Capítulo 3

3066 Palabras
Nathan giró a la derecha, luego a la izquierda. Se recostó sobre su vientre y colocó una almohada encima de su cabeza, pero no importaba las posiciones en las que se ponía, le era imposible seguir durmiendo, y no era debido a que no tuviera sueño, porque lo tenía. Tampoco era debido a que había tenido una pesadilla, porque apenas y si había alcanzado a colocar su cabeza contra la almohada por unos veinte minutos antes de que un molesto sonido llenara toda la casa, llegando por supuesto también a su habitación. Era un sonido bastante desagradable, ya que a quién le gustaría escuchar el ruido de la cama rechinando, con un rítmico sonido de golpeando contra la pared y los gemidos ahogados, sofocados por algo que no tenía intención de siquiera pensar qué era. Aunque por supuesto, con tales sonidos ya se podía hacer una idea bastante clara de lo que estaba ocurriendo en la habitación frente a la suya, aquella que pertenecía a su hermana y la pareja de esta. Cerrando sus ojos, Nathan intentó dormir nuevamente, pero con un agudo gemido pidiendo más y más lo terminó de molestar lo suficiente como para echar las mantas de la cama hacia atrás y levantarse en sus pantalones cortos que utilizaba como pijama. Agarrando una camiseta cualquiera, se la colocó y tomó su libro de dibujo junto a sus zapatillas antes de finalmente salir tan silenciosamente de la habitación como pudo. Bajando al primer piso, se colocó sus zapatillas y abrió la puerta, saliendo de la casa. En su cabeza, había una vaga nota de advertencia de Adam respecto a salir solo en la noche en el pueblo, pero siendo en un lugar tan remoto, aislado y donde todos conocían a todos, realmente dudaba que algo malo le sucediera a él o a cualquiera. Y en teoría, en ese momento cualquier cosa era mejor que escuchar a su hermana menor teniendo sexo desenfrenado con su pareja en la habitación de al frente. No sabía si los chicos lo habían estado haciendo durante la semana o se habían contenido, pero esa era la primera vez que los escuchaba. Y no quería volver a hacerlo, nunca más de ser posible. Caminando por las oscuras calles iluminadas débilmente por unos pocos faroles discontinuos, Nathan siguió su camino con bastante tranquilidad en las solitarias calles hasta detenerse en el parque en el cual había estado pasando sus días. Buscando una banca, se quedó con la que tenía la luz de un farol más cercana y tomó asiento, subiendo sus piernas colocó su cuaderno entre ellas y lo abrió en busca de una hoja nueva. —Debí de haber tomado la cajetilla de cigarros —murmuró sintiendo su boca vacía mientras tomaba el lápiz en su mano izquierda. Tomando una profunda respiración, alzó su mirada y contempló aquellos ojos que lo habían estado acosando en cada una de sus salidas desde que había comenzado con ellas. Recordaba al hombre imponente y poderoso como uno de los tres a los que había sido presentado tras llegar al pequeño pueblo, se trata de aquel que, en ese mismo instante, no lo había dejado de observar con la mirada de forma penetrante. Una mirada intensa que reconocería en todas partes, como no hacerlo si cada vez que salía de la casa para no tener la molesta charla con su hermana, él estaba ahí para observarle desde lejos, pero nunca llegando a acercarse a él, lo cual estaba bien. La distancia que el hombre tomaba con él era agradable, a pesar de que era obvio que lo estaba vigilando, aunque no entendía muy bien la razón de ello, ya que él no era un problema para nada a comparación del tipo. Sabía por su hermana que se trataba de uno de los tres hermanos King, pero no tenía idea de cuál era el que le vigilaba realmente. Solo sabía que tenía un cuerpo grande y musculoso, con hombros anchos y brazos fuertes. Su cabello largo en una melena usualmente tendría ese estilo desordenado que le haría verse sexy como el guitarrista de una banda, pero era el aura en él lo que anunciaba que era poderoso, peligroso. Solo había que fijarse en la forma en que se paraba, su caminar decidido y su expresión no dura, pero sí… Segura de sí mismo, con una arrogancia no de la mala. Y qué decir de los rasgos de su rostro, aquella barba corta le hacía verse bien a diferencia de él que aún con sus veintisiete años, dejarse