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CAPÍTULO OCHO Los asistentes abrieron las puertas de roble antiguas y Reece se apresuró a salir del mal tiempo, mojado por el viento azotador y la lluvia de las Islas Superiores entrando al refugio seco de la fortaleza de Srog. Inmediatamente se sintió aliviado de estar bajo techo y cerró la puerta detrás de él, escurriéndose el agua de su pelo y cara, y vio a Srog apresurándose para darle un abrazo. Reece lo abrazó también. Siempre le había tenido cariño a este gran guerrero y líder, este hombre que los había conducido a Silesia tan bien, que le había sido leal al padre de Reece y aún más leal a su hermana. Ver a Srog, con su barba larga, hombros anchos y sonrisa amistosa, le trajo recuerdos de su padre, de la vieja guardia. Srog se inclinó hacia atrás y puso su fornida mano sobre el