El Peso de la Sangre
El despacho de Caleb Lancaster en la cima del edificio editorial era un reflejo de su mente: ordenado, oscuro y con un aire de autoridad inquebrantable. La luz tenue del atardecer se filtraba por las ventanas altas, pintando las paredes con sombras alargadas. Caleb estaba sentado tras su amplio escritorio de caoba, revisando un manuscrito sobre mitología antigua, aunque sus pensamientos se dispersaban en direcciones opuestas. La enfermedad de Gavin y Zane era como un cuchillo invisible que cortaba su concentración a cada momento.
Un suave golpe en la puerta interrumpió su tormenta mental. Antes de que pudiera responder, su madre, Emma, entró con el rostro tenso y los labios apretados. Sus ojos dorados, una herencia del linaje Bellrose, brillaban con preocupación.
- Mamá - dijo Caleb, dejando el manuscrito sobre el escritorio. Se recostó en su silla, cruzando los brazos con un gesto calculadamente relajado - ¿Qué ocurre?
Emma cerró la puerta con cuidado antes de acercarse. Había algo diferente en su postura, un peso emocional que Caleb no había visto en años. Era una mujer fuerte, una sobreviviente, alguien que había enfrentado lo peor y seguía en pie. Verla tambalearse era suficiente para poner a Caleb en alerta.
- Necesitamos hablar - comenzó Emma, con la voz más temblorosa de lo que pretendía.
Caleb frunció el ceño. Era inusual que su madre dudara, pero antes de que pudiera decir algo, Emma continuó.
- Es Gavin - dijo, y su voz se quebró. Se llevó una mano a la boca, como si intentara contener una oleada de emociones - Está empeorando, Caleb. Apenas puede levantarse de la cama.
El nombre de Gavin cayó como una piedra en el pecho de Caleb. A pesar de la relación complicada con su padrastro, lo respetaba profundamente. Gavin había salvado a su madre, le había dado un hogar cuando todo lo demás se había desmoronado, y aunque Caleb nunca lo diría en voz alta, le debía más de lo que quería admitir.
- Lo sé - respondió Caleb en voz baja, sus ojos fijándose en el brillo de desesperación en los de su madre - Pero no podemos hacer más. Estamos buscando una solución, mamá. Ronan está rastreando información en los círculos vampíricos, y...
Emma lo interrumpió, dando un paso adelante y colocando las manos sobre el escritorio, inclinándose hacia él.
- Eso no es suficiente, Caleb. Necesitamos ayuda humana.
Caleb se tensó. Sabía adónde iba esto, y ya tenía la respuesta preparada.
- ¿Quieres que vaya al hospital de humanos? - preguntó con un deje de incredulidad en la voz- . ¿A hablar con esa doctora, Blackwell? ¿Confiar en alguien que no tiene idea de lo que somos?
Emma asintió, sus ojos humedeciéndose con lágrimas que Caleb no estaba acostumbrado a ver.
- Ella podría ayudarnos. Su familia alguna vez cuidó a los nuestros. Si alguien sabe qué está matando a Gavin, podría ser ella.
Caleb se levantó bruscamente, la silla rechinando contra el suelo. Caminó hacia la ventana, mirando la ciudad con una expresión dura.
- No arriesgaré a nuestra familia, mamá. Ya casi no quedamos. ¿Qué pasa si ella nos expone? ¿Si nos traiciona? - Se volvió hacia ella, los ojos brillando con un destello dorado que delataba su creciente frustración - No podemos confiar en los humanos.
Emma lo miró fijamente, sus lágrimas corriendo ahora libremente por sus mejillas.
- ¿Y qué alternativa tenemos, Caleb? ¿Dejar que Gavin muera? ¿Dejar que Zane siga debilitándose hasta que también lo perdamos?
El silencio que siguió fue insoportable. Caleb apretó los puños, luchando contra el conflicto que se desataba dentro de él. Su instinto de proteger a su familia chocaba con la realidad de que quizás no tenían otra opción.
Emma dio un paso hacia él, su voz quebrada, pero firme.
- Por favor, hijo. Sé que tienes miedo, pero Gavin ha hecho todo por nosotros. No podemos abandonarlo ahora.
Caleb apartó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de su madre. Finalmente, suspiró profundamente, sus hombros cayendo ligeramente.
- Lo pensaré - murmuró, aunque ambos sabían que significaba “no”.
Emma asintió con pesar, entendiendo su resistencia, pero incapaz de aceptar la derrota. Mientras se dirigía a la puerta, se volvió una última vez.
