Capítulo 2

3118 Palabras
Narra Sara Entramos al comedor; la mesa está puesta de forma impecable, cada tarjeta de lugar está escrita con una caligrafía elegante. Mi asiento está entre Chris y el profesor Walton, que insiste en que lo llame Rick, frente a Liam, que se queda atascado en el otro extremo, junto a Darla. A medida que nos sentamos, la tensión aumenta y el aire se espesa con cada tintineo de los cubiertos sobre la porcelana fina. —Pásame la salsa de arándanos, ¿quieres? —la voz de Darla corta el silencio, sus palabras están dirigidas a mí, pero sus ojos están fijos en Liam, que está encorvado en su silla, luciendo como un invitado reacio. —Por supuesto, señora Walton —digo, pasando el cuenco a la otra persona, intentando ignorar la forma en que frunce los labios cuando me mira. Ha dejado claro, sin decir mucho, que no cree que yo sea lo suficientemente buena para su hijo. Y, por extensión, para su familia. Miro a Liam y lo pillo mirándome fijamente, con un indicio de algo ilegible en su mirada. ¿Es simpatía? ¿O es un malestar compartido? Su presencia parece atraer toda mi atención, como un imán que tira en contra de mi buen juicio. —Gracias, Sara—Darla asiente mientras toma la salsa, aunque su agradecimiento suena más a evaluación que a gratitud. —Todo se ve encantador, señora Walton —intento entablar una conversación, pero mi cumplido queda suspendido torpemente en el aire y es recibido con un breve asentimiento antes de que Darla dirija su atención a otra parte. Liam se remueve en su asiento, su desinterés en lo que sucede es palpable. Come un poco de comida, intercambia pocas palabras con quienes lo rodean y responde a las preguntas con monosílabos. Su comportamiento sugiere que preferiría estar en cualquier otro lugar menos aquí, y no puedo evitar preguntarme por qué vino. —¿Alguien quiere más vino? —ofrece Rick, intentando aligerar el ambiente. —Por favor–digo demasiado rápido, esperando que el rojo intenso coloree mis mejillas menos notoriamente y proporcione una distracción de las corrientes subterráneas que se arremolinan debajo de la conversación educada. —¿Segura que no quieres algo un poco más fuerte? —pregunta, lanzándome una media sonrisa. —Ella está bien— murmura Chris. Pero no me molesta la pregunta... de hecho, ese pequeño intercambio se siente como la interacción más genuina que he tenido en toda la noche. Y a pesar de los nervios, la desaprobación y la tensión, me siento agradecida por la presencia de Liam: es un salvavidas en un mar de pretensiones. La conversación inevitablemente gira en torno a las clases y las calificaciones de Chris, que parecen ser lo único que le interesa a Darla. Él les cuenta a Darla y a Rick todo sobre sus clases y quiénes son sus profesores favoritos... luego comienza a filosofar sobre Nietzsche. Veo que Liam pone los ojos en blanco. Luego ve que lo estoy mirando y comienza a mirarme. Sus ojos se dirigen a Chris por una fracción de segundo antes de interrumpir en voz alta a su hermano menor. —Sara, ¿dijiste que ibas a obtener un título en inglés? Trago saliva con fuerza y ​​miro a la familia de Chris, que está horrorizada. Darla parece estar lista para estrangular a Liam, aunque Rick se ríe en voz baja. —Sí —digo con voz aguda y aguda—. Literatura inglesa, en realidad. —¿Qué período? —Los clásicos —sonrío—. Brontë, Austen, Braddon… Me encantan las autoras del siglo XIX. —¿Cuál es tu novela favorita?— pregunta Liam. Me sonrojo, consciente de que voy a sonar inmadura, pero no tengo la impresión de que a Liam le importe. —Sé que puede sonar a cliché, pero... Jane Eyre. —Brontë—asiente con un destello de aprobación en los ojos—.Un cuento clásico de fortaleza frente a la adversidad. No es una tontería en absoluto. —Jane es resiliente—digo, sintiendo que una calidez crece en mi interior—.Se mantiene fiel a sí misma, a pesar de todo. –La resiliencia es un rasgo admirable— responde Liam. —Y las hermanas Brontë eran increíblemente resilientes —asiento, sintiéndome más cómoda con el tema—. La forma en que lucharon por hacer lo que amaban, incluso en un mundo que parecía desafiarlas a cada paso... Me encantaría dedicar mi vida a contar su historia y apoyar su trabajo. Me intriga mucho la forma en que hablan sobre la clase social y el trauma... —Hablando de eso —interviene Rick, desviando su mirada de Liam a mí—¿cuáles son tus planes después de obtener tu título en inglés, Sara? Respiro profundamente y me preparo para el discurso que ya me resulta familiar. —Espero poder hacer un posgrado. Mi mejor amiga y yo tenemos planes de solicitar el ingreso en el Trinity College de Dublín. Llevamos años soñando con mudarnos a Irlanda. Con el tiempo, me gustaría dar clases. —¿Enseñar? —repite Darla, con un tono que mezcla escepticismo y condescendencia—. Pero ¿no preferirías quedarte en casa y formar una familia? —sus ojos me escrutan como si estuviera evaluando mi valía para un papel tan tradicional. Chris interviene antes de que yo pueda responder, su voz tiene un tono cortante que atraviesa la sala. —Debería pensarlo bien, sobre todo porque sus notas no son muy buenas. Me quedo sentada allí por un momento, aturdida. El comentario me apuñala el pecho como un picahielos. Él sabe lo duro que he trabajado, las dificultades que he tenido con mis clases de matemáticas y ciencias... cómo puedo ser un alumno con excelentes calificaciones.Estudiante de todas las áreas literarias, pero fracasado en todo lo demás. Sus palabras quedan suspendidas, pesadas, y siento que el rubor me sube por el cuello. La habitación parece encogerse y me estoy ahogando bajo el peso de sus miradas y juicios. Necesito escapar. —Disculpe —murmuro, empujando la silla hacia atrás tan bruscamente que las patas rozan ruidosamente el suelo de madera pulida. Todas las miradas están puestas en mí, pero no me importa. Sólo necesito un poco de aire. Paso junto a la mesa del comedor, decorada con mucho esmero, ignorando los murmullos que se oyen a mis espaldas y me deslizo por las puertas corredizas que dan al jardín. El frío glacial de noviembre me muerde la piel en cuanto salgo y me abrazo con fuerza. Las ráfagas de nieve comienzan a arremolinarse a mi alrededor, danzando en la tenue luz que se derrama desde la casa. Los inviernos de Boston no son divertidos y me arrepiento de no haber cogido mi abrigo, pero no lo suficiente como para volver a entrar. El frío me atraviesa el jersey, pero de algún modo me hace sentir bien, me hace sentir anclado en el mundo. El frío me despeja la mente y atenúa el dolor de las palabras de Chris. Con cada respiración que tomo, el aire gélido llena mis pulmones, ofreciendo un fuerte alivio de la atmósfera sofocante que dejé atrás. Observo cómo la escarcha comienza a formar delicados patrones en la barandilla de la terraza, brillando bajo el suave resplandor de la luz del porche. —Sara. Me estremezco al oír mi nombre, pero no me doy la vuelta, convencida de que es Chris. No estoy lista para enfrentarlo, todavía no, con sus palabras todavía resonando en mis oídos, un dolor sordo en mi pecho. En cambio, miro hacia el patio oscuro, donde las sombras de los árboles desnudos se balancean suavemente con el viento. Pero entonces, una calidez se extiende por mis hombros, ahuyentando el frío cortante. No es la calidez que espero, la que viene con palabras duras o una disculpa forzada. Esto es diferente. Es lala pesada comodidad de un abrigo sobre mí, la tela pesada y protectora. El tacto enciende algo desconocido dentro de mí, un destello de algo parecido a esperanza (o tal vez solo sorpresa) que envía una onda a través del entumecimiento que he sentido desde que comenzó la cena. —Pensé que podrías necesitar esto—dice una voz, una voz que no es la de Chris. Mi corazón se acelera por un instante cuando registro el hecho. Lentamente, me doy vuelta y veo a Liam parado allí, con las manos apartadas del lugar donde había colocado el abrigo a mi alrededor. Su presencia es inesperada, como en una escena de una obra de teatro en la que el actor principal ha sido reemplazado de repente y sin previo aviso. Se aparta un poco, dándome espacio, pero lo suficientemente cerca como para que pueda ver la seriedad en sus ojos. —Gracias —digo, con la voz más firme de lo que me siento. Es extraño; somos prácticamente desconocidos, pero su simple acto de amabilidad me parece más íntimo que todas las conversaciones vacías que he tenido esta noche. Liam se retira y creo que me deja con mis pensamientos, pero luego vuelve a salir con una copa de vino en la mano. —Y olvidaste esto. —Bien —murmuro, con una pequeña sonrisa