cambio a última hora—. ¿Qué hay de la portada? —Está lista. Optamos por introducir algo de misterio y sensualidad, con tonos muy marcados y tipografía blanca que hace protagonista el fondo sin verse opaca. —Perfecto. Envía los bocetos finales a mi oficina. Quiero revisarlos antes de la semana que viene. Tomo un sorbo de café antes de buscar con mi mirada a Santiago, el encargado de publicaciones internacionales. Pero no está. —¿Alguien me dice dónde está Santiago? Los presentes se miran unos a otros algo desconcertados y yo arqueo mi ceja. —Está de licencia porque su esposa dio a luz, ¿no recuerdas? —Sí, pero su esposa fue la que hizo todo el trabajo duro. —Espeto en tono serio —tenemos un negocio que dirigir, fechas que cumplir y él no estuvo sobre una cama pujando para sacar un ser humano de su interior, ¿o sí? Todos me ven con ojos abiertos como si fuera una maldita y sí, lo soy, pero tengo que responder ante fechas y plazos. Y su ausencia solo retrasa todo. —Él dejó a alguien encargado del proceso —interviene Andrea como representante del grupo. —Santiago va a regresar en dos días. Suspiro. —Como sea, dile a la persona encargada que necesito los avances sobre mi escritorio a más tardar al finalizar la jornada. Un golpe en la puerta interrumpe la reunión y Blue, mi asistente, aparece con una expresión de circunstancia. —Lo siento, Miranda, pero el señor Pearson está aquí y se encuentra en su oficina. —Mi cuerpo se tensa ante las palabras de Blue, pero mantengo mi expresión serena. —Bien, iré a verle en cuanto termine. —Se remueve ante mi respuesta. —Dice que te requiere ahora. «¿Así que me requiere ahora?» Todos en la sala se mantienen en silencio ante la mención del CEO de Pearson communication. Miro a todos alrededor de la mesa, me pongo de pie. —Perfecto. Damos por terminada esta reunión; así que, todos pueden regresar a sus puestos. Con esto, tomo mis cosas y salgo del salón, no sin notar cómo algunos sueltan suspiros de alivio. Sé lo exigente que soy en mi trabajo, pero en mi cabeza es la clave para mantener a Editorial El tintero como líder en un mercado competitivo. Y aunque la presión es inmensa, hay algo innegablemente que es la emoción y el desafío constante de transformar palabras en historias inolvidables. Llego hasta el escritorio de Blue fuera de mi oficina. Dejo mis cosas antes de encaminarme hasta la oficina principal. Los Pearson son una familia que maneja un conglomerado de comunicación que incluyen: periódicos, revistas, cadenas de televisión, radio, productoras cinematográficas y por supuesto, editoriales. Todo esto es dirigido por King Pearson, el arrogante e idiota Ceo. No soy su empleada favorita, pero puedo asegurar que soy de las mejores y por algo estoy donde estoy. Me detengo frente a la puerta, tomo la manilla y abro de un tirón. —Buenos días, señor Pearson. Me ha sacado de una importante reunión con el equipo, así que supongo que es urgente. Los ojos de King me atraviesan desde detrás de su escritorio. Su largo y fuerte cuerpo está reclinado en la silla como si nada en esta vida le preocupará, como si fuera el jodido rey del mundo. Es irónico dado su nombre. «Idiota». —Señorita Ward. Como siempre tan elocuente —dice con su marcado tono inglés que me molesta. Señala la silla frente a él. —Por favor. Avanzo y tomo asiento en la silla y lo miro. —Usted dirá, señor Pearson —Hablo en tono profesional y juraría que una sonrisa baila en sus labios. —Bien, como sabrás ahora que soy la cabeza de Pearson Communication he estado haciendo un recorrido por los diferentes medios pertenecientes al conglomerado llevando a cabo una investigación sobre que tanto están generando… —La editorial tiene proyectos muy buenos y, lo más importante, son muy lucrativos. Así que no encontrarás fallas en la editorial. —Eso lo voy a decidir yo. He venido con mi equipo financiero y haré un estudio completo de todo. Al cabo de un par de meses tendré resultados y sabré qué medidas tomar. Si te he citado aquí es porque espero toda tu colaboración para que mi equipo pueda hacer su trabajo. Parpadeo ante sus palabras. Par de meses. ¿Él piensa estar aquí un