—Estamos entrando en los terrenos de la manada Lancaster —anunció Miles, logrando que la atención de Roman se concentrara en la ventana para contemplar cómo se internaban en un camino que atravesaba el bosque, volviéndose cada vez más espeso.
—La manada está en el centro del bosque —anunció Jude, quien se encontraba sentado en los asientos de atrás junto a su pareja.
—¿Y no es peligroso este camino? —cuestionó Nathan—. Ni siquiera está pavimentado y el terreno es cada vez más desigual —observó cuando la camioneta en la que se transportaban se comenzaba a agitar de lado a lado, siguiendo los altibajos del camino.
—Es lo normal —prometió Miles—. Y esta camioneta ya ha dado sus viajes por este mismo camino, así que no tienes nada de qué preocuparte —juró regalándole una mirada por el espejo retrovisor.
—Es bueno que pudiera recuperar las tierras que su padre había vendido, o la mayoría del bosque ya estaría infestado de cazadores —observó Roman.
—Según tengo entendido, todo fue gracias a ti —le recordó su tío—. Tú fuiste quien lo aconsejaste al respecto y leíste los documentos de compra y venta que encontró.
—Necesitaba una mano —respondió simplemente—. Y viendo que desde ahora mi hermano vivirá aquí, puedo decir que hice bien al aceptar.
Jude bufó y se inclinó por el centro de ambos asientos y apoyó sus codos en los bordes de estos.
—Dime, en verdad decidiste ayudarlo porque de cierta forma sabías que Noah iba a ser parte de la familia tarde o temprano, ¿no? —comentó.
—Solo tuve un presentimiento —contestó sin mucho interés, presionando su mano contra su estómago.
—Presentimiento —resopló su hermano mayor—. Será mejor que te comiences a considerar un jodido vidente —bufó—. Supiste inmediatamente cuando nuestro estúpido padre estaba yendo por el mal camino y comenzaste a tomar el mando lentamente hasta que apareció Alex, luego supiste de Nathan y ahora Noah —expresó.
—¿En realidad supo que iba a pasar todo eso? —exclamó la pareja de este, acercándose al alfa dominante.
—Sí.
—No.
Respondieron ambos hermanos al mismo tiempo.
—Ya lo dije, fue solo un presentimiento —insistió—. Llámalo como un sexto sentido, parecido al tuyo cuando sabes que algo anda mal —descartó como si nada.
—Lo mío puede ser considerado un presentimiento, pero lo tuyo está a otro nivel —resopló.
Lo que comenzó a molestar un poco a Roman, ya que la persistente tensión en su estómago solo significaba una cosa que había estado ignorando, pero en ese momento, gracias a Jude no lo estaba logrando.
—Siéntate bien, el camino se vuelve más movido —advirtió cambiando de tema.
—Eso no es cierto —negó, pero pronto se estuvo agitando.
O más bien el pobre de Nathan parecía estar saltando y chocando dentro de la camioneta.
—Por eso no deben de quitarse el cinturón de seguridad —reprochó Miles.
—Yo soy suficiente cinturón de seguridad —anunció Jude tomando a su pareja para sentarlo en su regazo, rodeándole en sus brazos.
—Exagerado —bufó el humano, pero se quedó felizmente quieto en el regazo de su pareja mientras admiraba el paisaje por la ventana.
Luego de unos minutos, el camino se volvió un poco más parejo hasta que llegaron a una especie de claro donde estaban rodeados de casas.
—Y esta es la manada Lancaster —anunció Miles, tocando la bocina de la camioneta para ahuyentar un poco a los integrantes que caminaban libremente y sin cuidado—. Y la casa del alfa líder —dijo tras detenerse en una bonita casa de dos pisos.
—Bonita —anunció Nathan mientras su pareja abría la puerta.
Bajándose en silencio, Roman contempló el lugar, con sus ojos recorriendo y estudiando todo el terreno hasta que se detuvo en la bonita casa mejor cuidada que las demás.
—¿Seguro de que empacaron todas las cosas de Isaac? —preguntó Miles a la pareja que bajaba las maletas.