crecer el bello de la cara era como tener unos mini bigotes con la espuma de leche, penoso, por eso siempre mantenía afeitado su rostro. Nathan observó al hombre una vez más, y en vez de mantenerse lejos como usualmente hacía, el extraño se acercó y tomó asiento a su lado. Su interior se agitó inmediatamente, la ansiedad le recorrió y los pelos de sus antebrazos se erizaron mientras intentaba calmar su acelerado corazón. Le incomodaba tener una persona cerca de él, más aún una que no conocía. Respirando profundamente, se concentró en su dibujo silenciosamente, con el pasar de los minutos calmándose cada vez más donde el hombre no hacía contacto alguno con él o daba señal de querer comenzar una discusión. Y mientras podría considerar eso como una suerte extraña, la verdad es que, dejando el nerviosismo, Nathan comenzó a fijarse en otras cosas, todas relacionas con el hombre sentado a su lado. Increíble, tal parecía que su sombra además de tener más músculos que él también era más alto, y por mucho, aunque no podría decirlo exactamente a menos que ambos se colocaran de pie. Sus muslos también eran más gruesos que los suyos y su piel era bronceada, pero extrañamente brillaba. Ninguno habló por unos largos minutos, apenas observándose entre sí o reconociendo la existencia del otro, lo cual estaba bien con ambos. Pero la extraña calma que se instaló entre los dos comenzó a perturbar, molestar de cierta forma a Jude porque… ¿Desde cuándo él podía tomar asiento y quedarse tranquilo por unos largos minutos? Además, si era sincero, el alfa tenía curiosidad respecto a lo que el humano estaba haciendo sentado en pleno parque pasada la medianoche. Si no fuera porque había tenido una de sus usuales pesadillas, de esas suficientemente malas como para agitar a su lobo, Jude no habría salido a tomar una caminata para relajarlo y no lo habría visto. Era peligroso salir en medio de la noche solo para sentarse en el parquee que estaba a la vista de todos. Los guardias designados se paseaban durante toda la noche en su forma de lobo, ¿qué sucedía si Nathan hubiese visto uno? O peor, ¿qué habría ocurrido si se iniciaba un ataque? ¿Exagerado? Tal vez, pero siempre estaba la posibilidad y Jude tenía que pensar en ello, considerando todas las posibilidades que podrían ocurrir en una simple noche para proteger a los miembros de su manada. Y además… ¿Por qué jodidos el humano esperaba a la noche para usar ropa más fresca como lo podría ser una camiseta manga larga con cuello v que mostraba perfectamente sus clavículas y unos pantalones cortos? Por el rabillo de los ojos, Jude podía apreciar la pálida piel de sus muslos expuestos, brillantes y aunque no podía tocarlos, podía sentir ya la suavidad de estos ante la escasez de bellos. Y su cuello, tenía un perfecto arco y podía apreciar su manzana de adán perfectamente. Sus clavículas eran bastantes notorias hasta el punto de que podría guardar una moneda en el hueco que se creaba si lo movía en cierto ángulo. Lo peor de todo… Es que seguía sintiendo curiosidad por observar aquellos ojos cubiertos por el flequillo de su cabello castaño claro. —¿Qué haces aquí en medio de la noche? —cuestionó finalmente, sin mirarlo. El humano a su lado se sobresaltó ligeramente, le observó casi a escondidas y volvió a concentrarse en su dibujo. —Seguramente lo mismo que tú —respondió en un tono bajo. Jude soltó una risa sarcástica y baja, una que sonó peligrosa. Oh, chico, si tan solo el humano supiera lo que le había llevado a salir a caminar, realmente le trataría como el monstruo que estaba oculto en su cabeza. —No creo que las pesadillas sean precisamente tu problema, ¿o sí? —pregunto sarcástico, con el mal humor incluido en su tono. Nathan frunció el ceño, y en un extraño impulso, arrugó en una bola de papel su dibujo y se la tiró al contrario en su regazo. Jude le observó y luego cogió el papel, desarmándolo y encontrando un extraño dibujo oscuro, abstracto en su mayoría, pero entendía perfectamente los sentimientos trazados en aquellas líneas. Sin que se diera cuenta, comenzó a deslizar la yema de su dedo por cada línea dibujada. Observándole por el rabillo de su ojo, Nathan se inclinó ligeramente girando su cabeza para observarlo. “Él lo entiende” pensó