Las zancadas largas de Valentino, quien estaba hecho una furia, se dirigieron hacia la piscina donde Atenea tomaba el sol con su amiga. Al llegar, él presenciaba a un hombre masajeando deliberadamente el cuerpo de su prometida, quien seguía con la cabeza apoyada en la tumbona, recibiendo el sol y el masaje que la relajaba.
Atenea sabía que Valentino la observaba desde lejos, probablemente con ojos destilando fuego; sin embargo, no se inmutó y el hombre continuaba masajeándola hasta que ella le diera la orden de detenerse. Esto enfureció aún más a Valentino al ser ignorado.
—¡Atenea! —exclamó él con voz embravecida, dirigiéndose hacia ella—, ¿qué crees que es este comportamiento dentro de mi mansión? —le reclamó plantado frente a ella, tapándole el sol que iluminaba su cara.
—Por favor, Valentino, hazte a un lado, me estás cubriendo el sol —dijo ella calmadamente—. ¿Por qué gritas tanto? Solo sirves para hacer escándalo. Pensé que estabas descansando con tu amante.
—Lo haces a propósito, ¿verdad? —la tomó del brazo y la levantó de la tumbona bruscamente—. ¡No permito este comportamiento dentro de mi mansión!.
—¡Oye! —Layla se levantó inmediatamente y soltó el agarre de Valentino—. ¿Quién te crees que eres para tomarla de esa manera? Solo estamos tomando el sol. Así que no tienes nada que reclamar cuando estás con tu amante dentro de tu habitación.
—Esto no tiene nada que ver contigo —espetó él fríamente, y Atenea rió.
—No tiene que ver conmigo, pero a quien estás ultrajando en este preciso momento es a mi amiga, y no te lo voy a permitir —bramó ella firmemente.
—¿Ahora cuál es el problema? —preguntó Atenea serenamente, quitándose los lentes de sol—. ¿Por qué simplemente no puedes dejarme en paz, Valentino? ¿Cuál es el pecado? Solo estoy tomando el sol y recibiendo un masaje.
—¿Tomar el sol es dejar que otro hombre te ponga las manos encima tan descaradamente? —esbozó una sonrisa desdeñosa—. Eso solo me confirma que eres una...
Antes de que Valentino terminara la palabra, Atenea le dio una fuerte bofetada que incluso volteó su mejilla, dejando a todos los presentes atónitos, incluso a Lirio, quien estaba llegando detrás de Valentino.
—¡Cómo te atreves! —exclamó Lirio molesta, apartando a Valentino y empujando a Atenea por el pecho—. ¡Insolente sinvergüenza! ¡Solo te comportas como una ramera!.
Al decir eso, Layla no pudo contenerse más y tomó a Lirio por los hombros, empujándola en la piscina y dejando a los presentes sorprendidos por tal acto.
—¡Lirio! —Valentino reaccionó de inmediato, metiéndose en la piscina para socorrer a su amante, quien parecía ahogarse al no saber nadar.
Atenea cruzó los brazos sobre su pecho, observando la escena expectante sin mostrar ningún ápice de sentimiento ni expresión en su frío rostro. Layla también presenciaba la escena sin inmutarse, al igual que los subordinados presentes, Martín y Soledad, quienes se hicieron presentes junto a otros sirvientes debido al escándalo que resonó por toda la mansión.
Valentino, como pudo, sacó a Lirio del agua, colocándola a la orilla de la piscina mientras ella tosía agua sonoramente con toda su ropa empapada, al igual que Valentino con su fino traje mojado.
Algunos sirvientes trajeron toallas y envolvieron a Lirio. Al verla recuperada, Valentino se levantó y se dirigió a Atenea con zancadas largas, lanzándole una mirada mordaz y dura.
—¿No les da vergüenza? —increpó con los dientes apretados—. Tú y tu amiga no son más que unas inmaduras. ¡Mira lo que le hicieron a Lirio! ¡Ella no sabe nadar!