par de meses? ¡No! King Pearson y yo nunca hemos sido afines, desde que su padre lo presento como su sucesor había surgido una hostilidad entre los dos que puede verse a kilómetros. Sin embargo, sus oficinas principales están en Londres y no es muy frecuente que el este aquí en los Ángeles. «¿Ahora tendré que lidiar con su arrogancia por dos meses? Podrían atravesarme la garganta con un abrecartas y me molestaría menos». Me aclaro la garganta al darme cuenta de que me he quedado en silencio y me maldigo. Por lo general soy una mujer segura de mí misma y centrada en el trabajo, pero King tiene la facilidad de hacerme perder la paciencia y moverme de mi centro. Por eso no me gusta tenerlo a mi alrededor. —Entiendo lo que dices y de mi parte tendrá toda la colaboración, señor Pearson. —King, por favor. —Espeta, en tono sereno —Dejemos los formalismos a un lado y espero que podamos trabajar juntos este tiempo que estaré aquí —me tiende la mano y la miro con suspicacia unos segundos antes de tenderle la mía en un apretón que dura unos segundos más de lo normal. —Tengo que irme, hay mucho por hacer —murmuro, soltándome. —Bienvenido, King —con eso me doy media vuelta y dejo su oficina, sintiendo sus ojos sobre los míos hasta que cierro cuando salgo. Suelto el aire que no sabía estaba conteniendo allí dentro. Me dirijo hacia mi oficina, Blue me sigue dentro. —Ha llamado tu madre para recordarte sobre la cena de esta noche —hago una mueca cuando la escucho. «Lo que me faltaba para concluir mi día». —Dijo que no puedes faltar, además amenazo con venir personalmente si no vas a su casa. Pongo los codos sobre la mesa y miro a Blue con cara de circunstancias mientras ella sonríe. —King, va a estar aquí por un tiempo —anuncio y ella me ve con sorpresa. —Eso es una mierda —susurro en confidencia. —Vamos, no puede ser tan malo. La miro mal y ella solo ríe. —Mi madre quiere verme en la cena que llevo esquivando desde hace una semana y eso va a cerrar con broche de oro mi día —me quejo, ignorando su último comentario. —¡Miranda! Tu madre es un amor de mujer. —No digo que no lo sea, es solo que detesto las reuniones familiares —niego. —¡Vas a sobrevivir! —Se mofa mientras sale de mi oficina y dejo caer mi cabeza en el escritorio cuando cierra la puerta detrás de sí, dejándome sola. —¿Por qué a mí? —Susurro antes de golpear mi frente contra mi escritorio. Me enderezo en mi lugar, decido concentrarme en mi trabajo y no pensar en la cena de esta noche, ni en King, estúpido Pearson. Enciendo mi computador y continuo con mi trabajo pendiente. Sí, es la mejor opción que tengo ahora mismo. Tomo un rápido almuerzo en mi oficina y recibo a media tarde el trabajo que ha adelantado la persona que ha dejado Santiago a cargo de la traducción y debo decir que todo se ve muy bien. A las cinco, Blue aparece en mi puerta y señala el reloj de pulsera en su mano, recordándome que debo ir a un lugar. Recojo mi escritorio, apago el computador cuando mi móvil suena, desvío la llamada cuando veo el número de mi hermana, Daniela. Tomo mi bolso, guardo el móvil en mi americana y salgo de la oficina, no sin perderme la mirada de Blue mientras ella recoge sus cosas también para irse. —Pásala bien —escucho que dice. —Haré de cuenta que no has dicho nada de eso —espeto echándole una rápida mirada por encima del hombro. Entro al elevador y marco el estacionamiento, las puertas se están cerrando cuando una figura alta se cuela. King. Ninguno dice algo mientras las puertas se cierran y empieza a descender. El espacio entre los dos en denso y es notable que ninguno soporta al otro. «Y no es que me haya hecho algo, simplemente hay personas con las que te llevas bien y otras con las que no». Cuando las puertas se abren, King hace un gesto con su mano para invitarme a salir. —Adelante, por favor. —Dice en tono impasible. —Gracias. —Murmuro, saliendo y avanzo por el estacionamiento hasta mi Audi. No muy lejos de mí, King sube a la parte trasera de un auto antes de que el conductor tome el volante. Subo a mi auto y me tomo un par de segundos antes de encender el auto al tiempo que el coche de King pasa junto