Capítulo 1

2065 Palabras
Helena llegó hasta el otro día a su departamento, con zapatillas en mano y el cabello enmarañado, eran las 7 a.m. y caminaba de una forma extraña. Estaba demasiado exhausta y le dolía el cuerpo, apenas entró a su habitación se recostó sobre la cama dispuesta a dormir por todo el día si le era posible, pero Leyna la interrumpió. —¿Cuántos clientes tuviste? —preguntó al ver a su amiga demasiado cansada. Helena alzó su mano y levantó un dedo. Leyna Abrió los ojos, sorprendida. —¿Uno solo te hizo esto? —La señaló sentándose en la cama junto a ella—. Alexander Vance —atinó a decir. Helena soltó un puchero y escondió su rostro en su almohada respondiendo. —Fue tan intenso —exclamó—. Y extraño. Leyna se paró de la cama negando con la cabeza. —Te dije... extraño es el segundo nombre del señor Vance. —Se tranquilizó al ver bien a su amiga, solo estaba exhausta, así que la dejaría descansar—. Espero y no se te haga costumbre, sabes lo que pasa cuando un cliente se interesa mucho en ti —le recordó, aún que no quisiera Helena tenía que tener ese detalle bien presente. La rubia asintió cabizbaja. —Bruno no puede saber que pasé toda la noche con el señor Vance o me castigará. —Su expresión preocupada hizo que Leyna la mirara con agobio. —Esperemos que no corazón, no puedo verte como la última vez. —Helena escondió de nuevo su rostro entre su almohada y su amiga comprendió que no quería hablar más del tema y lo entendió, era muy delicado para ella revivir lo de siempre. Mientras se encontraba en un sueño profundo, Helena apareció en su niñez, esa etapa que para cualquier niña tendría que ser un hermoso recuerdo para Helena solo fue el inicio de su infierno. No conoció a su madre, pues ella había sido causante de su muerte al darle la vida, era algo que siempre le recordaba su padre, ese señor que la despreció desde su nacimiento. Helena había sido autosuficiente, incluso a la corta edad de 12 años cuidaba de su padre cuando llegaba ebrio y también se encargaba de trabajar para ambos, jamás tuvo una vida fácil, pero nunca se dio por vencida porque soñaba con ir a la escuela y terminar una carrera, tener un buen trabajo y comprarse una casa para ella y su padre, pero Edek Jacov no tenía los mismos planes para su pequeña hija. Una noche de julio su vida cambió, Edek llegó a altas horas de la noche y como era costumbre, ebrio hasta caerse. Levantó a Helena de su cama y empezó a sacar su ropa de los cajones. —¿Qué pasa? —La pobre Helena preguntó restregando sus ojitos somnolientos. Su padre solo dijo "vístete" con voz urgida. La rubia obedeció aún interrogante por la actitud de su padre, cuando ya estuvo lista la tomó de la mano y salió con ella, ya un taxi los esperaba afuera de su casa. Helena sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando el taxi paró en frente del club que frecuentaba su padre todas las noches. FANTESHA, se podía leer en el anuncio de letras de neón al frente de la fachada. Edek salió del auto y se adentró en el club junto a Helena dirigiéndose hasta un lugar cerrado donde las luces, y la música ruidosa no se percibirán tanto. Sentado en una enorme silla ya hacia un hombre de piel bronceada y ojos gatunos, apenas miró a la pequeña niña de cabello rubio su sonrisa se volvió aún más amplia. Se puso de pie y se acercó a ella, la tomó cuidadosamente del rostro y la observó de cerca. Su piel era suave y su mirada era perfectamente inocente, una apetecible y adorable niña sin experiencia, era perfecta y más que eso era ahora de él. Helena miró con miedo al hombre, no comprendía por qué la observaba de esa forma, pero no le gustaba para nada. —Aquí