Pov Damián
Recibo lo que me entregan y salgo de ahí como alma que lleva el diablo. La cabeza me duele y los labios los tengo rotos de tanto apretarlos. Siento como cada articulación de mi cuerpo se contrae y como las venas de la frente me titilan con intensidad. Subo a mi Ferrari deportivo y avanzo por las calles concurridas de Florencia. Mis escoltas me siguen en los otros autos, ya que no quiero a nadie cerca de mí. Avanzo por la vía principal y mientras conduzco aprieto con fuerza el papel que tengo en la mano.
«Maldición»
La desesperación, sumada con ansiedad me obliga a saltarme el semáforo que se indica el paso peatonal y…
—¡Imbécil! ¡¿No ves?! —grita una loca.
La miro por el retrovisor trasero dándome cuenta que es una extranjera; lo se por la ropa y el acento a hablar.
Sigo mi camino hasta que llego a la mini mansión que tengo en Piazza della Signoria. Dejo el deportivo en el estacionamiento y entro cerrando la puerta con desespero. La respiración la mantengo agitada, pero se estabiliza un poco al ver Aston parado en la sala. Su pelaje grisáceo más sus ojos de color miel me hacen bajar las guardia.
«Aunque es un perro asesino»
Fue entrenado desde pequeño para matar. Sin embargo, no deja de ser mi mayor y única compañía en esta mansión.
—Acompáñame a tomar un trago —le pido tocándole el pelaje.
Aston me sigue al mini bar en dónde tomo un vaso y una botella de whisky. Salgo al jardín y me siento dejando que Aston se me recueste en las piernas. Mientras lo hace, llevo el vaso a mis labios para dar pequeños sorbos. La camisa negra de tres cuartos se adhiere a mi piel húmeda por el sudor que me recorre el cuerpo y mis ojos verdes oscuros se quedan mirando a la nada mientras no dejo de pensar.
…
—Quiero un hijo —hablo mientras veo Florencia por la ventana de cristal oscuro de mi oficina.
La risita que suelta Lucían, (mi mellizo). Me hace arrugar las cejas, pero no le respondo.
—No te preocupes, puedes decirle a Luciana que te dé uno de los de ella y ya está —se me burla y lo volteo a mirar de mala gana.
—Pon un anuncio o busca una mujer que quiera parirme un hijo y ya está —le dejo claro logrando que su mandíbula se abra.
Cuando éramos jóvenes nos gustaba vestirnos de manera deportiva, con chaquetas de cuero y vaqueros ajustados la mayor parte del tiempo y, aunque por mi trabajo y mi edad he decidido solo usar trajes de diseñador, Lucian Morgan la mayor parte del tiempo viene vestido igual al pasado; con vaqueros, camisa y chaqueta de negra, más botas deportivas como si no tuviéramos treinta años y como si no fuera el director general de todo el Conglomerado Morgan.
—¿Qué mierda te metiste Damián? ¿Quién en su sano juicio te parirá un hijo y ya está? Procedes de una fama y…
—Ofrece dinero, joyas y casa, lo que quieras solo has lo que te digo joder y deja de refutarme —le pido fastidiado.
—¿Eres gay, es eso? ¡Dios! Luciano se va a morir cuando lo sepa —habla asqueandome—, por eso quieres un hijo de esa manera y por eso nunca te he conocido a una mujer…
—Deja de decir idioteces y largo de mi oficina —lo corro mientras me masajeo las sienes.
Lo oigo escandalizarse, hasta decirme que me busque una asistente que haga mis mierdas, pero no le tomo importancia porque sé que terminará por hacerlo. Sale como alma que lleva el diablo mientras yo me pongo en lo mío.
La semana pasa y Lucian no me ha dado buenas noticias, cosa que me exaspera y molesta al mismo tiempo. Nado en la piscina de la mansión mientras mi perro me vigila desde lejos. Cuando salgo, siento como las gotas de agua corren por mi cuerpo tatuado, mientras el short se ajusta más a mis muslos.
—Un hijo Aston, solo un hijo es lo que pido —le hablo al animal que me ladra en respuesta como si me entendiera.
…
—Señor, puede revisar está solicitud, es que la señorita insiste en…—le paso por el lado a la desconocida que intenta hablarme.
Entro al ascensor privado junto con Lucian y los escoltas que me rodean para luego al llegar a la planta baja salir como alma que lleva el diablo. Los licores que hemos creado se han esparcido a nivel mundial, estando a la par con los de la familia Lombardi, (quién es mi mayor competencia). Sin embargo, somos nosotros los que tenemos la mayor tasa de ventas en Italia. Si bien las empresas ya tenían un reconocimiento, desde que las tomé hace ocho años he triplicado la fortuna.
