Diana
Siento que estoy viviendo un deja vu al tener frente a mí a Amanda maquillando mis horribles ojeras y arreglando un poco mi cara, ya que, según ella, parezco enferma, cuando la realidad es que simplemente, pasé otra noche en vela.
Yo estaría encantada si el motivo de esta noche sin dormir fuera el mismo de cuando fue Erika la que me maquillaba, pero no, esta vez no fue por tener sueños amorosos con Viktor, sino por recordar esas manos asquerosas recorriéndome.
– Didi, tienes que decirnos que va mal, no puedes guardártelo todo para ti, te hace mal linda – niego varias veces y aprieto mis labios en una línea.
No puedo mentirle a ella, somos amigas desde hace tanto y la veo como mi hermana, pero tampoco quiero decirle. Siento que se preocupará más de la cuenta y no quiero que eso pase.
Que haya tenido una mala noche, no quiere decir que esté mal. Viví una experiencia horrible, lo que me causó pesadillas, pero, creo que eso es todo, una parte de mí está segura que, si vuelve a pasar, volveré a ser salvada, así que no he sentido miedo.
Puede que esté esperando muchísimo de Viktor, siendo que no me debe nada y lo que pasó ha sido completamente casualidad, pero, simplemente no puedo quitarme esa idea de la cabeza.
Aun así, no quiero repetir la experiencia, prefiero que, si vuelve a salvarme, sea de otra caída como la primera.
– Gracias, quedé linda – le digo con una sonrisita viéndome al espejo. Ya no me veo pálida.
– No es nada, y tú siempre estás linda – le sonrío en grande, aunque dejo de hacerlo cuando noto que ella parece querer decirme algo. Me quedo viéndola un momento hasta que parece entender mi duda y lanza un suspiro.
Bueno, debe ser algo importante.
– ¿Tiene que ver con Thomas? Hoy él también parece algo mal – arrugo la nariz. En todo este tiempo, no pensé ni una vez en Tommy, solo podía acordarme de Viktor y como me salvó. Por dios, soy una desconsiderada.
– ¿Está muy mal? Yo no lo he visto… – bajo la mirada. Recuerdo la cara que tenía cuando me fui y me siento muy mal.
– No tan mal, pero sí parece que algo está atormentándolo – no debería – ¿Me dirás que pasó?
– La mamá de Zack no le dejó traerse al niño, entonces salimos solo nosotros dos – asiente lentamente sin dejar de verme – Entonces nos llevó a un club – arruga la nariz y me da un poquito de risa. Creo que yo hice la misma mueca cuando vi a donde fuimos.
– ¿A un club? ¿Cómo al Milenial? – asiento y veo como abre la boca con sorpresa. Sí, así me sentí yo también – ¿Cómo se le ocurre tener una primera cita en un club como ese?
– No sé, fue muy atento y lindo, pero yo me sentía muy incómoda y luego no lo soporte, y me fui a casa – ahora pensándolo mejor, creo que fui muy apresurada al irme así sin más.
– ¿Y eso fue todo? – asiento. Me quedaré para mí lo que pasó el resto de la noche – Vaya, bueno, ya entiendo por qué él se veía tan miserable ¿a quién se le ocurre llevarte a ti a una cita en una discoteca? Es obvio que te irías – eso mismo me pregunté yo, pero esa no fue la razón por la que me fui, sino por mis pensamientos amorosos hacia otro hombre y mi necesidad de superarlo.
Por suerte para mí, suena la campana, lo que significa que por ahí vienen mis pequeños alumnos.
– Bueno, luego podremos seguir hablando, y no te preocupes por Thomas, tú no tienes la culpa de nada, está bien irte de una cita si te sientes mal ¿sí? – la miro haciendo un pucherito.
– ¿Tú crees? ¿no fui muy ruda y mala? – ella niega con una sonrisita en los labios y se va hasta la puerta de mi salón.
– Tu nunca podrías ser ruda o mala, Lady Di – me lanza un beso que le correspondo y finalmente se va a su aula. Mientras, yo me pongo de pie y voy a recibir a mis pequeñitos preciosos.
Hoy tengo varios juegos para ellos y estoy emocionada por ver como aprenden jugando.
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Todo lo que se escucha en la habitación son mi jadeos y quejidos. No puedo aguantar más.
– Por favor – le pido, sintiendo como pequeñas lagrimas empiezan a correr por mis mejillas. Pero tal y como siempre pasa, él no me responde, nunca me dice ni una sola palabra. En su lugar, él se inclina, y me besa tan suavemente que siento que lloro un poquito más.
Toda la situación me sobrepasa, me siento tan sobrecargada que podría perder la cabeza, creo que estoy perdiendo la cabeza.
