Capítulo 3

2546 Palabras
Mientras los demás humanos se preparaban para la gran fiesta, Rhys se encontraba ya listo en su habitación, esperando a que todos terminaran. Parado frente a su ventana en el tercer piso, admiraba con una suave sonrisa como a su vez, el mismo pueblo se preparaba para celebrar el cumpleaños del príncipe Caspian. Cada persona, hombre, mujer o pequeño, se encontraba ayudando a decorar las calles y preparaban mesas que llenaban de comida en el centro del pueblo, donde todos se estaban reuniendo para celebrar dicho evento tan importante. El deseo de bajar y recorrer la plaza para celebrar con ellos invadió a Rhys, pero se contuvo por dos razones. Uno, estaría rompiendo una de las reglas. Y dos, no quería perderse la oportunidad de entrar en el castillo y ver al príncipe Caspian. Sí, Andreu ya les había explicado más de una vez y les estuvo recordando en reiteradas ocasiones mientras le daba su primer recorrido por Wolf Heart que no deberían de hacerse muchas ilusiones con dicho encuentro, ¿pero cómo se suponía que no soñarían al respecto cuando estarían en el mismo espacio que el príncipe heredero? ¡Era una misión imposible no hacerlo! Y Rhys francamente ya se había cansado de recordarse a sí mismo que no estaba en un cuento de hadas y que era imposible que se encontrara en persona con el príncipe Caspian al igual que en las novelas. Por más que se lo dijera a sí mismo, su mente tendía a vagar imaginando distintos escenarios donde sucedía precisamente aquello, y todos relacionados con la gran fiesta en cada oportunidad que tenía. —Aunque... Si puedo presenciar en primera persona como es que se enamora del príncipe Dorian tampoco me molestaría —murmuró pensativo. Aunque claro, para asegurarse de que aquella persona era perfecta para acompañar a su príncipe, primero tenía que conocerla. Cosa que claramente Rhys sabía que no iba a suceder, pero si al menos podría admirarle de lejos, se conformaría con ello también, de esa forma vería si este era lo suficientemente atractivo y si tenía un buen corazón. Y lo más importante de todo, que realmente le interesara a su príncipe Caspian, por supuesto. Observando como cinco carruajes se detenían frente a su hospedaje, Rhys se enderezó y la emoción burbujeó en su interior nuevamente al contemplar al representante de los cambiaformas, bajar de uno de estos. Como si percibiera su mirada, Andreu le observó y Rhys le saludó sacudiendo felizmente su mano antes de retroceder y cerrar su ventana. Saliendo de su habitación, bajó las escaleras avisando a los demás que ya habían llegado los carruajes por ellos, cosa que hizo que todos en la casa de tres pisos se pusieran en movimiento. Tras llegar a la puerta de los primeros, el joven humano la abrió incluso antes de que el cambiaformas tuviera la oportunidad de estrellar su puño contra esta. —Creo que alguien está muy emocionado por ir al castillo —expresó Andreu. Rhys soltó una risita un tanto avergonzada. —Creo que todos aquí lo estamos. Sonriente, salió de la casa y se paró ante uno de los carruajes. Mientras los demás terminaban de prepararse e iban saliendo de uno en uno, Rhys merodeó alrededor de la carroza, curioso por la elegante apariencia de este y siendo cautivado por los grandes caballos que los movían. —Disculpe, ¿puedo tocarlo? Ante su pedido, el hombre mayor que estaba sentado en la parte delantera del carruaje tomando las riendas para dirigir a los corceles, le observó con cierta sorpresa. —Por supuesto que lo puedes tocar, deben de ser caballos que están entrenados para esto, tonto —expresó otra humana del grupo. Descuidadamente, alzó su mano e intentó tocar la parte trasera de uno de los muslos del caballo. Solo que, una mano se atravesó en su camino y la detuvo antes de que pudiera tocarlo. —Señorita Silbina, me gustaría que se abstuviera de tocar a los corceles de los carruajes, nunca se sabe si al animal le gustará ser tocado repentinamente sin permiso —anunció Andreu, sin una buena mirada. Tirando de su mano, la mujer rubia la llevó contra su pecho y observó resentida a Rhys. —Él quería tocarlo, ¿por qué me estás regañando a mí? —El joven pidió permiso para tocar a mi corcel —informó el cochero—. Esta señora, no. —¿Señora? —jadeó—. Solo tengo veinticinco años —exclamó. Andreu suspiró y Rhys prácticamente observó la lucha que estaba teniendo el omega en ese instante, ya que no era la primera vez en el día que Silbina daba esa clase de problemas. Sintiendo algo de lástima por el representante, y con algo de culpa, ya que el problema surgió por su deseo, dio un paso adelante llamando la atención de la mujer. —¿No deberíamos de ir en camino hacia el castillo? No me gustaría que llegáramos tarde al cumpleaños del príncipe Caspian —expresó. —Si llegamos tardes solo será por culpa de ustedes. Con dicha acusación, Silbina