Pov Valeria.
Salgo de la discoteca después de pasar unas horas con mis amigas y subo a mi auto algo mareada, ¿qué puede hacer una mujer después de todo lo que le está pasando? Realmente quiero ser fuerte, tomar una decisión clara a esto, pero me siento tan débil y sola que solo puedo tomar una botella de vodka para aliviar las enormes ganas que tengo de morirme en este preciso momento.
«Es inmaduro lo se», pero es lo único que me alivia el sentimiento de desprotección que siento. Como me gustaría hablar con Paula, es una de mis mejores amigas en la editorial, pero no quiero arruinar la tranquilidad que se que ahora tiene en su vida.
Conduzco a casa con los ojos azules empañados producto del licor que ingerí mientras pienso en denunciar a William por violación. Eso sería la solución a mis problemas, pero también estoy consciente de el poder que tiene y que comparado con él yo no soy nadie, solo soy la esposa sumisa que tiene en su casa de adorno.
Me estaciono en un semáforo y restriego mi rostro con las manos para después tomar el móvil. Una ventana de notificación se despliega y enseguida la abro cuando me doy cuenta de quién se trata.
«Mi querido esposo».
Sale en una revista con Laura a su lado. Frunzo el ceño y aprieto los labios tratando de contener la rabia que me genera esto, la rabia que me genera que está haciendo pública su relación sin importarle que aún esté casada con él.
«No tiene respeto»
Busco su número y comienzo a llamarlo, pero enseguida me salta al buzón. Le envío un mensaje insultandolo y diciéndole lo muy degenerado que es y luego conduzco hasta una cafetería.
«Tengo que tomarme algo para bajar esta embriaguez»
Apenas me estaciono en la calle, me bajo con la bolsa en mi mano izquierda. Aliso mi vestido y acomodo mi cabello que está hecho un asco, para después mirar a todos lados y entrar con premura a la cafetería.
«Siento que me están observando»
Habitualmente la cafetería a esta hora está vacía, así que hay varias mesas solas. Me siento en una y miro la carta que me entregan inmediatamente un mesero.
—Me trae un café doble por favor y un capuchino…—Observo los panecillos dulces que hay en el menú—, y también una docena de panecillos de estos.
Se la entrego con una sonrisa y saco un libro de uno de mis escritores para evaluar cómo quedó después de la corrección; veinte minutos después, el mesero me deja la orden. Tomo el café n***o y lo comienzo a ingerir mientras paso las páginas lentamente, sintiendo como el efecto del alcohol abandona poco a poco mi cuerpo. Ya más relajada, tomo el capuchino y lo ingiero más rápido junto con los panecillos, ya que está tibio. Me como todo desesperada sintiendo como si alguien me estuviera mirando, pero vaya, cualquiera me puede estar mirando hay varias personas a mi alrededor.
—Chico —subo la mano para llamar al mesero—, la cuenta por favor.
No obstante, enseguida trae la tarjeta con la cuenta. Rebusco con una sonrisa en mi bolso algo de efectivo pero cuando me doy cuenta…
«No hay, lo dejé todo en mi otra bolsa»
Trago doble y exclamo con las mejillas sonrojadas;
—Creo que pagaré con la tarjeta —le digo logrando que el joven me mire con cara de poco amigos.
«¿Será que cree que no tengo dinero para pagarle?»
—Sígame por favor —Me indica.
Me pongo de pie y lo sigo hasta la caja donde anuncia lo que voy a cancelar. Saco mi tarjeta dorada, y se la tiendo a la chica, cruzada de brazos realmente ofendida.
«Yo tengo dinero para pagarte»
—Señora, está bloqueada —Me dice logrando que palidezca.
—¡Imposible! Vuelva a pasarla por favor, seguro está colocando algún dato mal —Insisto.
La chica vuelve a pasarla para después anunciar;
—Está bloqueada —Me mira con una ceja alzada.
Saco otra de mis tarjetas y se la tiendo avergonzada, pero dice lo mismo, y a la siguiente lo mismo.
«Maldito William, te voy a matar y voy a esconder tu cadáver en el patio de mi casa», bueno, en el patio no.