Atenea suspiró, cansada del constante reclamo y de que el mismo problema proviniera siempre de la misma persona.
—Fui yo quien la empujó por tratarla de esa manera, Valentino —interfirió Layla con molestia—. ¿No eres tú otro inmaduro aquí? Vienes a hacerle reclamos solo por un masaje, lo que deja claro que el único que parece no tener control sobre sus acciones eres tú —miró brevemente a Lirio, aún en la orilla de la piscina como un cordero asustado—. Deberías agradecer que esta falta de respeto y humillación no ha sido reportada a los señores Volkov, porque aquí quien debería ser prioridad es tu prometida, no tu amante que solo se hace la víctima.
—No eres nadie para decirme qué tengo y no tengo que hacer con mi vida —contestó toscamente—. No quiero que te vuelvas a meter con Lirio, Layla, y lo mismo para ti, Atenea; ella es mi mujer.
—Bueno, si ya terminaron con este show, me voy, estoy cansada —intervino Atenea sin ánimos—. Vamos, Layla, ni siquiera se puede tomar un buen bronceado en esta mansión.
—Tú no vas a ningún lado —Valentino la detuvo por el brazo—. Que sea la última vez que pones una mano encima, mocosa; a la próxima, no respondo por mis acciones poco caballerosas.
—¿Y qué se supone que debería hacer? ¿Llorar por tu absurda amenaza? —inquirió con una ceja enarcada—. Déjame decirte algo, Rizzo, no te voy a permitir que me insultes, así que bien merecida tienes la cachetada. Yo no me meto en tus asuntos con tu amante, así que no te metas en los míos. Y si vuelves a intentarlo, no dudaré en responder de la misma manera e incluso peor.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —Clodan, el padre de Valentino, irrumpió en medio de la situación —¿Qué es todo este alboroto?
—Suegro —Atenea se liberó del agarre de su prometido y se dirigió a su suegro con un rostro triste —. Lamento que presencie todo esto; hubo un altercado con Valentino y su amante, pero no se preocupe, no fue de mucha importancia.
—¿No fue de mucha importancia? Este tipo no hace más que lanzarte insultos —intervino Layla —. Señor Clodan, con todo el respeto que se merece, no me parece adecuado el comportamiento tan déspota y grosero de su hijo Valentino. Solo provoca escándalos innecesarios por esa mujer.
—¿Qué significa esto, Valentino? —su padre se dirigió a él con voz severa —¿Y qué hace Lirio Moretti en la mansión? Explícame esto de una vez por todas.
—No tengo nada que decir —respondió él, dirigiéndose a Lirio para ayudarle a levantar —. No permitiré que estas dos mujeres se metan con Lirio y actúen de manera desvergonzada en esta mansión. Ya hemos hablado de esto, padre, acepto todas tus demandas, pero con una sola condición, cumple con tu parte.
Dicho esto, se marchó con Lirio, quien temblaba de frío. Con una mano sobre sus hombros, Valentino la ayudó a caminar hasta dentro de la mansión, mientras Layla lo fulminaba con la mirada y Atenea tenía la atención puesta en su suegro.
—Señor Clodan, ¿de qué está hablando su hijo? ¿Cuál es la condición de la que habla? —preguntó Atenea, extrañada.
—Precisamente de eso quería hablarte —el hombre suspiró, aflojando la corbata de su saco soltando un suspiro cansado —. Valentino aceptó casarse contigo y llevar a cabo el contrato con la condición de que esa mujer estuviera a su lado, ya que siempre le he demostrado mi descontento con esa relación.
—Vaya, debe amar mucho a esa mujer —bufó Layla.
—Así que es eso —pronunció Atenea pensativa.
—¿Tendrías algún problema con eso? —le preguntó su suegro.