esta mi hija, como lo prometí —habló Edek de forma impaciente. —40 mil dolares menos lo que me debes y los intereses. —Bruno caminó hacia su escritorio y sacó un fajo de billetes lanzándolo directamente a la cara de Edek, de inmediato se agachó a recoger el dinero, contando cada billete para asegurarse que estuviera completo y al final sonrió. Helena miró a su padre, preguntándose que era lo que hacían allí. —Ahora le perteneces al señor Bruno, harás todo lo que te diga y si te portas bien, no te tratará mal— Helena miró asustada a su padre y al hombre al frente. Esto tenía que ser una broma, como la dejaría con ese desconocido. —¡No! —exclamó—. No quiero quedarme con ese hombre —suplicó aferrándose al cuerpo de su padre, este la tomó fuerte y la lanzó tirándola al piso. —Tendrás que hacerlo. —Su semblante se endureció—. No te necesito más, deberías dar gracias que no te vendí antes. Con lo poco que me dieron podré vivir en paz y muy lejos de ti. Helena comenzó a sollozar en el piso, su padre le dedicó su última mirada de desprecio antes de irse para jamás volverlo a ver. Bruno la tomó entre sus brazos y la arrastró hasta su habitación, lo único que le pasaba por la mente en ese momento era el abandono del que se decía ser su padre. Pero al alzar su mirada su cuerpo se tensó de puro terror al ver a Bruno desvistiéndose frente a ella. Su primer instinto fue alejarse, chocando con la pared, no tenía escapatoria. Negó una y otra vez para que no la lastimara, pero ni sus gritos ni su llanto lo hicieron detenerse. Con apenas 13 años de edad Helena perdió su pureza en manos del peor ser sobre la tierra y su verdugo hasta ese momento. Despertó de golpe y sollozando, era otra pesadilla, en realidad la única, la que la perseguía desde hace 4 años. Tocó su frente sudorosa tratando de tranquilizarse. Se paró de la cama y fue directo al baño, donde miró su rostro por el espejo que se encontraba sobre el lava manos. Ya no era más la niña de 13 años de aquel entonces, su vida estaba destruida, no tenía esperanzas o aspiraciones en la vida, se habían muerto junto con ella esa noche, la noche en la que Bruno decidió quitarle lo único noble en ella, ahora no valía nada, era un títere el cual manipulaba a su antojo y hacía que otros lo hicieran también. Se humedeció su rostro con agua fría y entró a la ducha esperando que el agua la distrajera un poco, porque de una cosa estaba segura... jamás iba a poder olvidar. Se vistió con ropa más a su gusto y salió de su habitación encontrándose a solas, Leyna había dejado algo de comida en la nevera, después de comerla salió del departamento y lo único que medianamente le había podido sacar una sonrisa, fue encontrarse con su vecino del 5A. Addam jugaba con los hijos de la vecina del 6c, ensoñada lo observó por un instante, su risa podría parecer escandalosa para cualquiera, pero no para Helena, su energía le trasmitía tanta confianza además de que era muy lindo y sus ojos se iluminaban cada vez que lo veía. Con nerviosismo caminó hacia él y sonrió cuando Addam notó su presencia, este dejó de hacer lo que hacía para poner total atención a la chica rubia frente a él. Igualmente sonrió y se miraron sin decir nada por unos segundos eternos. Ambos estaban nerviosos, se notó cuando soltaron una risita incómoda. —Hola Helena —saludó Addam —Hola... —regresó el saludo sin dejar de sonreír. Addam había escuchado mucho de ella, todos la conocían en el edificio y no pudo creer cuando le dijeron que la hermosa y angelical chica rubia era prepago. Pensaba "mírenla" ella no podía trabajar en algo tan horrible, ese hermoso Ángel no podía estar vendiendo su cuerpo, se