—Elliot ayudó, quién mejor para él para saber que cosas querría Isaac —expresó Jude encogiéndose de hombros mientras su humano le apoyaba asintiendo en silencio.
—Vamos —anunció Roman, ignorando los susurros de algunas personas que se habían parado para observarles indiscretamente.
Golpeando la puerta, esperaron un par de segundos antes de que esta fuera abierta, revelando al alfa líder abrazando por los hombros a su hermano menor, quien sostenía un pequeño bulto balbuceante que se animó al contemplar personas.
—Gracias por haberlos acompañado —anunció Noah, observando a los lobos blancos que habían estado corriendo por el bosque, siguiendo su camino.
—Mierda, ¿cuándo aparecieron? —susurró Nathan, obteniendo una disimulada respuesta de su pareja.
—Alfa líder King —pronunció Noah, observándolo.
—Bueno, creo que bastará ahora solo con Roman —anunció y luego trasladó su mirada hacia su hermano menor—. Es bueno verte bien y feliz —observó.
Isaac asintió y abrió su boca como si quisiera decir algo, pero juntó sus labios y se alejó internándose a la casa cuando sus ojos se volvieron inusualmente brillantes.
—Ha estado algo preocupado de cómo reaccionarían —explicó brevemente Noah, retrocediendo—. Por favor, entren —invitó.
—Hemos traído las cosas faltantes de Isaac —anunció Miles, entrando primero.
—Gracias por eso, ayudará a mi pareja —les sonrió Noah—. Por favor, déjenla aquí en la entrada y luego las subiré a nuestra habitación. ¿Ustedes no trajeron equipaje? —preguntó al no ver más.
—No hemos venido por un largo periodo de tiempo, solo queríamos asegurarnos de que nuestro hermano se encontraba bien —explicó Roman observando la sala de estar.
—Como pueden ver, estoy muy bien y muy feliz —anunció Isaac, volviendo aparecer con el cachorro entre sus brazos—. Y, bueno… Supongo que debo de presentarles al pequeño Max —presentó acercándose más.
El bebé de cuatro meses sonrió dulcemente y agitó sus bracitos hacia Roman.
—Mira que monada de criaturita —exclamó Nathan acercándose y tomándolo entre sus brazos cuando Roman no hizo ningún gesto más que observarlo—. Puedes combatir con la belleza de mi sobrino incluso —sonrió.
—Y con la de mi amada nieta —sonrió Miles—. Venga, chicos, tomen asiento que yo les prepararé algo para comer —anunció retirándose.
—Creo que yo también podría ir a ayudar —comentó Nathan al ver que los hermanos King solo se observaban entre sí.
—¿Quieres que nos quedemos? —preguntó Noah, tomando a su hijo entre sus brazos.
—No, puedo hacer esto —aseguró—. Pero no me importaría que lo dejaras conmigo —sonrió observando a su hijo.
—Por supuesto —asintió su alfa, entregándole al bebé antes de besar la frente de ambos—. Estaremos en la cocina —informó retirándose, siguiendo a los demás.
—Bueno… Supongo que podemos sentarnos —indicó Isaac, tomando asiento en el sofá y acomodando a su hijo sobre su regazo.
—Entonces, ¿por dónde empezar? —preguntó finalmente Jude, quien había tomado asiento a su lado.
—Bien, si —asintió y torció sus labios—. Supongo que el principio es aclarando que no soy un omega, ni un alfa, o un beta, soy un gamma —anunció.
—Lo sabemos, el tío Miles se aseguró de explicarnos muy bien lo que era ser un gamma —aseguró Roman.
—Lo que aclaró muchas cosas —comentó Jude—. Y confirmó otras para algunos —añadió observando directamente al líder King.
—Un momento, ¿lo sabías? —exclamó Isaac, contemplando a Roman sentado en el sofá individual.
—¿Sabía que eras diferente a los demás? Sí —asintió—. ¿Tenía entendido lo que eras realmente? No.
—Pero… ¿Cómo? —balbuceó, confundido.
—Aparentemente, Roman es demasiado observador —bufó el mayor de los tres—. Supo lo tuyo, lo mío, y aun así, no es como si nosotros supiéramos mucho de él —le observó.
