CAPITULO 2

1573 Palabras
Mis párpados pesan, entre abro los ojos y está encima de mí, intenté alejarlo de mí pero su peso es descomunal. Mentalmente le pido a Dios que me ayude, pero parece no escucharme. Veo como comienza a desabotonar la cremallera de su pantalón y saca su m*****o. Siento miedo, tengo miedo, no quiero sentir sus asquerosas manos encima de mi pequeño cuerpo. —¡Soy virgen por favor no!—suplicó con dificultad para hablar, a lo que él sonríe maliciosamente. —Es mucho mejor así—dice en mi odio. Intento zafarme, quiero golpearlo, patearlo o incluso gritar, pero la droga que me puso para dejarme inconsciente me ha dejado sin fuerzas. Quita mis tenis y luego mi pantalón trayéndolo con ellas mis bragas. Siento mi garganta seca, y me duele cuando abre mis piernas. —¡Por favor piedad!—suplico, pero parece que no puede escucharme, ¡no quiere escucharme! De pronto siento como sin ningún tipo de piedad se entierra fuerte en mí, desató un grito ahogado, lágrimas corren por mis mejillas, sus embestidas son fuertes, y siento que me está partiendo en dos pedazos. Sangre corre por mis piernas, con un poco de fuerza lo empujó, y siento como cae en mi cara el dije de la cadena que cuelga de su cuello, con la inicial ´D´´ en ella. La vista se me nubla y repentinamente sale de mí para subir sus asquerosos vaqueros e irse. Abro los ojos, y siento mi entrepierna doler y a la vez arder. Me levanto con dificultad, miro a mi alrededor, es un callejón abandonado. Tomo mis pantalones y me los coloco. No se donde deje mi mochila y muchos menos donde deje mi dinero. Como puedo, comienzo a caminar, me duele el cuerpo, pero más me duele el alma, me siento humillada, ultrajada, pisoteada. Camino por largas cuadras, y con el cuerpo adolorido llego a mi casa, veo el reloj de la pared de mi pequeño cuarto son las cinco y veinticinco am; me dirijo al baño. Mi rostro está pálido, mis brazos están llenos de morados, y mi alma, ¿qué alma? ya no tengo alma, estoy muerta en vida. Me meto en la regadera y comienzo a tallar mi cuerpo con una esponja tratando de limpiar el dolor que me han causado. Mientras tallo mi cuerpo con fuerza, lloro desconsoladamente, mis lágrimas se confunden con el agua, y maldigo mi vida. "Dios me ha dejado sola, Dios no existe'—me digo mentalmente. Que culpa tiene una niña de catorce años que sus padres se hayan ido, que culpa tengo hoy en día que existan hombres tan miserables que sean capaz de ultrajar tan miserablemente a una mujer. Me visto con la dificultad del mundo, y me dirijo a la cocina por un analgésico, mi cuerpo está caliente, tengo fiebre, y un dolor terrible en mi centro. Después de tomar los analgésicos, me dirijo a mi cuarto. Lisa está dormida en su pequeña cama, está algo desarropada, a lo que la arropo, me acuesto en mi cama, quiero dormir, pero no puedo solo lloró, jamás en mi vida me había sentido tan miserable. A las seis y doce de la mañana, abro los ojos, tengo que seguir mi vida, tengo una persona que depende mí, no puedo darme el lujo de quedarme en la cama. Lisa despierta, tienes que ir a la escuela—muevó su hombro suavemente. —Un poco más—dice dormida —No Lisa despierta ahora—le digo molesta, a lo que Lisa se sienta en la cama. — ¿A qué hora llegaste?—pregunta sentándose en la cama. No contestó comienzo a preparar el desayuno, a lo que ella se alista, para irse al colegio. —Me voy Elena hoy si llegas temprano para ver la película—trato de emitir una sonrisa. Ella no sabe cómo me siento, no tiene por qué saberlo. La tomó de los cachetes. —No hables con ningún hombre, y no juegues con niños—le digo a lo que Lisa me mira confundida — ¿Te ocurre algo hermanita? estás pálida—pregunta confundida. —Solo promételo. —suplico —Está bien, lo prometo. —dice resignada. Intento desayunar, pero no puedo, los pequeños bocados de comida no bajaban por mi garganta, tomo un vaso con agua y me dirijo a la habitación donde tengo que trabajar. Nuevamente camino para llegar al trabajo por falta de pasaje. —Hola Elena, ¿cómo amaneces?