con cierta sorpresa. ¿Cómo lo sabía? Nathan no sabría decirlo, pero podía sentirlo… Era algo en la mirada oscura del contrario y la expresión indescifrable en su rostro mientras seguía contemplando su dibujo, tocándolo como si hubiera visto ese mismo monstruo o la esencia de este en otra forma, en otro lado. —Pero eso no es lo que me molesta y no me deja dormir en este momento —anunció Nathan observándole con curiosidad. —¿Suerte? Porque a mí esto es lo que no me deja dormir —confesó alzando la hoja entre ellos, observándolo. Encontrándose con esa molesta masa de pelo obstruyéndole la vista, apenas contuvo el impulso de resoplar. O de alzar su mano para retirarlo con cuidado… —¿Suerte? —resopló Nathan llegando incluso a estirar una esquina de sus labios en una sonrisa—. ¿Desde cuándo es suerte escuchar a tu hermana menor teniendo sexo con su pareja? —se burló y arrugó su nariz con desagrado al volver a pensar en ello. Jude estiró sus labios en una ligera sonrisa, una que seguía luciendo peligrosa, pero a la vez sexy. —Tengo dos hermanos menores y no necesariamente se debe de tener un acompañante para escuchar esa clase de gemidos —replicó. Nathan negó con su cabeza—. Esos sonidos no son los mismos. —¿Qué? ¿Acaso los gemidos por masturbarse no son los mismos a los de tener sexo? —cuestionó ligeramente divertido. —No, porque no hay sonidos de camas rechinando o el de pieles chocando —argumentó. Jude bufó. —¿Qué puede saber un niño como tú realmente? —¿Niño? Tengo veintisiete años —corrigió divertido más que enojado. El alfa frunció el ceño ligeramente. —Creí que tenías entre veintidós o veinticinco —confesó. —Creo… Que lo tomaré como un alago —resopló—. Pero la edad no tiene nada que ver con saber diferenciar gemidos —prosiguió. —La edad comúnmente es sinónimo de experiencia —indicó. —El único sinónimo de experiencia es el esfuerzo que empleas tú mismo en hacer algo que te gusta —argumentó. —Lo cual también conlleva el tiempo al que le dedicas —alzó una ceja. —Si te pones así entonces también deberías de anotar el talento que tienes en ello —imitó—. Si eres bueno, no le dedicarás mucho tiempo. —A menos que realmente te guste lo que estás haciendo, que sea tu pasión —argumentó. —Sí… ¿Cómo pasamos de hablar de gemidos, masturbaciones y sexo al talento y la pasión? —cuestionó confundido y divertido. Jude resopló una risa. —No lo sé, creo que esta ha sido la conversación más larga y sin sentido que he tenido durante un buen tiempo —expresó honesto. Nathan sonrió—. Puedo decir lo mismo. Y la sonrisa del humano, era realmente… Bonita. No era hermosa quita alientos, era más o menos un poco extraña como si no estuviera acostumbrado a utilizarla mucho, y aun así era lo suficientemente bonita como para pensar en ella durante el día, una vez o más. Pero lo más sorprendente que poseía el humano, no era aquella sonrisa, sino que eran… Aquellos ojos azul bebé que le revelo finalmente gracias a una brisa que jugó y acarició su rostro. Aquellos ojos azul bebé, eran de un celeste tan claro y llamativo, pero lo que más le llamaba la atención a Jude de ellos, eran lo perdidos que estaban. El sentimiento que se reflejaba a través de ellos, aquella alma perdida y asustada, triste y destrozada. Eso… Eso tocó a al alfa y agitó a su lobo, pero de forma diferente a lo que hacían sus pesadillas, fue algo que lo sacudió hasta su alma. Sintiéndose incómodo ante la intensa mirada del contrario, Nathan bajó la vista y alzó su mano intentando correr nuevamente su cabello. —No… —pidió Jude, tomando su mano con suavidad. Fue un ligero choque, una cosquilleante sensación de electricidad recorriendo desde sus manos hasta todo su cuerpo, que se detuvo en sus estómagos y permaneció ahí dejando un sentimiento extraño, pero agradable. Nathan aclaró su garganta y alejó su mano del otro hombre, observándola con algo de extrañeza antes de dejarla sobre su regazo y cuaderno. —Solo… No mires tanto tiempo mi cicatriz —pidió en un susurro. —¿Qué cicatriz? —preguntó antes de poder contenerse. Observándole ferozmente, el humano señaló la cicatriz bajo su ojo, en su pómulo izquierdo. La verdad no era una cicatriz desagradable a los ojos de del alfa, solo debían de ser unos seis centímetros y era