—¿Podré ir a casa y volver después con el p**o? —le pregunto esperanzada.
—¡¿Cómo se le ocurre señorita?! Si no tiene dinero para pagar tendrá que buscar la manera de hacerlo —Aprieto la mandíbula.
—Si tengo, es solo que cambié de bolsa. Mi esposo es William Cruz, el millonario dueño de la textilera, ¿sabe? Me bloqueó las tarjetas, pero yo puedo…—La mujer sonríe con burla junto con el mesero.
—Si, y yo soy la primera dama —responde sarcástica.
—¿No me crees? —La fulmino con la mirada—, es la verdad, soy la esposa de William Cruz, y si me deja volver a casa pagaré la cuenta enseguida, es más, con intereses.
—Llama a la policía —dice ella enseguida.
—¿A la policía? ¿Por unos panecillos y un café? Señorita no sea tan miserable —la mujer pone las manos en la mesa y se levanta de su asiento molesta.
Estoy apunto de golpearla, cuando escucho una voz gruesa y electrizante que dice;
—¿Cuánto debe la señorita? —Me volteo en cámara lenta para detallar al hombre de esta mañana.
«Tragame tierra»
Lleva la misma ropa de temprano, solo que tiene el cabello más desordenado como si hubiera estado estresado desde hace un buen rato.
—11, 50 € —responde la mujer fastidiada.
Lo veo sacar un billete de cincuenta y entregárselo, para luego exclamar;
—Quédese con el vuelto —Se da la vuelta y camina a la salida como si nada.
Lo sigo hasta afuera y enseguida que lo veo intentar subir a su auto, lo detengo tomándolo del brazo.
—Espera, espera, yo te voy a pagar lo que te debo, solo dame tu número de cuenta y te…
—¿Así como pagaste el daño que le hiciste a mi coche? —Me pregunta haciendo una mofa con sus labios.
«Es tan lindo, y tan sarcástico a la vez»
—Yo te dí mi tarjeta y no quisiste aceptarla, pero prometo pagarte todo, solo…
—¿Vas a llamar a tu esposo para que me pague? —pregunta con la mandíbula apretada—, porque tienes esposo, ¿no es así? —Intento abrir la boca pero me detiene—, escuché que le dijiste a la cajera. —Frunce las cejas.
—¿Acaso me estabas espiando? —achico los ojos confundida.
Lo veo reír de lado, para después sacarse una tarjeta del bolsillo de su camisa y tenderla en el preciso momento que se acerca a mi y exclama;
—Llámame cuando tengas mi dinero, ¿vale? —Me dice cerca de mis labios.
Intento hablar, pero el muy imbécil se sube a su auto y conduce con los guardaespaldas detrás. Guardo la tarjeta sin mirarla en mi bolsa y también me subo a mi auto para conducir a casa.
Apenas entro, camino hasta las escaleras sin prender las luces; es de noche y por lo que he visto William no ha vuelto a casa.
«Debe de estar con ese Laura aún»
Aprieto los puños y subo las escaleras para después entrar a mi habitación. Lanzo mi bolsa en la cama y me quito los tacones en la entrada para después cerrar con seguro la puerta. Asimismo, me miro en el espejo y me quito la ropa con el corazón apretado. No puedo evitar recordar sus manos tocándome, no puedo evitar sentir la sensación de humillación subiendo por mi cuerpo. Sacudo mi cabeza y camino desnuda hasta la ducha. Cómo siempre me baño con agua de jazmín y después aplico mi rutina fácil; lavo, hidrato y dejo una mascarilla en mi rostro para después ponerme una pijama de osito y acostarme en posición fetal.
Apenas cierro los ojos, el rostro del italiano llega a mi mente logrando erizarme el cuerpo; sus ojos grises son profundos, como si escondiera un pasado doloroso. Y ni qué decir de su aura, es de esos hombres que intentan ser bueno cuando realmente son todo lo contrario. Me siento en la cama y saco la tarjeta de mi bolso para detallar su nombre en ella.
—Mattia Morgan —leo bajito.
«¿Dónde?» «¿Dónde he visto ese apellido?»