Capítulo 3

1583 Palabras
Claire corrió de vuelta al interior de la casa, su corazón latía con una fuerza que casi le dolía. Su respiración era irregular, cada inhalación parecía quemar sus pulmones mientras las lágrimas comenzaban a nublar su visión. —¡Adeline! —gritó con desesperación, su voz resonando por los pasillos vacíos. Subió las escaleras a toda prisa, sus pies tropezando con los escalones en su prisa por llegar a la planta superior. Entró en la habitación de Adeline una vez más, revisando cada rincón como si hubiera pasado algo por alto la primera vez. Abrió el armario, revisó debajo de la cama, miró detrás de las cortinas. Reviso todo de nuevo, pero no había nada. Nada. Su hija no estaba allí. Claire se quedó de pie en medio de la habitación, su cuerpo temblando. Llevó ambas manos a su cabello, entrelazándolos en las raíces mientras sentía cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de ella. —Dios mío… ¿dónde estás? —murmuró, sintiendo que el aire de la habitación se volvía cada vez más escaso. Corrió al pasillo y abrió la puerta de cada habitación de la casa, revisándolas una por otra vez. Buscó en los baños, debajo de las mesas, incluso dentro de los armarios de almacenamiento. —¡Adeline, respóndeme! —exclamó, su voz quebrándose por la angustia. Finalmente llegó al salón principal, y con manos temblorosas, empezó a buscar su teléfono. Al encontrarlo sobre la mesa, lo agarró con fuerza, pero al hacerlo, este resbaló de sus dedos, cayendo al suelo con un golpe seco. —¡No, no, no! —jadeó Claire, cayendo de rodillas mientras recogía el dispositivo. Sus dedos temblorosos intentaron encender el teléfono, pero este no respondía. Golpeó el botón de encendido una y otra vez, el pánico creciendo en su interior con cada intento fallido. —¡Vamos, enciende! —gritó, como si el dispositivo pudiera escucharla. Pero nada sucedió. Sus lágrimas caían sin control mientras abrazaba el teléfono roto contra su pecho. Su mente estaba desbordada, su visión borrosa por el llanto. Necesitaba encontrar a su hija, necesitaba ayuda, pero sentía que el mundo entero se cerraba sobre ella. Respirando con dificultad, trató de calmarse. "Piensa, Claire, piensa", se dijo a sí misma mientras se pasaba las manos por el rostro en un intento de recuperar algo de control. Entonces, su mirada se dirigió al pasillo donde se encontraba el estudio de Vincent. Un lugar al que nunca antes había entrado. Se levantó con torpeza, sus piernas tambaleándose mientras caminaba hacia la puerta del estudio. Al llegar, notó que no estaba cerrada con llave. Sin dudarlo, giró el pomo y empujó la puerta, entrando en el espacio privado de su esposo. El lugar estaba impecable, con estanterías llenas de libros y un escritorio ordenado en el centro de la habitación. Su mirada se dirigió al teléfono fijo que descansaba en un rincón del escritorio, como un salvavidas en medio de su tormenta. Con pasos rápidos, se acercó al aparato y marcó el número de Vincent. Su mano temblaba tanto que casi se le resbalaba el auricular. El sonido del timbre resonó en sus oídos, cada tono prolongado parecía durar una eternidad. Entonces, finalmente, él contestó. —¿Qué pasa? —la voz de Vincent sonó al otro lado de la línea, fría y cortante. Claire intentó hablar, pero lo único que salió de sus labios fue un sollozo. Sus palabras se ahogaron en su garganta mientras el llanto la consumía por completo. —Ad… Ade… —jadeó entre hipidos, sin poder terminar la frase. —Claire, cálmate —ordenó Vincent, su tono firme pero sin rastro de preocupación—. No entiendo lo que estás diciendo. —¡Adeline! —gritó finalmente, su voz desgarradora—. ¡No está aquí, Vincent! ¡No puedo encontrarla! ¡No está en la casa! El silencio que siguió al otro lado de la línea fue ensordecedor. Claire esperó desesperadamente una respuesta, cualquier señal de que Vincent compartía su angustia. Pero cuando finalmente habló, su tono era inexpresivo, casi indiferente. —Me la llevé. Claire sintió como si le hubieran arrancado el suelo bajo los pies. —¿Qué…? —susurró, su voz apenas audible. —Me llevé a Adeline conmigo anoche —repitió Vincent, como si estuviera comentando algo trivial—Se me olvidó decírtelo. El mundo de Claire se detuvo. Su respiración se volvió superficial, sus dedos apretaron el auricular con fuerza, y su mente se llenó de incredulidad y rabia. —¿Olvidaste decírmelo? —dijo, su voz temblando mientras su incredulidad se convertía en furia—¿Cómo pudiste hacer eso, Vincent? ¡¿Cómo pudiste