negaba a creerlo porque lo que sentía por ella lo cegaba totalmente. —Ayer me tuve que ir demasiado rápido y ya no pudimos platicar —dijo Helena mordiendo su labio. —Puedo invitarte un café, si es que te gusta platicar... —dijo rápidamente. Helena sonrió y asintió encantada hasta que su alegría se esfumó por completo a escuchar el tono de su celular. —¿Si? —contestó enseguida, ya que sabía quién era con solo mirar la pantalla—. ¿Ahora?... es mi día de descanso... —Miró a Addam decepcionada—. Sí, entiendo, iré enseguida. —Colgó. —El café tendrá que esperar ¿Verdad? —Addam atinó a decir, soltando un mohín. —Lo siento, el trabajo... Helena en verdad quería pasar tiempo con el chico lindo del 5a, le gustaba demasiado, pero Bruno la había llamado con demasiada urgencia y si no obedecía le podría ir muy mal. Salió del edificio y se encaminó hacia el club. Fantesha era un burdel como pocos en la ciudad. Aún a esa hora muchos chicos y chicas se encontraban ensayando su baile arriba en el escenario, entre los tubos para el show de la noche. Helena había actuado unas cuantas veces, pero Bruno no le había gustado mucho el interés que había despertado en los hombres, era extraño. El tenía una preferencia enfermiza por ella, así que era quien escogía sus clientes, siempre procurando no tenerla trabajando mucho, y no porque se preocupara por ella, claro que no. —Adelante —dijo Bruno al escuchar los golpes en su puerta. —Ya estoy aquí —dijo Helena pasando a la oficina. El moreno se acercó a ella lentamente y la tomó de la cintura pegando su cuerpo al suyo. —Mi querida Helena —susurró sobre su oído. La rubia aguantó la respiración y la repulsión que sentía por su tacto, Bruno se alejó lentamente y de repente tomó sin delicadeza su mentón—. ¿Crees que puedes burlarte de mi pequeña sabandija? —dijo serio aún que sus ojos demandaban furia. Helena tragó grueso, se había enterado. —Así que Alexander Vance te usó toda la jodida noche —dijo cerca de su rostro sosteniéndolo con más fuerza—. ¿Qué te he dicho? —Apretó más su mentón. —¡Ahh! —Soltó un gemido al no soportar el dolor. —Sabes lo que pienso sobre, pasar demasiado tiempo con un cliente— Escupió las palabras soltándola al fin. —El pagó muy bien. —Bruno rio con sarcasmo. Helena sacó el dinero de su cartera y se lo extendió recibiendo como respuesta un manotazo en su mano, haciendo que soltara el dinero y cayera esparcido sobre el piso. —¡Me vale mierda el puto dinero —gritó—. No quiero que nadie te use más de lo necesario. —Golpeó su cabeza con la yema de su dedo—. Eres mía, solo mía ¿no te ha quedado claro eso? Helena bajó la mirada y asintió. —Hasta que te pague la deuda —susurró. Bruno se quedó cayado y suspiró pesado. —¿Cuándo crees que pasará eso?... tu padre te vendió por 40 mil dólares más los intereses de 6 años. —Sonrió burlón. —Si tú dejaras que trabajara aquí, bailando, podría ganar el doble de lo que... —Si recuerdas lo que pasó hace un año ¿verdad? —Helena guardó silencio. Aún recordaba lo que Bruno había hecho con el chico que la frecuentaba diariamente, solo bastó que Aron le declarará sus sentimientos para que lo hallaran muerto al día siguiente. —¿Quieres que vuelva a matar por ti?, porque juro que lo haré. —La tomó de nuevo del rostro para besarla bruscamente, Helena solo pudo aguantar la repulsión que Bruno le causaba, el miedo la mantenía paralizada—. Porque tú y tu puto cuerpo me pertenecen. —La miró con desdén acariciando su cuerpo—. Te diré algo y espero que ahora si sete quede grabado en la cabeza. Solo podrás ser libre cuando ya no me sirvas o yo mismo te mate. ¿Entendido?
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