Como suave seda, el vestido se deslizaba sobre mi cuerpo. Mi cabello oscuro y largo combinaba a la perfección con la noche, y mis labios como cerezas brillaban cuales frutos jugosos, pero mi mayor atractivo estaba en mis ojos, esos de color miel que había heredado por parte de mi familia materna.
—Preciosa —escucho detrás de mí, para luego mostrarme por completo con una gran sonrisa.
—Gracias tía —le respondo—. No estaba segura de usar el vestido, pero sin duda alguna no te equivocaste.
—¿Y cuando me he equivocado? —se lleva las manos a la cintura—. Ese vestido es perfecto para ti, hoy dejas de ser una niña para convertirte en una mujer. Resaltar lo que Dios te dió no es un pecado.
Ella tenía razón, no me veía mal frente al espejo. El color rojo me hacía lucir espectacular, dejando lucir una de mis piernas que al caminar mostraba parte de mis muslos.
—Solo falta un detalle —me afirma, mostrándome un collar que sacó de una caja que llevaba en sus manos.
—Tía… —digo con asombro.
—¿Pensabas que olvidaría tu regalo?
—Pero tú me compraste este vestido, yo creí que…
—Eres mi única sobrina. Tú belleza solo se puede comparar a la mía, me recuerdas a mí cuando tenía tu edad, y por supuesto que las joyas resaltarán lo que tienes.
Ella me coloca el collar de rubí y toda mi imagen resplandece.
Es en ese instante, la mucama toca la puerta de mi habitación e ingresa para darme aviso que acababan de llegar por mí.
—Diviértete hija, y luce esa belleza que heredaste.
Asentí a su consejo y bajé presurosa por la gran mansión que teníamos.
Al salir de casa, mis amigas me esperaban en el auto del chico que las acompañaba.
—¡Aquí viene la festejada! —exclamaron con fuerza mis amigas.
—Estás preciosa, Herse—me dijo el dueño del lujoso y deportivo auto, relamiéndose los labios y abriendo el la puerta de su auto para invitarme a sentar a su lado.
—Gracias —contesto, aceptando la invitación.
—Que envidia Herse —dice una de mis amigas—. No solo eres rica y hermosa, tienes una tía que te apoya en todo. En cambio mis padres no querían dejarme salir.
—Mi tía me ha enseñado todo lo que sé, desde que mi padre falleció ella ha estado a cargo de mi crianza. Me regaló este vestido y collar.
—¡Entonces vamos a divertirnos! —exclama otra de mis amigas—. Por fin cumpliste la mayoría de edad, Herse.
—Es verdad, mi tía dijo lo mismo, y saben que… Esta noche invitaré yo, pidan lo que quieran.
Mis amigas celebraron y el muchacho a mi lado me guiñó el ojo, al mismo tiempo que se mordió el labio inferior.
…
Apenas entramos, la música y el olor a alcohol ingresaron a mis fosas nasales.
—Creí que iríamos a cenar —comento perpleja.
—Ay no que aburrido —dice una de mis amigas—. Hoy por fin eres una mujer, eso merece brindarse, Herse.
—Tus amigas tienen razón, Herse —me dice el muchacho, quien ya llevaba unas copas en su mano—. Mi padre me habló de este lugar una vez, solo la gente sofisticada y rica vienen a lugares como este. Así que este alcohol es el más fino para inaugurar tu paladar —me ofrece la copa y mis amigas sonríen, esperando que acepte.
—Supongo que tienen razón, no todos los días se celebraba algo tan especial.
Acepté la copa y lo bebí de un solo bocado.
—¡Esa es nuestra Herse! —me aplaudieron y el tipo sonrió, mirándome con más interés.
Continuamos bebiendo, y poco a poco me iba transformando en el reflejo de mi tía.
—¡Uy qué aburrido! A este lugar le hace falta música —dije, tras beber otra copa.
—Shh —baja la voz linda, me dice el muchacho que estaba a mi lado—. Aquí no suele haber música, pero si quieres podemos ir a otro lugar —él intenta pasar su brazo sobre mi hombro, sin embargo, me pongo de pie.
—Pues no lo creo —dije, parándome de la mesa qué ocupabamos.
—Espera Herse, ¿a donde vas? —Él no puede creer lo que estoy haciendo.
—¡A ver todos! Este no es un funeral —levanté la voz, llamando la atención de más de uno de los caballeros—. ¿Acaso no hay música aquí?
Después de todas las copas que había tomado, no estaba segura de lo que mi cuerpo hacía.
Caminé hasta la máquina que reproducía esa tonta y aburrida melodía, para cambiarla por una suave y sugestiva a la vez. Tenía una melodía similar al tango que sin dudarlo, me llevó a mover mi cuerpo al compás de la música.