«Con la ayuda de Lucian»
Que, aunque soy yo él de las ideas, cabe descartar que mi hermano es un monstruo para cerrar negocios.
Unos minutos después llegamos al hotel Calimala dónde nos reunimos con los clientes. Si bien necesito más publicistas que se encarguen de la parte de las campañas he estado escaso de personal y, no puedo contratar a cualquiera.
—Tenemos promociones, también somos la única empresa en el mercado que da un mínimo de crédito con porcentaje de comisión muy bajos —habla Lucian mientras yo miro la hora en mi reloj.
«Por toneladas»
Y, aunque es bajo al ser muchas toneladas es un gran beneficio para nosotros a la larga.
«Estrategias que dan más ganancias»
—Si quieres las líneas de whisky ofrecemos la de rones con un 10% de descuento a eso sumándole que estamos terminando la de cebadas —explica mi hermano.
—Y a esa también le daremos el mismo porcentaje de descuento —explico tragando de mi vaso.
«Si supieran que ese porcentaje que les bajo a una línea, están sumadas a las que no tienen descuento»
Conozco mi mercancía y sé cuáles son nuestras fortalezas.
«El whisky es una de ella»
La de empresas Lombardi son igual de buenos, pero aunque digan lo contrario la Morgan es mejor y ya está.
«Hay cosas que deben reconocer»
Los clientes revisan la información que le entregan mis empleados de manera digital y…
—Me gustaría firmar con ustedes, de verdad he buscado estás promociones con línea de crédito y no la he encontrado —dice logrando que explaye una sonrisa.
—Nos reuniremos en unos días para leer los contratos y firmar —hablo poniéndome de pie mientras abotono mi traje.
“El cliente es mío Alex”
Le escribo a mi primo que está loco si cree que puede hacer negocios grandes en mis tierras. Me responde con un “maldito” que ignoro y luego sigo mi camino con un poco de humor.
—¿Celebramos o qué? —me pregunta Lucian.
Asiento con la cabeza subiendo detrás de él y, los empleados nos llevan a uno de los bares que no son de nuestra propiedad.
«A veces estar en medio de nuestras gente agota»
La atención exagerada más los Killers que están en toda Italia me exasperan. Por eso y porque la matriz estaba aquí fue que Lucían y yo nos venimos a Florencia.
Me siento con mi hermano quien, enseguida pide una cerveza para él y un Whisky doble para mí.
—¿La encontraste? —le pregunto curioso y rueda los ojos.
—¿Por qué mierda se te hace difícil conseguir a una mujer capaz de parirme? —pregunto con la frente titilando.
—Lo he hecho, creeme, pero apenas saben quienes somos piensan que después de dar a luz la vas a matar y quitarle al bebé —explica y no respondo.
«Hay cosas obvias»
—¿Enserio alacrán? —me pregunta y sigo sin responder.
«Son mis mierdas y no tengo porque darle explicaciones a nadie»
—Brahin ha estado investigando a unas cuantas mujeres, viendo su…
—¡Joder! —me masajeo las sienes—, ¿Qué parte de que no le dijeras a nadie no entendiste? —pregunto con la frente palpitante.
—Solo es Brahin, no exageres —mofa.
«Así empiezan»
Me levanto de mala gana y dejo al chismoso que se hace llamar mi hermano hablando solo. Vuelvo a las cuatro paredes de mi casa, mientras supongo que él hace lo mismo con la suya.
«Vive a unas cuantas calles»
«Solía vivir con él, pero se metía en mi vida privada y decidí mudarme»
…
—Las mujeres que no le importa tu reputación son mujeres de la mala vida —explica Brahin subiéndose las mangas de la camisa.
«Una mierda tan pequeña le queda tan grande»
Corto el pedazo de cerdo que llevo a los labios después de darle un poco a Aston.
—No deberías de comer eso, sabes perfectamente que… —Fulmino a Lucian con la mirada.
«No soporto que sea tan insoportable».
—No dije nada, tragate todo el cerdo que quieras y si se te llega a inflar el estómago es tu problema —me contesta de mala gana.
—No soy un asesino, puede ser que haya mandado a matar a algunas personas o que algunos de mis negocios no hayan tenido la suerte que otros creen, pero… —Brahin me sube una ceja que sobresale por encima de sus lentes.
—Asesino así mandes o aprietes el gatillo Damián —habla—, además, el Morgan lo tienes en la frente. ¿Qué mujer en su sano juicio tendría un hijo con uno de ustedes? ¡Les da miedo joder! Al menos que tomes alguna de los bares o de…
—No quiero nada de eso. ¿Qué te ocurre? ¿Crees que soy un psicópata? —me exaspera—, no me respondas una mierda.
