La nariz de Edzel era como la de un sabueso ¿Acaso eso significaba que mi aroma siempre me delataría? Por un instante recordé a Cerbero, ese sentido de reconocer algo con tan sólo olfatearlo.
— Por supuesto, tú tenías la invitación Dime ¿Con qué derecho tomas algo que no es tuyo?
— Con el mismo derecho que tu tiraste el mío.
Él pareció sorprendido. Era seguro que noesperaba esa respuesta de mi parte.
— ¿Quién te lo dijo? ¡No! Ya ni hace falta. Esto es increíble, no puede haber discreción en mi propia oficina, porque la secretaria va de chismosa.
— ¡Eso no tiene mayor importancia! El punto es que tú me ocultaste una invitación a la que yo también tenía derecho de recibir.
Sus ojos azules me miraron con intensidad, apretando con mayor firmeza mis muñecas.
— No tenías que haber