al mío. Enciendo el motor y dejo la oficina con destino a la casa de mis padres. Conduzco a través del tráfico de los Ángeles hasta un área residencial que está en dirección contraria a mi departamento. Estaciono frente a la casa con columnas y un gran porche delantero donde crecí, tomo mi bolso antes de bajar de mi auto y encaminarme hacia el interior. Abro la puerta y el olor invade mis fosas nasales al tiempo que dos pequeños corren hacia mí. —¡Tía! —Charlotte y Carter. Los mellizos de cuatro años de mi hermana me reciben. Dejo el bolso en la mesa de la entrada y los arropo en un abrazo apretado. —Uy, pero enorme están. —Comento, mientras dejo un beso en sus mejillas —y huelen a gallegas de chispas de chocolate de la abuela —cuchicheo en tono cómplice. —La yaya. —Confiesa con una risita mi sobrina. Sus ojos verdes de Charlotte brillan con picardía, mientras los ojos oscuros de Carter se ven en enormes para su pequeño rostro. Son la mezcla perfecta de sus padres y son mi debilidad secreta. Niego mientras me incorporo cuando corren hacia dónde está mi cuñado jugando videojuego con mi hermano y papá. —¡¿No se suponen que pondrían la mesa?! —Exclama mi madre desde la cocina a los hombres, pero ellos están absortos. —Ni siquiera saben que llegue. —Señalo, en modo de saludo cuando me acerco a la cocina y le doy un abrazo a mi madre. —Hola, mamá. —Espeto cuando dejo un beso en cada una de sus mejillas. —Ya estaba pensando en qué día ir a tu oficina y que decirte. —Me riñe, pero me da una sonrisa. Por supuesto que sí. —Tengo mucho trabajo encima ahora mismo. —Sí, por eso no respondes mis llamadas, ¿verdad? —Miro a mi hermana con una expresión de culpa cuando se acerca a saludarme. Paso mi brazo por su hombro. —Lo siento, ya venía en camino y no creí necesario responder. Ella asiente. —¡¿La jodía mesa aún no está puesta?! —Todos miramos hacia la yaya Carmen que viene desde el exterior seguida con Elsa, la prometida de mi hermano. Su acento español no se ha perdido a pesar de haber emigrado con sus padres cuando apenas tenía quince años. Y por supuesto que viaja con frecuencia a España, lo que hace que su acento solo se marque más. —Mamá, por favor. —Susurra mi madre. —Mamá nada, Elizabeth. Dile a Freddy que ponga la mesa. —Frederick, mamá. Espeta en un suspiro mi pobre madre. Desde que tengo conciencia ella siempre le ha llamado Freddy a papá, creo que ya es algo que hace por costumbre o fastidiarlo. —Señora Ward, aquí están las gaseosas que me pidió. —Elsa interviene dejando el pedido sobre la encimera. Esta comida es para celebrar que mi hermano menor, Jasper le ha propuesto matrimonio. Mis padres insistieron en la cena y bueno, lo demás es historia. Veo a mi madre avanzar hacia el salón y hablarles a los hombres mientras apaga la consola. Me alejo de mi hermana, Daniela y me encamino hacia el refrigerador de donde saco una botella de agua. —Tu mamá va a poner en su lugar al jodió gringo. —Susurra la yaya cuando se acerca a mí y me envuelve en un abrazo. — ¿Cómo está mi niña hermosa? —Bien, abuela —sonrío porque ella es única y tremenda. —Y, ¿tú? ¿Cómo está la artritis? —Ella me quiere acabar, pero primero me la cargo. —Suspira en forma dramática—. Por cierto, tengo que contarte lo que hizo la Frozen. —Elsa, abuela. Se llama Elsa, no Frozen. —Reprimo mi diversión. —Es lo mismo, ¿no? —Me mira con fastidio. —Pues te cuento que le he dicho que, si podía hacer el arroz para la comida, y ¿a qué no sabes con qué me salió? —Me da miedo preguntarte, pero dime, ¿con qué te salió? —La subnormal de Frozen hizo un arroz asustado. —Mi carcajada resuena en la cocina. —Eso estaba más pálido que la nalga del Freddy y solo le echo sal para condimentar. —¡Abuela! —Abuela mis cojones. Esa muchacha va a matar a tu hermano en un mes. —¿Cómo sabes que las nalgas de papá son blancas? —Arqueo la ceja. —Pues, porque encontré a tu madre como quinceañera mientras el Freddy tenía los pantalones bajos… —¡No quiero saber más! —La corto y me tapo los oídos mientras ella sigue hablando. «¡Carajo!» Y apenas la cena está por empezar.
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