La noche anterior…
A la una de la madrugada, Charlotte yacía inmóvil en la cama del hospital, con sus ojos azules fijos en el techo blanco y estéril. Su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho.
El insomnio la atormentaba, alimentado por una mezcla tóxica de nerviosismo y ansiedad. El amanecer traería consigo no solo su alta médica, sino también el inicio de un viaje incierto a España con unos desconocidos. Irónicamente, estos extraños se habían convertido en su única esperanza de escape, en su boleto dorado para eludir las garras de Alexander y sus siniestros hombres de negr0. Charlotte sabía que, si descubrían que seguía con vida, la buscarían sin descanso para silenciarla definitivamente.
Entonces, un destello de osadía brilló en sus ojos mientras sus dedos se