– Por favor – repito sin parar. Necesito que me toque o que me suelte. Levanto la mirada hacia mis manos, amarradas a la cabecera de la cama, pero no me hace daño, porque él mantiene una de sus manos ahí, evitando que me mueva y me lastime.
Con la otra, toma mi barbilla y hace que vuelva a verlo. No me habla, pero sus ojos parecen gritar mil cosas.
– Por favor, tómame – le imploro sin vergüenza alguna. Sobrecargada con la sensación del cosquilleo que recorre mi cuerpo presagiando un orgasmo, pero sin ser capaz de alcanzarlo.
Otra vez, deja un suave beso en mis labios, y finalmente suelta mis manos para dirigir las suyas a mis piernas, que están fuertemente entrelazadas en su cadera. Lo necesito. Halo mis manos para abrazarlo, pero entonces me doy cuenta que, aunque su mano ya no está, no desató la tela que me tiene prisionera.
Suelto un siseo, me dolió.
Al escuchar mi exclamación, él separa su cara de la mía, lo que me hace lloriquear por su ausencia, él revisa mis muñecas y luego me da una mala mirada, pero no me inmuto.
– Por favor, dámelo – básicamente le ruego, aun sabiendo que no habrá respuesta y simplemente seguirá jugando con mi cuerpo.
O al menos, eso pensé que haría.
– Te lo daré – la respiración se me tranca en el pecho cuando veo que baja la mirada hacia nuestros sexos, sigo el mismo camino que recorrieron sus ojos y me siento vibrar al ver cómo está rozándonos.
>> ¿Lo quieres? – boqueo, no soy capaz de encontrar mi voz, por lo que asiento varias veces. Me volveré loca si no me lo da – Tómalo – veo como lentamente va adentrándose, como cada centímetro de él se va perdiéndose dentro de mí, y cuando finalmente está al tope, me arqueo, lanzando la cabeza hacia atrás.
Me doy cuenta que no he dejado de derramar lágrimas, él también, porque cuando me recupero un poco de su invasión y vuelvo a enfocarme en su cara, él toma la mía entre sus manos y acaricia mis mejillas, limpiándolas.
– Despierta – me confunde.
– ¿Q-qué? – no, no quiero despertar, quiero seguir aquí con él, quiero que siga haciéndome suya, quiero seguir sintiendo su cuerpo contra el mío.
– Tienes que despertar – y obedeciéndolo, como siempre, abro los ojos.
Voy a llorar en la vida real también. Estoy frustrada, muchísimo, tambien me siento un poquito sucia por pensar en él de esa manera tan libidinosa cuando nunca me ha dado indicios de otras intenciones, y agregaré una vez más que estoy frustrada, porque lo estoy al punto que siento que me volveré loca.
Estoy húmeda, siento mi centro palpitar, y tengo la respiración muy agitada. Creo que al final, sí llegue realmente, pero no fue suficiente, quiero más, no quiero seguir soñándolo, quiero experimentarlo en la realidad.
– Me estoy volviendo loca – suelto en un hilo de voz, acurrucándome en posición fetal en mi cama, una que quise comprar enorme por comodidad y que ahora me hace sentir más sola que nunca.
¿Hasta cuándo seguiré teniendo estos sueños?
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– Cariño, creo que estás trabajando mucho, no te sobre esfuerces linda – recibo con gusto los mimos de mi mami cuando comienza a acariciar mi cabello con ternura.
Este también es mi lugar feliz.
– Vivianne, la niña tampoco tiene mucho por hacer, solo es profesora de primaria – escucho como mi mamá suelta un chillido de indignación y evito soltar una risita. Sé que mi papá solo quiere molestarla un poco.
– ¡Marcus! ¿qué quieres decir? No menosprecies la carrera de la niña, todas tienen sus complejidades, ninguna es más que otra – lo regaña señalándolo, mientras, él solo se acerca a nosotras sin dejar su sonrisita traviesa atrás.
– Vale, vale, lo siento, tienes razón mi amor, ser docente es tan complicado como cualquier otra carrera – ya no puedo evitarlo y suelto una risita al verlo levantar las manos aparentando inocencia.
– Más te vale, Marcus Holland, no me hagas molestar – sigue regañándolo con molestia antes de volver a enfocarse en mí – Mi pequeña bebé es una profesional y tiene muchas responsabilidades, ya no es una pequeñita, es un adulto, pero siempre será mi bebé ¿entendido? – me dejo abrasar sin dejar de sonreír.
Me gusta cuando me habla con voz chiquita, me causa ternura y risa al mismo tiempo.
Además, no podría culparla cuando yo siento que sería igual con mis hijos. Ellos podrán tener treinta y yo seguiré abrazándolos y hablándoles con amor, y si se avergüenzan, lo haría con más ahínco.
– Y sí tengo muchas responsabilidades papi, específicamente, un grupo de treinta niños que controlar, proteger y a los que tengo que ayudarles a crecer correctamente – las dos primeras son las más difíciles.
