Los minutos pasaban, y al parecer nadie se había acordado de esta fecha, bajé la cabeza y miré mis dedos que se movían inquietos sobre la mesa. Resignada y colocando mis manos en la superficie, me apoyé para levantarme.
—¿A quién engaño? Nadie va a venir —me dije a mí misma, procediendo a recoger mis cosas e irme.
—¿Se va tan pronto señorita?
—Sí, lamento haberle hecho perder su tiempo, lo que sucede es que ocurrió un imprevisto y las personas que tenían que venir, al parecer no llegaran.
—Se le ve algo decaída.
—No se preocupe, es algo a lo que yo me he acostumbrado. Buenas noches —me despedí.
Al salir del restaurante, visualicé la noche estrellada, sonreí al recordar a mi padre quién probablemente él hubiera estado feliz aquí, celebrando conmigo esta noche especial.
—Vamos, Brisa,
