En el trayecto, la pequeña Isabella se ha quedado dormida, ella no lo sabe, pero Gerardo, ese hombre fiel que ha logrado salvar su vida, la observa con profundo cariño y pena mientras hace el juramento de su vida.
— Le prometo, mi pequeña ama, que de ahora en adelanta velaré solamente por sus intereses y aunque hoy nos tengamos que separar, en un futuro usted volverá a su casa para reclamar todo lo que por derecho le pertenece, que su santa madre y su santo padre me atormenten por el resto de mis días de no ser así.
Después de un par de horas de camino al fin llegan a un reino vecino, Gerardo, de inmediato solicita hablar con la máxima autoridad, lo cual esta petición es denegada por los sirviente del rey Vladimir, pero éste, que deambulaba por el palacio, se entera de su inesperada visita y decido recibirlo, en un acto de compasión y solidaridad, al ver que el hombre cargaba a una pequeña en brazos. El rey pide hablar con él a solas, por lo que sus sirvientes se retiran, Gerardo le explica la situación con lujo de detalles y éste accede a su petición de protección para la infante sin condición alguna.
Gerardo pretende irse sin despedirse de Isabella, pero ella siente que algo ocurre y despierta dejándose llevar por la angustia de perder a la única persona que conoce en el mundo. Gerardo le explica pacientemente que debe quedarse allí y ser una buena niña y otras peticiones más.
— Debes quedarte aquí, cariño
— Pero, Gerardo, tengo mucho miedo, tú no me puedes abandonar aquí, no conozco a nadie en este lugar
— Lo sé, pero también sé que aquí estarás a salvo, porque yo debo volver con tu padrastro
— No quiero quedarme, por favor, llévame contigo, Gerardo
— No puedo, mi niña, ¿Qué más quisiera yo que acceder a tu petición? Pero eso sería llevarte a la boca del lobo y mi deber es protegerte, se lo prometí a tu madre y a tu padre el día en que naciste
— Gerardo, te voy a extrañar mucho, no sé qué voy a hacer sin ti
— Lo que siempre has sido, una buena niña
— Pero es que...
— Mírame — la interrumpe — tienes que prometerme que crecerás y te harás fuerte, además de muy valiente y muy inteligente para que un día puedas regresar al que ha sido tu hogar, sólo así podrás enfrentar a ese hombre tan vil y despiadado
— Te lo prometo, Gerardo, pero para entonces, tú tendrás que ayudarme, o sea que no te puedes morir en mi ausencia
— Viviré por ti, cariño y todos en tu casa te estaremos esperando con esperanza e ilusión, pero ahora me tengo que ir que se me hace tarde.
Luego de un cálido abrazo de despedida, Isabella se queda sola, en manos de ese extraño hombre que ahora la protegerá, ella teme, pero ese desconocido señor la recibe con tanta ternura y comprensión que poco a poco va desapareciendo su temor. Como ahora, la vida de la pequeña está en peligro, el rey decide cambiarle el nombre por mera protección, por lo que le da a elegir alguno.
— Isabella, como mi muñeca que perdí — responde ella con lágrimas en los ojos
— Bien, Isabella, de ahora en adelante yo seré tu protector, puedes contar conmigo para lo que sea que necesites
— ¿Gerardo podrá venir a visitarme?
— Me temo que no, señorita — responde Gerardo, quien se ha quedado tras la puerta escuchando todo, pues no ha podido desapegarse aún de su niña adorada — si alguien me viera con usted, sabrán de inmediato que logró sobrevivir y vendrán a matarla, así que... está es una despedida — dijo quebrándosele la voz
— Te voy a extrañar mucho — ella lo abraza y llora
— Le prometo que un día, usted podrá regresar a casa y poner todo en su lugar, mientras tanto, ocúpese de crecer y aprender todo cuanto pueda, — insiste — para que llegado el día usted pueda recuperar todo lo que por derecho le corresponde, mientras tanto, yo cuidaré de lo suyo y la esperaré en casa, ¿de acuerdo?
— Sí, Gerardo, ahora sí ya me quedó claro, te prometo que un día regresaré siendo fuerte y grande. — responde Isabella limpiándose las lágrimas — Muchas gracias por todo, mi mamá y mi papá siempre te estarán agradecidos desde el cielo
— Y yo con ellos desde la tierra — él besa su mano y se retira dejando a la niña desconsolada
— Isabella, ¿te gustaría conocer el lugar? — pregunta el rey para distraerla de su dolor
— Sí, señor — responde agachando la mirada, entonces él se acerca y se pone a su altura
— Pero no me digas tan feo, ¿acaso me veo tan viejo como para que me llames "señor"?
— No, usted es muy joven, como de la edad que tenía mi papá cuando murió, pero entonces, ¿cómo debo llamarlo?