—Tener mejor observación tiene sus puntos buenos —argumentó y cruzó una pierna sobre la otra—. Y si somos sinceros, nuestro padre no se concentró tanto en mí como en ustedes dos, lo que me dejó algo de tiempo —aclaró.
—¿De qué hablas? Siempre era Jude o tú —espetó Isaac irritado, logrando agitar a su bebé.
—A diferencia de ustedes, Ángelo sabía darme mi espacio si quería los resultados correctos —aclaró—. Pero puso sus ideales en ti —observó a Jude—, y su desprecio en ti —miró a Isaac—. La única presión que puso en mí fue el conseguir el suficiente dinero si no quería que alguno de ustedes saliera más lastimado —confesó.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —cuestionó el otro alfa.
—¿Te amenazaba con nosotros? —parpadeó Isaac.
—Parece que a todos nos manejaba como podía —se encogió de hombros no muy interesado—. Es por eso por lo que entendí cuando nuestro tío apareció anunciando que nuestro estúpido padre era gran culpable de tus decisiones.
—Yo también —anunció Jude, observándolo—. Y me sentí como un idiota por no haber pensado en lo que podría haberte hecho a ti, o más bien, en la magnitud que eso podría haberte afectado —expresó.
—Era un idiota espinoso la mayoría del tiempo, nunca dejé que nadie se acercara demasiado como para verlo —se encogió de hombros y luego sonrió observando a su cachorro—. Al menos, hasta que llegué aquí.
—Aún me cuesta ver un poco cómo es que Noah consiguió domarte —comentó Jude, tomando al pequeño Max cuando este estiró sus bracitos hacia él.
—Bueno, puedo decirte que creía que era un completo idiota —se rió suave—. Además de que desde un principio sabía lo que iba a significar para mí, por eso quise mantener inútilmente la distancia, ya que siempre terminábamos juntos de igual forma.
—Ah, eso me suena familiar —sonrió su hermano mayor.
—Me sorprende lo bien que sabes cargar a un bebé —comentó Isaac.
—Está enamorado del sobrino de Nathan —informó Roman.
—Sí, porque se parece mucho a mi pareja, lo que le da puntos extra —reconoció sin ningún problema.
—Eres un idiota —se rió Isaac y luego observó a sus dos hermanos—. Gracias por esto —anunció repentinamente.
—¿Por qué? —preguntó Roman.
—Por aceptarme tan fácilmente a pesar de que les estuve engañando todo este tiempo —respondió y bajó la mirada.
—No nos estuviste mintiendo por gusto, lo hiciste inicialmente por culpa de nuestro padre —gruñó Jude, lo que pareció asustar al pequeño Max, quien inmediatamente estiró sus bracitos hacia su padre.
—Además, ni siquiera tú mismo sabías completamente lo que eras, era normal que estuvieras confundido y perdido —comentó Roman.
—Nah, debí de haber sabido que aun no siendo un alfa o un omega, nada de eso importa, porque solo soy yo, Isaac King —sonrió besando la mejilla regordeta de su hijo.
—Te ves mucho mejor que cuando te fuiste —observó Roman y luego asintió—. Te dije que era buena idea ayudar.
Isaac resopló—. Solo lo dices porque ya habías visto como actuábamos Noah y yo alrededor del otro.
—Fueron demasiado obvios —asintió sin culpa.
—¿Fui el único que no se dio cuesta? —cuestionó Jude, frunciendo el ceño.
—Observar también puede ser un sexto sentido —comentó Roman y luego observó a su hermano menor—. Supongo que ahora que eres la pareja del líder de la manada Lancaster, te quedarás aquí.
—Sí, no puedo dejar a ese alfa solo, se pierde totalmente —negó divertido.
—¡Escuché eso! —gritó Noah desde la cocina—. ¡Y es verdad! —añadió, logrando que todos rieran.
—Te echaremos de menos por allá, en especial Elliot —comentó Jude.
—Elliot… —murmuró—. Espero que pueda visitarme, sería lindo si nuestros hijos se vuelven amigos —expresó con cariño.