en los labios a pesar del frescor del aire vespertino. Cuando le quito el vaso, me doy cuenta de que me tiemblan un poco los dedos. No sé si es por el frío o por el torbellino de emociones que se arremolinan en mi interior. —Gracias —las palabras parecen insuficientes, pero son todo lo que tengo. Inclino la copa hacia atrás y dejo que el vino tinto se deslice por mi garganta, un bálsamo temporal para aliviar el dolor de las palabras cortantes de Chris y el escrutinio frío de Darla. El líquido es intenso y rico, un marcado contraste con lo agotada que me siento. Parpadeo mientras Liam se ríe, un sonido bajo y resonante que parece demasiado genuino para la fachada de perfección que impregna la casa de los Walton. —Sabes —dice, con un tono de desafío mezclado con sinceridad—. Yo también odio estas reuniones familiares. Levanto las cejas con sorpresa y siento curiosidad por este hombre que se atreve a decir lo que piensa con tanta libertad. Es la antítesis de todo lo que esperaba del mundo de Chris. —Entonces, ¿por qué viniste? Se encoge de hombros. —Es el único día del año en que veo a mi padre y a mi hermano… y a mi madre le rompería el corazón si pensara que estoy abandonando al resto de mi familia. Así que vengo aquí, sufro durante la cena y me voy. Enjuago, repito. —Ah —digo, sin saber muy bien cómo responder. En realidad no tengo un punto de referencia para esto; mi familia es grande, amable y acogedora. A veces pueden ser un poco excesivos, pero los amo. —Y por si sirve de algo— añade, mirando hacia la casa antes de volver a mirarme a los ojos–. Eres demasiado buena para Chris. La declaración me cae como un jarro de agua fría, me sorprende y me da un vigor inesperado. Por un momento, me quedo sin palabras, sin saber cómo responder a una honestidad tan cruda. No es algo a lo que esté acostumbrada, especialmente esta noche, cuando no me he sentido lo suficientemente bien. Pero viniendo de Liam, este extraño al que no parece importarle encajar en la imagen prístina de la familia Walton, su declaración resuena en lo más profundo de mí. Es como si viera algo en mí que yo misma he estado demasiado ciega o he tenido demasiado miedo de reconocer. —Gracias —murmuro, mientras me coloco un mechón de pelo detrás de la oreja. El frío empieza a filtrarse a través de mi vestido y me hace temblar, pero hay algo en la presencia de Liam que me ofrece una extraña calidez. Él asiente y me mira con una intensidad que resulta a la vez desconcertante y emocionante. —Eres más inteligente de lo que crees, Sara. Me di cuenta por la forma en que hablaste de esas novelas–su voz es baja y sincera, como si estuviera compartiendo un secreto destinado solo a mí. Me desconcertó su comentario, no estoy acostumbrada a elogios tan directos, especialmente sobre mi inteligencia. —¿En serio?—pregunto, sintiendo que el rubor sube por mis mejillas a pesar del frío en el aire. —De verdad —confirma con una media sonrisa que no llega a sus ojos pero que aún así consigue remover algo dentro de mí. Nuestras respiraciones se mezclan en el aire gélido, bocanadas blancas visibles nos acercan en el vasto y nevado patio trasero de los padres de Chris. Los copos comienzan a caer con fuerza desde el cielo nocturno, una suave cascada que nos cubre los hombros y el cabello. Miro a Liam y lo veo mirándome. Su mirada se demora con una curiosidad que parece estar desvelando capas que ni siquiera sabía que tenía. Hay una carga en el aire entre nosotros, un reconocimiento tácito de algo más que una simple antipatía compartida por la cena de la que escapamos. —Nieve —digo sin convicción, rompiendo el silencio momentáneo mientras observo los copos depositarse en su espeso y rizado cabello n***o. —Sí —concuerda suavemente, sin apartar sus ojos color avellana de los míos—. Es la primera nevada de la temporada. Hay una belleza silenciosa en la forma en que los copos de nieve se enganchan en sus pestañas, en cómo parecen brillar contra el fondo de la noche oscura. El frío me muerde la piel, pero al estar tan cerca de Liam, casi puedo olvidarme del frío y, en cambio, me dejo llevar por la calidez del momento. —¿Tengo algo en la cara? —pregunto, las palabras salen a borbotones mientras no puedo evitar notar la intensidad de su mirada, que no se fija en mis ojos, sino