Luego de tener que abrir las ventanas de mi habitación para que el viento helado hiciera su trabajo, calmé el calor que sofocaba a mi cuerpo. — Ese dictador exhibisionista —refunfuñé, apretando los puños contra la madera de la ventana. En fin, ya no podía seguir perdiendo el tiempo con tales cosas. Ya vería Edzel Erardi. Le enseñaría una o dos cosas por ocultarme lo de la invitación. Buscando en el armario, saqué lo que necesitaba. Ni loca me quedaría a ver como él se paseaba libremente. — Claro ¿Cómo no lo pensé antes? —me dije en la mente—. Seguro era para llevar a su amante —la idea me pareció de lo más desagradable y bajo que él había hecho hasta ahora ¿Acaso planeaba trapear el piso con mi nombre?. Seguro eso quería, por mi cabeza no pasaba otra posibilidad. Pues al demonio ¡Q