—Ah, no, por mí no se preocupe, suegro, sabe que no interfiero en la relación de Valentino aunque sea un poco fuera de lugar esta situación. Lo que me preocupa es que todo esto vaya a ser un escándalo en todos los medios y llegue a oídos de mis padres; ellos son un poco estrictos.
—Ya he hablado con él sobre eso; esa relación que tiene con Lirio debe estar fuera del público para mantener nuestra imagen por encima de todo. Aunque sea un matrimonio político, se debe mantener la reputación —explicó él —. La boda será dentro de poco; espero que todo esté saliendo bien con los preparativos.
—Todo marcha excelente —respondió Atenea, mientras Layla tenía una expresión de disgusto —. Por cierto, ¿ya ha arreglado todo con mis padres? Bueno, aunque ese ya es asunto de ambas empresas sobre la inversión comercial.
—Ya nos hemos comunicado, y hemos preparado una junta directiva; todo va de acuerdo a lo acordado. Solo falta culminar con la boda.
Concluida la conversación, Clodan ingresó a la mansión con la intención de hablar con su hijo. A pesar de ser consciente de que la actitud de este no cambiaría repentinamente respecto a Atenea, Clodan trata de empatizar y comprenderlo. Su hijo ha mantenido una relación con Lirio desde que su madre falleció por una enfermedad, convirtiéndose en un fuerte apoyo en momentos difíciles y manteniendo una amistad de toda la vida. Sin embargo, la fábrica estaba al borde del colapso, obligándolos a buscar una solución rápida y beneficiosa tanto para los Rizzo como para los Volkov, quienes también se beneficiaban en gran medida.
Aunque son conscientes de que se trata solo de un contrato matrimonial temporal, y Valentino tiene la opción de estar con la mujer que "ama", ¿por qué persiste su odio hacia su prometida? Es una respuesta que solo él guarda en lo más profundo de su ser.
—Atenea, no comprendo cómo puedes mantener la calma después de todo este alboroto. Estoy a punto de enloquecer —expresó su amiga, retomando asiento en la tumbona—. Desearía que esa piscina hubiera tenido pirañas para que se comieran a esa carroñera de Lirio. La detesto.
—Fuiste bastante imprudente al respecto —Atenea tomó asiento a su lado—. Tu acción solo provocó que ese monstruo se enfadara más conmigo.
—¿Y qué querías? No pude soportarlo. Vino aquí a gritarte como si tuviera el derecho siendo solo una don nadie que de amante no baja. Además, te empujó. ¿No la viste? —soltó con frustración y rabia—. De solo recordarlo, me hierve la sangre. Quiero darle su merecido a esa zorra. Se comportaba como una idiota indefensa y tonta. No la soporto.
—¿Ya terminaste?.
—Sí.
—Ya te dije, Layla, no te dejes llevar por ellos. Eso es lo que quieren —dijo ella, recostándose de nuevo en la tumbona—. Mente fría y ovarios bien puestos para que nadie te joda. Siempre te lo he dicho.
—¿Qué planeas hacer? Tu calma me da un poco de miedo, ¿sabes?.
—Estoy tratando de buscar los puntos débiles de mi enemigo —sonrió, volviéndose a poner los lentes de sol—. Creo que he encontrado uno.
—¿Aparte de ser esa zorra de su amante?.
—No, esa me tiene sin cuidado —bufó—. No conozco bien la historia que hay entre ambos, pero la sabré, y mediante eso podré saber por dónde atacar. Lo que pienso hacer ahora es un acuerdo que ambos vamos a firmar.
—¿Qué clase de acuerdo? —inquirió su amiga con una ceja enarcada.
—Ya verás. Pronto te lo diré. Solo deja que arme las piezas de mi rompecabezas —esbozó una sonrisa torcida —. Cuando yo, Atenea Volkova, ataco a un oponente, es para derribarlo. Lo tendré bajo mis tacones, así que espera con paciencia. Valentino Rizzo será mío.