delgada, aunque no le gustaba el rojo irritado que anunciaba ser de no hace mucho tiempo. —Sé que es horrible pero no es necesario quedarse mirándola así, es desagradable —expresó con molestia, levantándose de la banca comenzó a caminar sin esperar respuesta. Esa fue… Una reacción nueva a la que estaba usualmente acostumbrado. Cualquier otra persona o m*****o de la manada, habría esperado una respuesta a pesar de mostrar claros signos de incomodes de su intensa mirada, algunos llegando a incluso asustarse. Pero Nathan, siendo solo un humano, le regañó y reclamó al respecto antes de alejarse sin sentirse siquiera intimidado. Con una extraña sonrisa surcando en su rostro, Jude se levantó y fácilmente alcanzó a Nathan. —Cuando te pregunté cuál cicatriz no lo hacía para molestarte, en verdad solo me concentré en tus ojos, son de un celeste inusual —se explicó. —Pero después la miraste —indicó sin dejar de caminar. —Porque me la señalaste, y mi única pregunta que surgió tras verla, fue quién demonios te la hizo y como encontrarlo para destrozarlo —reveló. Y eso fue… Bastante acertado a lo que sintió en realidad. Lo cual, le confundió ante la intensidad de ello. A minorando su caminar, Nathan le observó inclinando su cabeza hacia atrás para poder lograrlo. La diferencia de altura entre ellos era una bastante notoria, el humano a pesar de ser alto, con suerte le llegaba al alfa hasta sus labios, sin contar la clara diferencia entre ambos cuerpos. —¿Sabes? No pensé que realmente me hablarías algún día, o que realmente tuviéramos una conversación agradable, extraña, pero agradable —expresó. —Puedo decir lo mismo —asintió comprendiéndolo—. Cuando te veía caminar o en el parque, dabas una sensación de… No me molesten, estoy ocupado —explicó—. Además, al no querer mirar a nadie e ignorar abiertamente a las personas que pasaban cerca de ti o intentaban hablarte, proyectabas una imagen muy arrogante —indicó. Nathan arrugó su nariz y observó el frente, volviendo a caminar. —Simplemente no soy bueno socializando y prefiero no hacerlo —expresó—. Y no me importa lo que otros digan o piensen de mí —mintió y Jude lo apreció fácilmente—. Además, ¿no pensaste que al estarme vigilando desde lejos más se preguntaban ellos qué era lo que hice para que lo hicieras y más atención no deseada conseguía? —Roman me pidió cuidarte, no le pude decir que no —se encogió de hombros. —¿Quién? —preguntó deteniéndose frente a la casa de Adam. —Mi hermano, el de al medio —explicó—. Después sigue Isaac que vendría siendo el menor. —¿Y tú eres…? —preguntó interesado. —El mayor. —Tu nombre —resopló. —Jude. —Jude —repitió en voz baja y el alfa se agitó con su lobo ante el timbre de voz del humano pronunciando su nombre. Se sentía bien, como su aroma. —Bien —asintió Nathan—. ¿Pero por qué tu hermano te pediría vigilarme? —preguntó curioso. —Se puede decir que algunos de los integrantes no son especialmente receptivos hacia las personas nuevas —explicó y se encogió de hombros. A pesar de que el gesto no se podía apreciar muy bien, Nathan alzó una ceja, pero no preguntó nada más al respecto. —Bien, parece que la diversión ya se calmó por lo que me iré a mi habitación —anunció y observó a Jude quien asintió. —Y la próxima ve no salgas solo en la noche —ordenó—. Somos un pueblo cerca del bosque, animales salvajes como lobos y unos pocos osos a veces hacen viajes al pueblo y su mejor momento para hacerlo es durante la noche —explicó. —No es necesario que me mientas así… —No es mentira —interrumpió con seriedad—. En las noches comúnmente podrás ver a un lobo dando vueltas por aquí. Al contemplar la seriedad en el contrario, Nathan lentamente asintió con su cabeza. —Está bien, te veo después supongo —pronunció. Jude asintió y no se movió hasta que contempló al humano desaparecer tras la puerta, cuando observó una luz encenderse en la parte de arriba, el alfa dio media vuelta y siguió su camino hacia… Su casa. Por alguna razón, su lobo estaba lo suficientemente tranquilo como para intentar dormir otra vez. Lo que era extraño, ya que no había ido a correr para ello. Aquella noche, en vez de pesadillas, Jude soñó con una bonita sonrisa y unos increíbles ojos azul bebé.
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