—Si, bueno, considerando lo sobreprotector que es Alex con su omega e hija, será mejor que solo se queden en amigos —comentó el alfa mayor—. Incluso ya nos advirtió a Nathan y a mí que, si su hija salía siendo novia del sobrino de Nathan, nos culparía a nosotros.
—Siento que eso es más bien algo que haría Elliot —sonrió Isaac—. Alex ladra, pero ya sabemos quién muerde en esa relación. ¿Cuánto tiempo se van a quedar? —preguntó con más entusiasmo.
—Jude se quedará más tiempo —anunció Roman.
—¿En serio? —se animó—. ¿Y tú no puedes? —preguntó observando a Roman—. Mira, incluso este pequeño quiere que te quedes —comentó observando a su hijo, quien volvía a estirar sus brazos hacia el líder alfa.
—Sabes cuál es mi posición en la manada, no puedo desaparecer mucho tiempo, menos ahora que no tengo a un segundo al mando y mi ejecutor quiso acompañarme en vez de quedarse —expresó y parpadeó con sorpresa cuando su hermano dejó repentinamente al bebé entre sus brazos.
—Bueno, entonces será mejor que mi hijo aproveche todo el tiempo que pueda para estar con su tío, ¿no? —le sonrió travieso—. Tranquilo, bebé, se ve como un gruñón, pero creo que ya todos sabemos que en realidad no lo es —expresó acariciando la cabeza del pequeño mientras observaba a Roman directamente a los ojos—. Es más amable de lo que aparenta y nos quiere aunque no lo diga.
—Espera, ¿a dónde vas y porque no te lo llevas? —cuestionó observando a su hermano retirarse.
—Si no te vas a quedar mucho tiempo, lo menos que puedes hacer es quedarte todo lo que puedas con él —indicó—. Tranquilo, solo voy a la cocina y vuelvo —sonrió alejándose.
—Toma —anunció Roman, estirando al pequeño bulto con piernas y manos hacia Jude.
—Creo que Isaac tiene razón —sonrió rechazándolo—. Además, es divertido verte así de incómodo.
—Idiota —chasqueó su lengua y volvió a acomodar al pequeño Max en su regazo.
—No sabía que yo me iba a quedar más tiempo que tú —comentó.
—No sería correcto si los dos nos íbamos inmediatamente tras comprobar que todo estaba bien —respondió.
—Tú también te puedes quedar unos días —indicó—. Dejaste todo preparado para Alex, y él es más inteligente de lo que aparenta.
—Vivió mucho tiempo en la ciudad, aún hay algunas cosas que no controla bien respecto a la manada —se excusó.
—Tiene a Elliot de su lado para guiarle —argumentó—. Además, está a solo una llamada de distancia por si le surge una duda por cualquier cosa —le recordó.
—No debería de tener ninguna si hice todo bien —comentó.
—Ves, entonces tú también te puedes quedar un par de días más en la manada Lancaster —insistió—. Al menos por hoy, no tiene sentido que viajaras hoy y te vayas el mismo día cuando no hay razón aparente, trabajaste mucho esta semana para tener todo bien en este viaje, date este descanso —expresó.
Arrugando su nariz, Roman pensó en su estómago tenso y luego contempló la angelical mirada del pequeño ser entre sus brazos.
Antes de que pudiera aceptar, sacó su teléfono de su bolsillo cuando este vibró y contempló el mensaje del alfa líder Miller.
—No creo que pueda aceptar esta vez —anunció—. Los renegados en grupo se han vuelto a ver rondando cerca de las manadas, será mejor que vuelva antes de que descubran que los King están sin su alfa líder —expresó sintiendo como su mal presentimiento se confirmaba con solo dicho mensaje.
—Mierda, debí de haberme quedado como dijiste —gruñó.
—Tú también eres hermano de Isaac, y de todas formas yo habría tenido que volver antes —explicó—. Me quedaré un par de horas más luego viajaré de vuelta.
—No creo que Isaac esté muy feliz —comentó.
—Entenderá, y tú te quedarás con él unos días más —anunció y le observó de aquella manera de que no habría más discusión al respecto.
—Bien, pero que sepas que no me gusta eso —respondió no muy feliz.