—Herse —él tipo que hasta ese momento me había estado acompañando, trató de detenerme, mientras me miraba molesto desde la mesa.
Pero no lo escuché, hasta que al dar una última vuelta, tropecé y caí en el regazo de uno de los hombres que me veía bailar.
—¡Ya fue suficiente! —De inmediato, el sujeto que me había acompañado hasta ese momento, se acercó y tomó con brusquedad mi muñeca, para llevarme con él.
—Me duele, suéltame —le reclamé.
—Ya basta, todas tus amigas se han ido por tu culpa, así que vienes conmigo.
—¿Qué? —miré la mesa y efectivamente todas se habían ido—. No me iré contigo a ningún lado.
—Escucha linda, llevo mostrándote atención toda la noche, sabes que podemos pasarla bien.
—Estás loco, no voy a irme contigo —traté de empujarlo, pero él me llevó hasta la salida, engañando a todos al decir que era mi novio.
—¡No voy a ir contigo! ¡Suéltame! ¡Suéltame! —dije tan fuerte que cuando él intentó hacer más fuerza, se golpeó contra el pecho de un hombre, que para nuestra sorpresa resultó ser el mismo sujeto con el que tropecé al bailar, cayendo en su regazo.
Su rostro imperturbable y altura imponente provocó que el sujeto que tomaba mi muñeca con fuerza, me soltara.
—¿Quién diablos es usted? —dijo titubeaba nervioso.
—Tú peor pesadilla, muchacho —se escucha a otro hombre que ríe al estar detrás del hombre que llamaba mi atención. Se podía notar que era algo mayor, la seguridad que reflejaba en su mirada era algo aterradora, pero al mismo tiempo no podía dejar de verlo, ¿qué edad tendría? No parecía ser mayor de 30 años.
—No se metan, este asunto es de ella y el mío, es mi novia.
—No soy tu novia —afirmé y él no sabía qué más decir.
—E-eso no es verdad —titubeó—. Ella…
De repente, el hombre un poco mayor, lo tomó con fuerza por la camisa.
—Fuera o te castro —dijo con voz profunda.
Pasando saliva, asintió con el miedo en sus ojos y se fue.
¿Qué había pasado? Estaba tan confundida que la cabeza no dejaba de darme vueltas.
—¿Estás sola muchacha? —me pregunta el otro hombre acompañaba al que había llamado mi atención.
Yo asentí.
—¿Y tú celular? Deberías llamar a alguien de tu familia.
—Dejé mi celular en mi bolso, y mi bolso estaba en el auto del que se acaba de ir.
—Estos jóvenes de hoy, nunca son precavidos —murmura.
—Venimos a celebrar mi cumpleaños, pero me han dejado sola, si me prestan algo de dinero, juro que se lo devolveré.
—¿Dinero? —el que me había salvado sonrió incrédulo—. No será todo esto un teatro para robarnos?
—Oh no, juro que no es así. Tengo dinero, no soy una ladrona.
—Tengo una idea, Judas, ¿por qué no dejas que se quede en tu habitación? —le sugiere el otro hombre.
—¡¿Qué?! —le responde incrédulo.
—Mírala, está sola, y si le damos dinero es probable que alguien le robe y termine mal. Tienes 7 hermanas, recuerda que debes ser un caballero.
—Vete a la mierd@ —le susurra.
—Él dice que te puedes quedar en su habitación, y mañana temprano podrás irte a casa —me sonríe el otro hombre.
—Yo no quiero incomodar, es verdad que me siento cansada, pero…
—No, nosotros somos caballeros, no te preocupes, además después del espectáculo que diste mínimo mereces algo de ayuda.
Al ver que era la única opción que tenía, acepté.
—Ya está dicho, llévala contigo Judas, yo te esperaré aquí para terminar de ver los papeles de la empresa.
—Ya arreglaremos cuentas tú y yo —le responde y se va.
Salimos del bar, él me camina lento para que yo no lo pierda de vista, hasta que llegamos a un hotel lujoso.
—¿Aquí vive? —pregunto.
—Es claro que no, acabo de regresar a mi país, y están remodelando mi casa.
—Oh, ya veo —comento, mientras sigo caminando detrás de él—. Por cierto, oí a su amigo llamarlo Judas, ¿ese es su nombre o…?
—Sí, es mi nombre, ¿tiene algo de malo? —me responde, deteniéndose con brusquedad.
—Oh, n-no… Para nada.
Jamás en mi vida había escuchado que alguien que se llamara así, lo cual me dejó aún interesada en él.
Llegamos a una habitación, él abre la puerta y espera a que entre.
Al pasar, él enciende las luces y veo lo lujosa que es por dentro, es evidente que este hombre pertenece a una familia rica.
—Puedes dormir y mañana temprano te daré para tu taxi.
Di media vuelta con la intención de agradecerle, mas al verlo ahora con mayor luz, noto lo sumamente atractivo que es.