ligeramente más abajo. —Ah, sólo un poco de vino... ahí —murmura Liam, su voz baja y de alguna manera íntima en el silencio de la nieve que cae. Se acerca lentamente... deliberadamente, y siento una pequeña sacudida de sorpresa cuando su pulgar roza mi labio inferior. Hay una delicadeza en su tacto que contrasta marcadamente con la asperezade su actitud, tan diferente ahora de cuando nos sentamos en esa mesa. El momento queda suspendido entre nosotros, cargado de una energía que cruje más fuerte que los suaves susurros de los copos de nieve al caer. Me encuentro incapaz de moverme, atrapada en la profundidad de sus ojos color avellana, que parecen sujetarme con la misma firmeza que su mano en mi rostro. Y luego él se acerca... y yo me acerco más a él... Y me besa. Mi mente corre, disparando advertencias y alarmas, pero todas quedan ahogadas por la absoluta inmediatez de este contacto, esta declaración audaz hecha sin decir una sola palabra en voz alta. Es un beso que parece cuestionar y responder todo a la vez, dejándome sin aliento y deseando el espacio donde nuestras respiraciones se mezclan y el calor florece a pesar del frío que nos rodea. Mi corazón late con fuerza contra mi pecho como si quisiera liberarse, cada latido refleja la intensidad de los labios de Liam sobre los míos. No se parece en nada a lo que he experimentado con Chris: es crudo y exigente, una conversación silenciosa en la que cada roce de piel se siente como un párrafo, cada jadeo como un signo de puntuación en una historia que se escribe en tiempo real. El beso de Liam enciende un fuego dentro de mí que ni siquiera sabía que estaba esperando una chispa, y estoy perdida en la sensación, todos los pensamientos de decoro se desvanecen por esta conexión innegable. Mi cuerpo responde con un fervor que coincide con el suyo, las manos encuentran su camino hacia sus hombros, aferrándose como si él fuera la única cosa sólida en un mundo que de repente se inclina sobre su eje. Pero la realidad se entromete en la forma de la puerta que se abre con un crujido detrás de nosotros y nos separamos bruscamente, como dos imanes que se repelen por una fuerza invisible. Allí está Chris, enmarcado por la cálida luz que se derrama desde el interior, con una mirada confusa y ligeramente apenada. —Sara —dice, su voz contrasta marcadamente con el pesado silencio que nos envolvía a Liam y a mí— ¿Puedes volver adentro, por favor? Lo siento. La disculpa flota torpemente entre nosotros, una pálida imitación de la intensidad que hace apenas unos momentos me había consumido. Asiento en silencio, todavía conmocionada por el beso, el sabor del vino y algo indefiniblemente Liam que persiste en mis labios. Lancé una última mirada a Liam y en esa fugaz conexión se desencadenó toda una conversación. Sus ojos, oscuros e inescrutables, sostuvieron los míos con un peso tan embriagador como el vino que me había traído. Tengo que salir de aquí. Con esfuerzo, aparto la mirada de la suya y doy un paso hacia Chris. El aire frío se hace más intenso de repente y me muerde la piel donde antes había estado el calor de Liam. Los copos de nieve, suaves hace un momento, ahora parecen picar cuando caen sobre mis mejillas, recordándome la realidad que debo afrontar. –Volvamos adentro–me oigo decir, mi voz más firme de lo que me siento. Chris asiente y me toma la mano, pero yo meto ambas manos en los pliegues del abrigo que Liam me ha dejado sobre los hombros. Es una barrera, un escudo contra la confusión que amenaza con abrumarme. Mientras volvemos a entrar en la casa, el sonido de nuestros pasos amortiguado por la nieve recién caída, no puedo evitar sentir que algo importante ha cambiado dentro de mí. La mesa del comedor se siente como un campo de batalla cuando vuelvo a sentarme en mi lugar, la sensación de los labios de Liam está grabada en mi memoria con tinta permanente. Mi corazón todavía late con fuerza y ​​cada mirada hacia él me provoca otra sacudida. Cuando salimos por la noche, él toma mi mano en un apretón que es un poco más que amistoso y me dice que tengo un futuro brillante por delante. Y no puedo evitar preguntarme si ese futuro es con Chris... o si es con el hombre que ni siquiera sabía que existía hasta esta noche.
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