Narra Sara
Voy a conocer a la familia de mi novio y sé que es importante... ¿por qué no puedo sacarme esta sensación de pavor de la boca del estómago?
Chris me rodea la muñeca con la mano con demasiada fuerza y me hace pasar por el umbral de la casa de sus padres.
—Te van a encantar—dice, pero es más una orden que una promesa.
—No puedo esperar —respondo con una sonrisa que parece impresa en la cara. Él no se da cuenta, o tal vez no le importa; no lo sé porque siempre está tan concentrado en sí mismo.
Entramos y, de inmediato, me invade el calor de la casa, el olor a salvia y pavo asado que se mezcla en el aire. Es reconfortante, pero me siento como una intrusa en esta escena de perfección doméstica.
— Cariño, no te quedes ahí parada —Chris me empuja hacia la sala de estar.
No pasa mucho tiempo hasta que los padres de Chris se dan cuenta de que estamos aquí y su madre sale emocionada de la sala de estar. La madre de Chris, Darla, es el epítome de la elegancia, cada uno de sus gestos calculados y suaves, un marcado contraste con mi propio nerviosismo. Ella le sonríe a Chris, sus ojos se detienen en él con un orgullo maternal que parece llenar la habitación.
—Christopher, cariño —me susurra antes de mirarme con mesura—. Y tú debes ser Sara.
—Un placer conocerla, señora Walton —le digo, extendiéndole una mano que ella aprieta con fría firmeza.
—Llámame Darla, querida—su sonrisa no llega a sus ojos mientras me observa, fijándose en mi vestido de segunda mano y en el cabello rubio que cae en ondas desordenadas por mi espalda.
—El profesor Walton y Chris me han contado mucho sobre ti— ofrezco, tratando de romper el hielo mientras miro al padre de Chris.
El profesor Rick Walton asiente y su actitud académica se suaviza por un momento.
—Sara es uno de nuestras estudiantes de inglés más brillantes— dice, pero su elogio suena como un veredicto a la espera de ser revocado en este tribunal de juicio familiar.
—Licenciatura en inglés —murmura Darla, casi para sí misma, con una nota en su voz que sugiere que quizá debería haber elegido algo más lucrativo, más impresionante.
Antes de que pueda pensar en su comentario, la puerta principal se abre de nuevo y entra alguien a quien nunca había visto antes, pero que me resulta familiar. Es más alto que Chris y su presencia parece dominar el lugar.
Sus ojos color avellana tienen motas doradas que captan la luz, y hay algo salvaje en su cabello n***o y rizado que sugiere que pasa mucho menos tiempo frente al espejo que Chris.
—Siento llegar tarde —murmura, con una voz profunda y, de algún modo, acogedora y distante. Tiene un leve acento, pero no logro identificarlo.
—Ah, está bien, Liam —dice Darla mientras la temperatura de la habitación baja unos grados—. Sara también llegó tarde.
—¿Quién es ese? —susurro en voz baja, ignorando el comentario sarcástico de Darla hacia mí.
—Mi medio hermano —Chris pone los ojos en blanco y la tensión atraviesa el aire cálido, tan espesa que podría rivalizar con el pavo de Acción de Gracias como pieza central.
—No sabía que tenías un hermano —le murmuro a Chris, sintiéndome un poco traicionada por la omisión. Llevamos un año saliendo; realmente creía que sabía todo lo que había que saber sobre él.
—No importa —murmura, dándome un apretón en la muñeca que empiezo a darme cuenta de que no es para nada cariñoso—. Como dije... es mi medio hermano. Solo lo vemos en Acción de Gracias.
Miro a Liam, que se está quitando la chaqueta y deja al descubierto una camiseta sencilla que se ajusta a su torso de la forma adecuada. Su marcada mandíbula se ve acentuada por una barba de las cinco que habla de un hombre al que no le importan las primeras impresiones, o cualquier impresión en absoluto.
—Oye —dice Liam, y sus ojos se encuentran con los míos por un segundo demasiado largo antes de darse vuelta para colgar su abrigo.
—Hola —respondo, con voz pequeña en la habitación repentinamente llena.
No con otras personas, supongo... sólo la energía de Liam.
Es como si no pudiera respirar ahora que está aquí.
—Sara —Chris me da un codazo, lo que me impulsa a sacudirme la niebla que la repentina aparición de Liam ha arrojado sobre mí.
—Lo siento, me quedé en blanco por un momento—le ofrezco una sonrisa forzada, pero miro de reojo a Liam. Está examinando la habitación, con el ceño fruncido como si estuviera midiendo el espacio o quizás el tiempo que tiene que soportar dentro de él.
—Vamos a comer —Darla aplaude, sus ojos se mueven de Liam a mí, evaluándome, juzgándome. No le he tomado cariño desde que llegamos. Tal vez siente que no soy lo que ella imaginaba para su hijo perfecto.