Está encendiendo un cigarro en sus labios, lo que hace que me fije en su boca varonil y manos grandes venosas y fuertes.
Mis ojos recorren con cuidado su cuerpo, es realmente alto y está provocando que mi respiración sea más agitada.
—Bueno, me voy.
—E-espere —lo detengo del brazo y él me mira extraño.
Dios mío, que guapo es, nunca he visto a un hombre como él.
—Q-quiero disculparme por haber caído sobre su regazo, y agradecerle por su ayuda.
—Déjalo así, no tiene importancia.
—Pero para mi si lo tiene, No solo es guapo, es todo un caballero.
—¿Qué dijiste?
Me di cuenta que había dicho lo que pensaba de él en voz alta, pero no me arrepentí.
—Usted si es un hombre.
—¿De qué estás hablando, muchacha?
Entonces, en lugar de soltarlo, me pegué más a su cuerpo.
No sé si era por atracción o por el alcohol que aún estaba en mi sangre, pero mi entrepierna sentía calor y me pedía a gritos sentir su piel.
—No estás hablando con claridad.
—Lo vi, me di cuenta como me miraba cuando bailaba, y cuando caí en su regazo usted suspiró contra mi garganta.
Él pasó saliva y al decirle esto, fue como si su mente le diera la orden de actuar.
—Muchacha tonta, no deberías jugar con juego, te puedes quemar —me responde, colocando su mano en mi cintura.
—Pues hay que conocer el infierno para tocar el cielo —respondí y jalando su corbata, lo besé.
Esto fue el detonante, y en un solo movimiento, me subió a su cadera, tomando el control del beso.
La suavidad de su boca y el rozarme con su barbilla rasposa, me despertaba la imaginación al placer.
—Oh… —gemí, cerrando los ojos al sentir sus labios en mi cuello y clavícula.
Mis cabellos eran un obstáculo para el deleite total de mi piel, así que él atrapó mis mechones con su mano y hundió todo su rostro en mí hombro.
—No puedo creer lo que una mocosa me está provocando —apretando los dientes, me echa sobre su cama y hunde las manos bajo mi vestido, acariciando mis piernas con ferocidad y deseo.
Vuelve a besarme y siento la humedad de su lengua jugar con la mía, succiona mis labios al punto de dejarlos hinchados y más enrojecidos de lo que ya son.
Su mano descubre mis pechos y como un bebé hambriento, se apodera de ellos. No tengo unos pechos grandes, pero son redondos y firmes, lo que provoca que él los disfrute.
—¡Oh mi Dios…! —grito ante esta experiencia tan fuerte.
Siento su bulto rozarse entre mis piernas y parte de mí se humedece.
—No puedo más —gruñe y aún con casi toda la ropa, él se quita el cinturón y bajando parte de pantalón y boxers, libera esa parte de la anatomía masculina que hasta el momento solo había visto en libros y una que otra vez en películas que mi tía veía en la soledad de su habitación.
—Ah…. —abro los ojos con impresión, cuando él toca mi feminidad con sus dedos.
—Estás tan húmeda… Chiquilla traviesa —se muerde los labios al decir esto, moviendo lentamente en ese botón de placer—. ¿Aquí te gusta? ¿Aquí lo sientes bien?
—S-sí, no se detenga —pedí en medio de mis gemidos.
Cada movimiento hacía que mi entrepierna se mojara más y más.
Hasta que sus dedos dejaron de tocarme ahí, y sentí otra clase de presión.
Quizás era la humedad o tal vez el deseo era tanto que cuando presionó con mayor fuerza, este se hundió suavemente, que mi cuerpo lo aceptó con facilidad.
—Mierd@, ¿por qué no me dijiste? —gruñe, totalmente enterrado en mí.
—Ya está ahí, y ya lo hizo, no se detenga ahora —le vuelvo a pedir y respondiendo a mi pregunta, sus caderas empiezan un movimiento lento y placentero que me lleva a ver las estrellas que esa noche brillaban en la mirada de este hombre apasionado.
…
Desperté con un olor distinto, mi cuerpo dolía un poco al moverme, dándome cuenta que las sábanas en mi cama, no eran las de siempre y peor aún ¡Esta no era mi habitación!
Me senté asustada y fue cuando descubrí a un hombre que dormía a mi lado.
—Oh Dios mío… ¿Entonces no lo soñé? ¡Mi tía va a matarme! T-tengo qué salir de aquí —rápidamente salí de la cama y al recordar que mi bolso se quedó en el auto de aquel patán, miré las llaves del auto del hombre que aún estaba durmiendo—. Luego buscaré la manera de devolverlo, lo prometo.
Me vestí con rapidez, tomé las llaves del auto y salí del hotel, sin imaginar todo lo que estaría a punto de suceder.