llevarte a mi hija sin decirme nada?! Vincent suspiró al otro lado de la línea, como si la reacción de Claire fuera un inconveniente para él. —No es solo tu hija, Claire. Adeline es tan mía como tuya. No veo cuál es el problema. —¡El problema es que no sabía dónde estaba! —gritó Claire, su voz desgarrada por la emoción—. ¡El problema es que he estado aquí, buscándola como loca, pensando que algo horrible le había pasado, mientras tú... tú simplemente "olvidaste" decírmelo! —Deja de exagerar —respondió Vincent, su tono que solo hizo que el malestar de la mujer se agravara—. Adeline está conmigo y está perfectamente bien. No había necesidad de que te preocuparas. —¡Por supuesto que había necesidad, Vincent! —exclamó Claire, su cuerpo temblando de pies a cabeza—. ¡Soy su madre! ¿Cómo puedes ser tan descuidado? Hubo un momento de silencio antes de que Vincent hablara de nuevo, su tono más severo esta vez. —Claire, no voy a discutir esto contigo. Adeline está a salvo conmigo. Tómate el día para relajarte. —¡Relajarme! —Claire estaba al borde de perder el control—. ¡Me estás destrozando, Vincent! ¡Iré por mi hija! —No tengo tiempo, Claire —fue todo lo que dijo antes de colgar. El clic del auricular al otro lado de la línea resonó en los oídos de Claire, dejándola en un silencio sepulcral. Miró el teléfono en sus manos, sin poder creer lo que acababa de suceder. Y entonces, finalmente, dejó que el llanto la consumiera por completo. Se derrumbó sobre el escritorio, su cuerpo sacudido por sollozos mientras trataba de recuperarse del susto que había experimentado. *** Luego de reponerse, lo que le costó mucho esfuerzo y absorbió gran parte de su energía, Claire subió a su habitación con calma y se cambió, dispuesta en ir a recoger a su hija. Quince minutos después de arreglarse, se subió a su coche y salió en dirección hacia la oficina de su esposo. Llevaba un tiempo que no pisaba ese lugar. Se podían contar sus visitas y una de esas fue cuando sus padres la comprometieron con Vincent. Este se había comportado de manera adecuada, un poco más abierto y accesible de lo que actuaba ahora con ella. Inocentemente creyó que este se había interesado en ella, o por lo menos sentía un poco de interés, sin embargo, luego de que se casaron y que Vincent logrará forjar una relación de negocios con su familia había a demostrarse con realmente era. Un hombre reservado y distante. Claire apretó la manos en el volante al recordar esos momentos en los cuales ella había caído enamorada como una tonta. Todo había sido fantástico hasta que dejó de serlo. Su fantasía duro menos de un año. Claire miró el reloj. Sino se daba prisa era posible que no encontrará a Vincent en su oficina. La mujer aceleró empujando esos recuerdos al fondo de su mente y concentrándose en lo que importaba en ese momento. Recuperar a su hija. Claire parqueo su carro en frente de la oficina y se bajo rápido sin importarle que le estuvieran haciendo señas para decirle que no podía dejar el carro en ese lugar. Sus pasos se dirigieron con agilidad hacia el interior del gran edificio. Dentro todo el mundo volteo a verla por el escándalo que había hecho al llegar. En otro tipo de ocasión hubiese sentido vergüenza y se hubiese acobardado pero el propósito con el que había venido era más grande que su vergüenza. Sabía en qué piso estaba la oficina de su esposo por lo que no se molestó en anunciar su llegada, tomó el ascensor que por suerte estaba vacío y subió al destino que estaba buscando. Al salir del ascensor luego de unos minutos, Claire avanzó con la misma ímpetu que había entrado al edificio. Sus ojos recorrieron todo el lugar, sentía que todo el mundo la estaba observando mientras avanzaba con una muñeca de enojo. Algunos de ellos la conocían, después de todo, su matrimonio no era un secreto, pero así mismo como sabían que ella era la esposa de Vincent Hamilton, también estaban consciente de que su matrimonio era como un val de mascaras. Lleno de falsedades. Lo único real era su hija y ahora con la pedida del divorcio por parte de Vincent, también estaba cerca de perder ese único rayos de luz que iluminaba su vida. —¿Dónde está Adeline?—Claire empujó la puerta de la oficina de su esposo y lo interrogó inmediatamente sin importarle quien estuviera ahí dentro, acompañándolo. Aunque por un momento quiso retroceder el tiempo y llamar antes de entrar, cuando vio a la mujer que estaba sentada frente a su esposo.
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