De un fuerte golpe que me hizo girar, encontré al Jureck, entrando a mi habitación sin previo aviso. Detrás de él iba la empleada quien no lograba detenerlo. De modo que ya se había enterado del accidente de Lia, eso tenía lógica. — ¡Ugh! Sin darme el suficiente tiempo a reaccionar, sus manos apretaron la. camisa de mi cuello. — ¿Qué le hiciste? —me preguntó con voz áspera y fría—. ¡Qué le hiciste a mí esposa! ¡Por qué ella está malherida en esa cama! — Señor… —su mayordomo estaba detrás tratando de tranquilizarlo, mientras yo apenas podía respirar—. Debe calmarse, no es el momento para… — ¡Me vale tres metros de Mierda si este es el momento o no! — E-espera… —logré articular, mientras veía los ojos cafés del esposo de Lia. En un instante me pareció recordar a unos ojos que m