- Piensa rápido, Caleb. El tiempo no está de nuestro lado.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Caleb dejó escapar un gruñido bajo. Se apoyó en el escritorio, mirando el caos en su mente reflejado en la ciudad nocturna más allá de las ventanas.
No podía arriesgar a su familia, pero tampoco podía verlos morir. Y eso lo desgarraba.
Caleb levantó la cabeza cuando la puerta del despacho se abrió de nuevo, esta vez sin que nadie golpeara. Un hombre alto, de cabello oscuro y ojos como ónix, cruzó el umbral con un aire de confianza despreocupada. Ronan Thorne. El vampiro tenía esa molesta costumbre de aparecer en los momentos menos indicados, pero Caleb no se molestó en reprenderlo. No tenía energía para ello.
- ¿Escuchaste algo interesante, Ronan? - preguntó Caleb sin volverse, aunque sabía perfectamente que su asistente había estado cerca, probablemente escuchando todo.
Ronan se dejó caer en uno de los sillones frente al escritorio, cruzando una pierna sobre la otra con una elegancia casual que solo los vampiros podían dominar.
- Tu madre no sabe susurrar, y tus puertas no son tan gruesas como crees - replicó con una sonrisa ladeada. Luego, su tono se volvió más serio- . Está desesperada, Caleb. No la culpo. Si alguien a quien amara estuviera muriendo, haría lo que fuera por salvarlo.
Caleb se giró lentamente, su expresión endurecida, y apoyó ambas manos en el escritorio.
- ¿Y qué sugieres? Que me lance a un hospital humano y le diga a la doctora Blackwell: “Hola, soy un hombre lobo. Mi padrastro vampiro está muriendo. ¿Podrías ayudarnos, por favor?”
Ronan alzó las cejas, imperturbable ante la mordacidad de Caleb.
- Por supuesto que no. No seas ridículo. - Se inclinó hacia adelante, descansando los codos sobre las rodillas- . Pero tampoco podemos ignorar esto. Gavin y Zane no mejorarán por arte de magia, y los contactos en los círculos sobrenaturales no tienen respuestas. Tal vez sea hora de probar algo diferente.
Caleb se dejó caer en su silla con un suspiro pesado, pasando una mano por su cabello desordenado.
- No puedo arriesgar a nuestra familia. Si los humanos descubren lo que somos, si deciden cazar a los pocos que quedamos…
- Lo sé - interrumpió Ronan suavemente, aunque su tono estaba cargado de una paciencia calculada- Sé que quieres protegernos, Caleb. Pero a veces, proteger significa hacer cosas que preferirías no hacer.
- ¿Confiar en un humano? - espetó Caleb, su voz cargada de incredulidad.
Ronan ladeó la cabeza, pensativo.
- No dije que debíamos confiar en ella ciegamente. Pero tú mismo lo dijiste antes: ella viene de una familia que alguna vez fue leal a los vampiros. Hay un lazo, por tenue que sea. Quizás eso sea suficiente para empezar.
Caleb apretó los labios, su mandíbula tensándose. Sabía que Ronan tenía razón, pero no podía deshacerse de la sensación de que estaba caminando sobre un precipicio.
- ¿Y si no es suficiente? - preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
Ronan lo miró fijamente, sus ojos brillando con una intensidad que contrastaba con su actitud usualmente relajada.
- Entonces habremos intentado todo. No hacer nada tampoco es una opción, Caleb. Gavin y Zane te necesitan, y tú siempre has sido el hombre que hace lo que debe hacerse, incluso cuando es difícil.
El despacho quedó en silencio por un largo momento. Caleb bajó la mirada, estudiando las vetas oscuras de la madera del escritorio como si ofrecieran alguna respuesta. Finalmente, suspiró, derrotado por la lógica implacable de Ronan.
- Lo pensaré - dijo de nuevo, aunque esta vez su voz sonaba más resignada que desafiante.
Ronan se levantó, alisando su chaqueta con un gesto elegante.
- Hazlo rápido. El tiempo no está de nuestro lado.
Caleb esbozó una sonrisa amarga.
- Eso ya me lo dijeron.
Ronan caminó hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo y giró la cabeza hacia Caleb.
- Y una cosa más: si vas a hacer esto, no lo hagas solo. Si algo sale mal, necesitarás a alguien que cubra tu espalda.
Sin esperar respuesta, Ronan desapareció por el pasillo, dejando a Caleb con más preguntas que respuestas.