se apartó y eligió un carruaje por su cuenta. —En realidad, la mayoría de los humanos son simpáticos, pero hay algunas excepciones —comentó Rhys. —Está bien, puedo decir que es algo que pasa en ambos lugares —expresó Andreu y luego observó al resto que esperaba pacientemente fuera de la casa, a diferencia de Silbina—. Por favor, suban al carruaje en grupo de a cuatro. Por supuesto, Rhys en vez de ir al cual Silbina se había subido, tomó cualquiera con tal de evitarla, ya que estaba seguro de que le reclamaría el hecho de haber sido regañada como si fuera él culpable de sus acciones. Y Andreu tomó la misma decisión al subirse al mismo carruaje que el suyo, solo que al lado del cochero. Afortunadamente, los humanos que acompañaron a Rhys en el carruaje eran amigables y una de ellas, Betty, compartía su admiración por el príncipe Caspian, por lo que ambos hablaron cómodamente en el transcurso del viaje al palacio. Cuando el castillo fue visible a través de las ventanas del carruaje, Rhys contempló igual de maravillado que sus compañeros el mismo instante en que cruzaron los altos muros con las custodiadas puertas que lo llevaban hacia el palacio, ya que primero tuvieron que cruzar un extenso camino que cruzaba el jardín delantero, mostrando un elegante espacio bien cuidado, antes de llegar. Y en el instante en que el carruaje se detuvo frente a las puertas del castillo, Rhys observó con sorpresa la gran estructura completamente de cuentos. Tan grande como tres mansiones juntas y tan alta como un edificio de seis pisos, con un aire majestuoso y elegante, así se veía a primera vista el palacio con sus altas torres y ventanales. Y una vez se bajó, la sensación de estar en un cuento de hadas solo aumentó al percatarse de más detalles. Sintiendo una mirada, Rhys observó a su alrededor buscando sin disimulo quién le estaba observando, sin poder encontrar nada extraño. Subiendo unos escalones de la entrada, Andreu llamó la atención del grupo de humanos. —Por favor, reúnanse para entregarles sus mascaras. —¿Por qué usaremos mascaras? —preguntó Betty. —La reina luna decidió que deberían de usarlas para reconocerlos como humanos e invitados del príncipe Caspian —explicó. —¿No es bastante obvio a simple vista que somos humanos? —cuestionó Silbina—. Después de todo, nos hicieron usar estos brazaletes para identificarnos. —Algunos invitados para esta celebración son muy importantes, ya que son miembros de otras manadas y es fundamental que ellos puedan reconocerlos —explicó. —Seremos un grupo de veinte personas que estarán juntos, ya que aquellos que el príncipe Caspian invitó directamente les están dando un trato especial y diferente a nosotros —atacó Silbina. Cuando algunos humanos murmuraron entre ellos como si estuvieran apoyando a Silbina, Rhys alzó una mano para llamar la atención. —¿Sí, joven Rhys? —Solo tenemos que usarlas para poder entrar, ¿cierto? —Así es. Sonriendo, Rhys se acercó y eligió una azul que cubría solo la mitad de su rostro, desde su frente hasta su nariz, con diseños dorados. —¿Podré ver al príncipe Caspian ahora? —preguntó con entusiasmo. —Tan pronto como los demás también se la coloquen —asintió Andreu. —¿Por qué lo ayudas? —cuestionó Silbina con malhumor. —No es que lo esté ayudando, solo que quiero tener la oportunidad de ver al príncipe Caspian, y si para ello tengo que utilizar una máscara no me molesta hacerlo —explicó con un encogimiento de hombros—. Digo, si no es hoy, ¿cuándo tendremos esta oportunidad realmente? De por sí ya es casi imposible que Wolf Heart vuelva a abrir sus puertas más que en esta ocasión. ¿Y ya viste el castillo? Es enorme y majestuoso —expresó admirándolo con brillantes ojos—. Casi parece salido de un cuento de hadas, y las máscaras solo hace que sienta que estoy en uno —rió bajito. Los que compartieron el carruaje con Rhys fueron los primeros en acercarse y tomar su propia máscara, seguido los demás humanos, dejando a Silbina sola en lo que comentaban felizmente entre ellos lo emocionados que estaban por entrar. Con un chasquido de lengua, Silbina finalmente tomó la última máscara y se la colocó con una expresión irritada. Observándola, Rhys le sonrió y moduló un "gracias" que la mujer ignoró. —Listo, ya me la coloqué. Ahora entremos —demandó. Satisfecho con que todos estuvieran cumpliendo, Andreu asintió y encabezó el camino subiendo las escaleras que lo llevaban hacia la entrada. Con las grandes puertas abiertas de par en par y siendo custodiadas por dos guardias armados, el grupo se internó en el castillo, recorriendo los amplios pasillos con altas paredes. Bien iluminado, con arreglos florales en hermosos jarrones y una pulcra alfombra roja, hasta un simple recorrido por el pasillo, hizo que aquel grupo de humanos sintiera que ya estaban en presencia de alguien importante. Deteniéndose