—dice Mónica como siempre. —Hola Mónica. —digo sin ánimos. — ¿Qué tienes Elena? Te ves mal, Estás enferma? —me pregunta Mónica a lo que niego con la cabeza. —Otra vez llegando tarde Elena—dice Sofía, haciéndome irritarme. — ¡Vete al mismito infierno!—le gritó molesta. Sofía me levanta la mano para cachetearme, pero yo estoy molesta, molesta con la vida y no dejare que nunca más alguien logre hacerme daño, tomo su mano, y la agarró de los cabellos—Mónica nos mira—me le monto encima y comienzo a golpearla, la golpeó fuerte mientras lloro, siento dolor y lo estoy descargando en la cara de la chica, no me importa nada mas solo deseo sacar esto que siento. —Ya basta— dice Mónica intentando separarnos. Sofía se levanta furiosa, su cara está ensangrentada, y yo no sé qué he hecho. Sofía se va, presumo que ha hablar con don Agustín, se lo que me espera y ahora si estoy consciente de mi error. Después de Sofía hablar con Agustín por mi comportamiento, me he quedado sin el único trabajo que tenía, el único sustento que tenía para sacar a mi hermana adelante. Salgo del restaurante, ante la mirada triste de Mónica, no me pagan liquidación, porque así son las personas, se aprovechan del que menos tiene para dañarlo. Camino por las calles y los recuerdos del día anterior, me provocan ganas de vomitar. Las calles están solas, tal vez si le fuera dicho a Mónica que me llevará ese día. No estuviera hoy así. —Si—tomo el móvil. —Hola, con la señorita Elena—pregunta una voz femenina del otro lado de la línea. —Si con ella misma— respondo relajada. —Por favor venga a la escuela, su hermana Lisa se ha desmayado y no está bien. —Mis piernas flaquean. Cuelgo el teléfono a lo que salgo corriendo, el dolor que sentía mi cuerpo se hace pequeño, deseo, necesito llegar rápido al colegio, si algo le ocurriera a mi hermana no me lo podía perdonar. Después de unos minutos cincuenta minutos para ser exactos llegó sudada a la escuela. —¿Que tiene ella doctora?—le preguntó a la doctora del colegio. —¿Ella ha desayunado?—preguntó ella tomando algunas notas. —Si lo ha hecho, yo misma me encargo todo los días de que se coma todo el alimento antes de venir acá—respondo preocupada. —Tienes que hacerle estos exámenes—frunce el ceño. —Puedo hablar con ella. —pregunto impaciente. —Si pasa—me indica la doctora. —¿Cómo te sientes mi princesa?—preguntó apenas entro a la habitación, de la enfermería. —Le dije a la doctora que me siento bien Elena, ni caso molestarte, tu estas muy ocupada—dice maduramente. A Lisa le tocó madurar, a ella le tocó entender que no era mi responsabilidad sacarla adelante pero lo haría, lo haría porque la amo, y porque eso hubiese querido mis padres. Camino con Lisa a casa, le dieron el día libre. Mientras caminamos de regreso, no dejo de pensar, cómo haré para pagar sus exámenes, cómo podré pagar el alquiler de la pensión, como hare para la comida, si me he quedado sin trabajo. — ¿Elena estás bien?—pregunta Lisa al notar que toco mi vientre y me encojo. —Es solo un pequeño dolor menstrual—miento. Me siento en unos de los bancos del parque mientras mi hermanita se sienta a mi lado. Quiero llorar, o tal vez dejar de existir, pero no puedo, hay alguien que depende mí. "Tengo que ser fuerte, no puedo desmayar"me digo mil veces a mí misma. Después de unos minutos logró levantarme, con algo de esfuerzo llegó a mi casa. —¿Te preparo algo de almorzar?—le preguntó a Lisa que se acaba de recostar en el sillón. —Si por favor. —dice a lo que asiento. Preparó dos tostadas, nuevamente no me pasa el alimento, veo a Lisa comer y me recuesto a su lado. — ¿No irás a trabajar?—pregunta mientras muerde su tostada. —No Lisa, hoy me dieron el día libre—miento de nuevo. — ¿Por qué no comes?—pregunta nuevamente. —Porque no tengo hambre ¡maldición!, deja de preguntar—grito a lo que Lisa se asusta. —Lo siento Lisa. Entro en mi habitación, me recuesto en la cama, comienzo a llorar, no sé qué hacer, no sé qué debería hacer. Intento dormir pero horribles pesadillas no me dejan hacerlo. Tengo grabado su dije con la inicial ̈D ̈. Es el maldito del restaurante y juro que te voy a encontrar, juro que me la vas a pagar, me vengare de ti así tenga que llorar lágrimas de sangre.
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