— Yo soy Vladimir, y todo ésto está a tu disposición a partir de este momento — Isabella se asombra al descubrir que se encuentra en un enorme y hermoso palacio
— ¡Wow! ¿Todo ésto es tuyo Vladimir? ¡No lo puedo creer!
Al continuar con el recorrido, Isabella queda estupefacta al ver la pintura de Vladimir entre los retratos de todos los reyes de esa ciudad.
— ¿Acaso eres un rey? — lo cuestiona
— Así es, Isabella, soy el rey Vladimir I
— ¿Primero? Si hay un primero, debe haber un segundo — piensa en voz alta
— Exacto, mi hijo Vladimir algún día heredará el trono y será nombrado Vladimir II
— ¿Y dónde está? ¿Puedo jugar con él?
— Aunque me encantaría, eso es imposible
— ¿Por qué?
— Porque él vive lejos
— ¿Y a tu esposa no le molestará que yo viva aquí?
— De ninguna manera, mi esposa falleció el año pasado por una enfermedad muy fea
— Lo siento mucho, yo perdí a mi papá por culpa de la guerra, — explicó Isabella — se veía muy guapo con su uniforme de militar, pero un día sólo volvió su cuerpo, parecía que estaba dormido, pero ya nunca despertó y ahora ya no tengo mamá, me he quedado muy sola — el rey se puso en cuclillas para de nuevo, quedar a la altura de la dulce niña.
— Como yo también estoy solo y triste, podemos fingir que tú eres mi hija y que yo soy tu papá, ¿qué te parece?
— Me gusta tu idea, es bueno tener otro papá, pero no como el señor ese que mandó a matarnos a mi mamá y a mí
— Ese no es un buen hombre, pero mejor pensemos en otra cosa, ¿Te parece?
— ¿Y nada más tienes un hijo?
— Así es
— Yo tampoco tuve hermanos, en eso nos parecemos tu hijo y yo
— Eso es cierto, Isabella, como tienes mucho en común con mi pequeña familia
— ¿Eso es bueno o malo?
— Eso nos ayudará a comprendernos mejor
— Ma caes muy bien, Vladimir
— Y tu me pareces una niña encantadora, pero aunque me encantaría seguir platicando contigo, debes dormir aunque sea un poco — sugiere
— No tengo sueño
— Entiendo, pero deberías, por lo menos, conocer tu habitación
— ¿En serio puedo tener una?
— La que tú quieras
— Eres muy bueno, si mi mamá se hubiera casado contigo y no con ese hombre, ella seguiría con vida
— Puede ser, pero no podemos cambiar el pasado — dice el rey mientras la lleva a conocer las habitaciones en la planta alta.
Isabella explora varias habitaciones sin decidir aún.
— Ésta habitación es muy fría y no tiene ventanas — expresa la niña al entrar en una de las habitaciones
— Entonces veamos otra
Luego de ver varias habitaciones sin éxito, Isabella descubre que la que se encuentra al final del pasillo es la adecuada para ella, con una enorme ventana donde los rayos del sol pueden entrar cada mañana. Ella le pide al rey que se quede con ella hasta quedarse dormida, pues tiene miedo y una enorme tristeza en su corazón, además, le aterra la idea de volver a quedarse sola. Al dormirse la niña, el rey se va a descansar también.
Mientras tanto, Gerardo regresa a casa, el enemigo lo espera para que le de noticias de su esposa y su hijastra, pero al ver a Gerardo deshecho, confirma el resultado de su plan, aunque uno de sus súbditos le recomienda asegurarse con sus propios ojos, el desconfiado viudo, hace que Gerardo lo lleve al lugar de los hechos y éste lo hace. Al llegar, todos los acompañantes logran ver la carreta destruida al fondo del barranco, la muñeca de la pequeña puede verse en una de las piedras, y los restos de la ropa de las víctimas entre los restos de la carreta.
— Debió ser muy duro para ti, Gerardo — Gerardo rompe en llanto
— Fue horrible, señor, llegué muy tarde a rescatarlas, — explica — el caballo que quedaba estaba como loco, mi señora estaba siendo arrastrada por este, la niña gritaba suplicando ayuda, cuando logré liberar al caballo, la carrera cayó junto con ellas, ¡perdóneme, señor! — imploraba de rodillas.
— Has sido fiel y bondadoso, Gerardo, sé que hiciste lo que pudiste y nuestra pérdida es infinita, pero te prometo que lograremos la paz
— Sí, señor
— Porque me supongo que seguirás conmigo, ¿verdad? — cuestiona el asesino
— Desde luego, señor, cuente conmigo para todo lo que necesite — responde Gerardo recordando su promesa hacia su niña.
El viudo arroja una flor roja al barranco como símbolo de que la sangre que se derramó esa noche atraería las consecuencias anheladas por su oscuro corazón.