Quedamos en que no nos veríamos hasta llegado el día de la presentación en Verona, y así ocurriría. Nuestros horarios no coincidían a pesar de la cercanía y el mismo lugar de trabajo, y sinceramente pienso que es lo mejor. Me estoy obsesionando con ella, debo apartarla de mi cabeza como sueños. — Lia, a pesar de este deseo, tengo que odiarte. No puede existir en mi el más mínimo destello de algo que no sea la rabia que acumulé durante todos estos años. Mientras las palabras resuenan en mi cabeza, llega a mi mente el instante en que la hice mi esposa. Vestida de blanco, ella me miraba tímida y algo sonriente cuando tomé su frágil y delicada mano, para susurrarle lo hermosa que se veía, y no era mentira. Su hermosa figura cautivó a mis ojos apenas llegó tras la presencia de su padre.