frente a unas puertas, el omega les observó. —Cómo es una fiesta, no se les exigirá que permanezcan los veinte reunidos en todo momento, pero sí que a las doce en punto, se reúnan en la puerta para retirarse hacia su hospedaje. Si por algún motivo necesitan o desean irse antes, me buscarán aquí para informarme, no se vayan solo por su cuenta —instruyó Andreu—. Con esto, por favor, diviértanse. Con una sonrisa, el hombre lobo les abrió las puertas y permitió que todos entraran a la extensa sala en la cual, se estaba celebrando el cumpleaños del príncipe heredero. Aquellos plateados ojos con borde azul admiraron encantados y absolutamente fascinados todo el lugar, la elegancia que Rhys había apreciado al recorrer aquel pasillo no podía ser comparada con lo que estaba contemplando en ese instante. Desde las altas paredes con grandes ventanales que le llevaban hacia una hermosa terraza, las largas mesas llenas de deliciosos aperitivos, los elegantes adornos repartidos por toda la extensa sala, hasta la orquesta que representaba música en vivo, absolutamente todo se veía majestuoso. Al adentrarse más, Rhys se percató de como nuevamente, parecían ser ellos el centro de atención para los hombres lobos, los cuales mantenían una clara distancia con ellos, aun si ninguno intentaba hablar directamente con cualquiera de ellos. Mentalmente, rezó para que Silbina, quien parecía ser la que tenía más carácter de su grupo, no se molestara por dicha acción y se concentrara en lo importante, que era conocer al príncipe Caspian. Esperando que los personajes principales hicieran su aparición, Rhys se dedicó a probar aquellas delicias servidas en las mesas y observar a las otras personas, muy diferente a lo que hicieron sus compañeros, que directamente fueron a bailar o "intentar" conversar con otros cambiaformas en lo que esperaban. Sintiendo nuevamente una mirada sobre su persona, Rhys juntó sus cejas levemente y giró su cabeza buscando. —¿No piensas intentar hablar con un hombre lobo como tus compañeros humanos? Observando a su costado, Rhys le sonrió al otro joven enmascarado y mordió el pastelito entre su mano. —Lo intentaría, pero la comida me llama mucho más la atención y es bastante obvio que en su mayoría, ellos no se sienten cómodos con nosotros —expresó lamiendo la crema de sus delgados labios—. ¿Por qué estás utilizando una máscara si no eres un humano? —indagó con curiosidad. —¿Por qué es más entretenido de esta forma? —sonrió—. Los vi antes de que entraran al banquete, me llamaste la atención. Rhys se señaló a sí mismo con sorpresa. —¿Yo? ¿Por qué? —Tienes gran parecido con alguien que conozco. —Entonces, ¿tú eras quien me estuvo observando con la suficiente intensidad como para sentirlo? —indagó. El desconocido sonrió y asintió sin vergüenza alguna. —Dime, ¿has venido porque realmente querías conocer Wolf Heart o por el encantador príncipe Caspian? —Uhm, podría mentir y decir que es por ambos, pero en realidad es más por el príncipe Caspian. —No me digas más, ¿también eres de esos fanáticos que lo idolatran? —cuestionó cruzando sus brazos. Rhys soltó una pequeña risa y asintió sin vergüenza alguna. —Lo admiro. —¿Por qué? —Debido a que es una gran persona —sonrió—. Él no solo es un hombre apuesto, sino que también muy inteligente, dulce, amable y compasivo que se preocupa realmente por su gente y los demás. El desconocido se carcajeó alegremente. —Lo siento, no me burlo de ti, pero es interesante la forma en que ese idiota logró vender aquella imagen de hombre perfecto ante todos —comentó casualmente. —Está bien, todos tienen sus propias opiniones —desestimó. Aquellos ojos de un bonito tono celeste le observaron con interés al joven humano que seguía comiendo alegremente. —Dime, si tuvieras la oportunidad de conocerlo en persona, ¿la tomarías? —Por eso he venido, ¿no? —respondió alegre—. Sí, sé que tal vez estoy esperando demasiado al querer encontrarme de frente con él y ciertamente el representante que nos cuida ya nos ha dicho que probablemente no pasará, pero todos podemos soñar, ¿no? Después de todo, ya estoy aquí —señaló a su alrededor con un dedo. —Bueno, por algo dicen que los sueños están para perseguirlos, ¿no? —le sonrió el desconocido—. Y yo te ayudaré con ello. —¿Conoces al príncipe Caspian? —Algo así —sonrió y tomó un par de copas. Observando la que el extraño le entregó, Rhys la aceptó algo dudoso. —Es bueno ser cauteloso, pero te prometo que no soy una persona peligrosa. —Ni siquiera sé tu nombre —le recordó Rhys. —Puedes llamarme tu hada madrina, ya que haré tu sueño realidad —aseguró guiñándole un ojo. Riendo ante el extraño hombre, Rhys bebió un sorbo y se quedó junto a él en lo que esperaba que la familia Von Kleist hiciera su acto de presencia en la fiesta.
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