«Se cuáles son las opiniones que tiene sobre mí»
Ven sádico querer inseminar a una mujer para que me dé un hijo, cuando puedo tomar a cualquiera y hacerlo.
«No entienden mi punto, ni mis razones»
—Dinos la verdad y ya está —habla Brahin de nuevo y miro a Lucian con ganas de estrellarle la cabeza de la mesa.
«No soy gay carajo»
Intento abrir la boca para mandarlos a mierda y decidir yo mismo buscar mis cosas, cuando…
—¡Señor! —me habla uno de mis escolta exasperado—, una mujer tomó de la guantera su reloj, estaba abierta nos distrajimos y…
La cabeza me comienza a dar vueltas.
«Lo que me faltaba»
—Cuerdas de incompetentes, dejo a cuatro, cuatro de ustedes a cuidar las camionetas y dejan que alguien tome mis mierdas —me pongo de pie mientras sostengo la correa de mi killer canino.
Salgo con Brahin y con Lucian quienes se me pegan de la espalda después de pagar la cuenta, veo a los hombres que fueron a perseguir a la ratera volver con las manos vacías.
—¿Y…? —pregunto con la cabeza a punto de estallarme
—Se perdió, yo…
—¿Qué están esperando para conseguirla? —hablo eufórico.
—Déjala, ¿qué puede costar ese reloj? ¿Setenta? ¿Ochenta mil dólares? —pregunta mi hermano y a veces me dan ganas de ahorcarlo.
—¡Fue el que nos dio Luciano carajo! —hablo exasperado.
—Busquen esa mierda —habla frío.
«Perder algo que nos dio Luciano sería como suicidarse»
—Si se los dio Luciano es porque tiene un GPS —habla Brahin sonriendo. Qué… seguramente está configurado al auto —se mete en mi camioneta y mueve teclas que, a los nanosegundos da la ubicación.
Está cerca, así que me subo con Ashton a mi lado, pensando seriamente en que Luciano debe tener algún serio problema de vigilancia.
«¿Para qué ponerme un maldito GPS a mi? »
La ubicación no es exacta, solo…
—¡Es ella! —habla uno de los escoltas y muevo mi camioneta en su dirección.
Las otras dos camionetas hacen lo mismo y… la mujer en cuestión palidece mientras sube las manos.
—No disparen por favor soy inofensiva —suelta.
«Y yo soy una joyita»
Salgo del auto mientras sostengo la correa de mi perro y la detallo mientras camino; lleva un traje de baja categoría que se ajusta tanto a su cuerpo, que marca las curvas bien proporcionadas típica de una mujer latinoamericana.
—Vamos niña mi reloj —hablo.
—Yo… es que… —tartamudea aumentando mi ansiedad.
«Huele a jazmín y shampoo barato pero delicioso»
—Mi reloj muchachita no tengo todo el día —pido exasperado.
—Lo perdí —suelta y la cabeza comienza a dolerme.
Me acerco a ella de manera retadora y veo como da dos pasos hacia atrás asustada. Está descalza y su poca estatura me hace ver muy grande cuando me acerco.
—¿Sabes cuánto cuesta ese reloj? —le pregunto y niego con la cabeza.
Brahin intenta decir algo, pero le hago señas para que se calle.
—No tengo idea —susurra temerosa.
—Bueno, vas a tener que ir sabiendo porque ahora tendrás que pagarlo, nadie te manda a dar de ratera —la amenazo.
—¡No soy una ratera! —se queja subiendo la mirada.
«Descarada»
—No, entonces tú solo estaba corriendo porque te creías deportista y mis hombres eran tu competencia, por favor —bufo
Traga grueso sin poder contestar.
—Revísala —demando logrando que los escoltas hagan lo suyo.
Patalea y se queja pero deja que lo haga para darnos cuenta que no lo tiene.
«Ahora tendrá que pagarlo»
—Se cayó del bolso mientras corría —explica con los ojos llorosos.
«Hacen mierdas y luego se quejan»
Le hago señas a Lucian para que la lleve a su casa y también le doy la orden a los escoltas de que encuentren el maldito reloj.
—¿A dónde me llevan? —pregunta cuando la gente de mi hermano la suben al auto y no puedo evitar detallar el marrón de sus ojos.
«Tiene la piel trigueña, como si hubiera llegado recién a Florencia»
—A tu casa, te buscaré para que me pagues la deuda —demando tomando a Aston y subiendo sin más a mi camioneta.
«¿Dónde he visto a esta extranjera?»