En los recesos siempre tengo los nervios de punta cuidando que ninguno se haga daño, después de todo, sus padres me los confiaron, queda en mí entregárselos al final del día sin un rasguño.
Mientras que la parte de ayudarles a crecer como adultos de bien, es la más sencilla, todos mis pequeños alumnos son personas preciosas desde tan chiquitos; alguno que otro un poco egoísta o enojón, pero estamos trabajando en ello.
– Y eso suena como que tu trabajo es el más complicado de todos – mi mamá vuelve a darle una mala mirada que me hace volver a reírme quedito – No estoy siendo sarcástico mi amor, hablo en serio, yo a duras penas pude con dos princesitas, me hubiese vuelto loco con otra más, ya te diré si hubiesen sido treinta.
– Más te vale Marcus – bufa mi mami separándose de mí. Hago un puchero viéndola fijamente. Quiero mimos, los necesito, siento que me hace falta el contacto humano más que nunca.
En realidad, hubiese preferido otro tipo de contacto con un guapísimo hombre de ojos azules y mieles, pero tampoco despreciaré un abrazo de mi mamá.
– Mi vida, estás muy tensa, tienes que relajarte ¿quieres que cocine algo o pedimos que nos traigan algo? – veo sin dejar de sonreír como mi papá abraza suavemente a mi mamá con la cintura y la ve fijamente a los ojos con un gesto súper tierno.
Yo quiero tener a alguien que me mire así. Ellos son, en definitiva, el ejemplo que quiero en mi vida amorosa.
Aunque a mí me habría gustado tener más de dos hijas, quizás un varoncito también.
– Es que Vicky me llamó y Sam tiene fiebre – bajo la mirada con un suspiro al escucharla. Esta mañana mi hermana mandó por el grupo que tenemos en la familia, que ahora mi sobrinito Sam es quien está enfermo.
Ya lo llevaron al médico y dijeron que todo estaba bien, solo una gripe, pero, eso no significa que estemos muy tranquilos sabiendo que el bebé más pequeño de la familia está sintiéndose malito.
– Amor, Sammy es el bebé más fuerte que conozco, Victoria se enfermaba peor cuando tenía su edad, no te preocupes – veo como él besa su frente y la abraza con fuerza. Eso me hace sonreír – ¿Quieres que vayamos a visitarlos más tarde? Podríamos traernos a Theo – veo como mi mamá asiente sin sacar la cara de su pecho.
– Sí, podremos ir los tres y los distraemos juntos – los dos voltean a verme y niego varias veces sin dejar de sonreír. Ellos son muy linda pareja, no lo digo porque sean mis papás, sino que es lo que veo.
– No mami, yo saldré con Erika y Amanda nos comeremos un helado y tendremos una tarde de chicas, Eri terminó con su novio entonces la consolaremos un poco – el plan inicial era una fiesta y una borrachera que nos hiciera olvidar todo lo que nos tiene de cabeza.
A Erika, el hecho que su novio la engañó, Amanda solo quiere emborracharse porque tuvo una discusión con su pareja y yo, a ver si logro dormir una noche sin tener sueños húmedos con un hombre que he visto dos veces en mi vida.
Pero después de lo que pasó la última vez yo quedé sin ganas de planes nocturnos, así que quedamos que mejor vamos por un helado y luego ellas podrán irse de fiesta, yo por esta vez, paso.
Tampoco me encanta tanto ir cada fin de semana a algún club y ya van dos sábados seguidos que lo hago y me siento agotada.
– Oh, cariño, pero Erika se veía tan feliz con ese muchacho ¿qué habrá pasado? – me encojo de hombros con una sonrisita.
– No sé, quizás hoy nos cuente o no, la verdad es que no queremos presionarla, estos días se ha visto muy triste – eso no es mentira, es tanto así, que los papeles cambiaron y he sido yo quien la ha maquillado para que se vea presentable frente a sus estudiantes.
Me parece que es muy triste que una amiga tan preciada esté pasando por esto, pero ella es fuerte, lo superará.
– Bueno mi amor ¿a qué hora es tu cita con las chicas? – le doy una rápida ojeada a mi celular y me sorprendo cuando ya tengo varios mensajes de mis amigas. Me pongo de pie en un salto.
– ¡Voy tarde! – me acerco y le dejo un besito a cada uno en la mejilla – ¡Los amo!
– ¡Escríbeme cuando estés con tus amigas! – suelto una risita ante el grito de mi papá. No es controlador como Vicky, que siempre está regañándome por ser ingenua y por ser poco cuidadosa con los peligros de la calle.
Pero, eso no significa que no se preocupe.
– ¡Lo haré, los amo! – grito una última vez y salgo corriendo fuera de la casa. No puedo creer lo rápido que se me pasó el tiempo estando con ellos.