Capítulo 2 - Llegada a Gvózdievo

1784 Words
Cuatro cosas hay que me hubiera pasado mejor sin ellas: amor, curiosidad, pecas y dudas. Dorothy Parker  El primer amor es una pequeña locura y una gran curiosidad. George Bernard Shaw Tras la salida de los primeros rayos de sol, Konstantín Ivánovich abordó su lujoso y reluciente carruaje n***o mientras que ambos elfos subían a otro para partir hasta Gvózdievo. El trayecto fue largo, Vronski se sentía agotada y no encontraba una postura cómoda para descansar un poco. Nikolái, aunque también tenía signos de cansancio, ojeras y magulladuras en el rostro y nudillos, ya parecía estar acostumbrado a largos viajes. Se trasladaban en un silencio estoico y no se animaban en hacer el intento de conversar. El carruaje llegó por fin a su destino: el imponente palacio de Ivánovich; un lugar descomunal, de hermosas y extensas áreas verdes, de fina grama y con tantos pinos que en algunos puntos era sombrío. También había un lago pequeño, hondo y lóbrego. Ivánovich contaba con quince esclavos y esclavas que servían en el palacio, realizando labores domésticas. No muy lejos se encontraban dos casas donde residían aquellos que utilizaba para los torneos. Poseía ocho, los mejores, liderado por Nikolái; los demás debían conformarse con esperar el momento en que su amo les ordenara participar en alguna pelea. Mientras tanto, se dedicaban a duros trabajos con el fin de ganarse el pan. Una de estas casas pertenecía exclusivamente a Nikolái, pues era el que siempre llevaba a las elfas al recinto. También habían personas de la confianza de Ivánovich, cuyas ocupaciones eran cerciorarse de que estas criaturas cumplieran las órdenes de su amo y, además, cuidaban los alrededores de algún bandido o, en todo caso, de que algunos de los esclavos intentara escapar. Vronski quedó maravillada por el suntuoso paraje desde que colocó el primer pie, muy diferente al lugar donde vivió con anterioridad, que era ínfimo y sin ninguna comodidad. Ella dormía en un catre, e incluso debía turnarse con otras elfas para que estas se acostaran y pudieran descansar. Su vida desde pequeña no había sido la mejor de todas, y no porque su amo no poseyera dinero, sino porque estos en su mayoría habían tratado a las elfas como una especie menos que inferior, dignas de nada. La habitación de Nikolái era grande y de techo muy alto; gozaba con todo lo que Vronski había soñado siempre: una cama enorme, un cuarto de baño, un comedor, una estufa, bonitos muebles, entre muchas otras cosas. Todo era de excelente calidad y, además, muy costoso. La joven no estaba acostumbrada a semejantes lujos, e incluso le extrañó que un elfo los pudiera disfrutar. —No puedo creer que vivas aquí —le dijo a Nikolái cuando aquel hubo cerrado la puerta tras de sí. —¿Te sorprende? —Por supuesto. ¿Desde cuándo es sabido que los elfos vivan de este modo? —Mi amo no es tan cruel como otros —respondió él, encogiéndose de hombros—. He vivido bien, no me puedo quejar, y las otras elfas también lo han hecho. —¿Hay otras elfas? —Las que son para vender viven con su hermana Kiti Ivánovich, lejos de aquí, y son siete. Las demás sirven dentro del palacio como domésticas; no son usadas para otro fin. Vronski no hizo comentario al respecto, tan solo volvió la vista al lugar y detalló cada cosa que había. —Prepararé algo de comer —dijo él—. Supongo que tienes hambre. Nikolái se dirigió a la cocina y Vronski, por su parte, aguardó sentada en el sofá. Al cabo de un rato el elfo la llamó a la mesa y colocó en la misma un apetitoso menú: piernas de pavo asado con salsa de setas, patatas, ensalada verde y, de beber, jugo de arándanos. El aroma le despertó un hambre voraz a Vronski. Le hincó el diente a la comida con tanta rapidez que casi se atraganta. Era la primera vez que se alimentaba y quedaba satisfecha, era la primera vez que no le daban de comer solo las sobras. Nikolái, que se había sentado frente a ella, esbozó una leve sonrisa al verla comer con avidez. —Cualquiera creería que no has comido en años —dijo. —Nunca antes había probado algo como esto —sonrió con timidez y cierta amargura. Nikolái no había visto a Vronski sonreír hasta ahora, y le pareció sublime, realmente encantadora— ¿Puedo darme un baño? —preguntó al tiempo que se limpiaba la comisura de los labios con los dedos. —No es necesario que me pidas permiso, solo hazlo —le aconsejó—. Encontrarás toallas limpias debajo del lavabo. Vronski se levantó de la mesa y dirigió al cuarto de baño. Se tomó su tiempo para desvestirse y meterse en la bañera cuando se llenó. Experimentó una sensación gratificante al sumergirse en el agua, y de inmediato tomó el jabón y se frotó la piel para quitar cualquier rastro de impureza. Bien entrada la tarde, lánguida y fría, ambos abandonaron la casa para dar un paseo por los jardines del recinto. Algunos elfos que limpiaban las hojas secas caídas de los árboles, le dieron la bienvenida a la recién llegada. Nikolái le enseñó a Vronski la extensa variedad de plantas y flores, y a esta se le notaba alegre, como quien está viviendo un hermoso sueño, y sin querer, también Nikolái se entretenía. No solía hacer aquel tipo de cosas pues casi siempre que llevaba a una elfa a casa no salían de la habitación. No les prestaba importancia, no le interesaba si se encontraban bien o mal, su único fin era enamorarlas, cosa que se le daba de las mil maravillas, y lograr que quedaran encinta. Pero ahora estaba saliendo un poco de la rutina y de cierto modo lo disfrutaba. —¿Te agrada el lugar? —le preguntó a Vronski mientras la veía deshojar un tulipán. —No sé qué responderte... Todo es increíble. Nunca pensé que alguien pudiera vivir así. —¿Cómo te trataba tu antiguo amo? ¿En qué lugar vivías? Ambos se sentaron en el verde pasto después de hacer la pregunta. —Él era un hombre cruel —dijo ella—. Trataba a los elfos como perros y era mucho peor con las elfas. No teníamos derecho a nada. Vivíamos encerradas en una pequeña habitación y nos alimentaba una vez al día... Ya no quiero hablar de eso. —Debió ser horrible —dijo él—. Pero ya ves, no todo es malo. Ahora eres mi pareja y vivirás cómodamente. Será una agradable experiencia, no lo dudes. —Hay algo que quisiera saber sobre nosotras las elfas —ignoró lo que Nikolái le acababa de decir—. Si una hembra se embaraza, ¿qué sucede después? He escuchado que luego de dar a luz esos odiosos humanos las asesinan, pero no creo que sea verdad. No pueden hacer algo tan terrible como eso, ¿o sí? —preguntó con cierta intranquilidad en su tono de voz. —Será mejor que olvides esas cosas, nada te sucederá —mintió con descaro; le acarició con suavidad el cabello mientras la observaba—. Debemos tomarnos un tiempo para conocernos, Stahl. Verás que pronto estaremos como dos tontos enamorados y al final darás a luz a un pequeño. —Eso nunca ocurrirá, Nikolái Dadasky —contestó, apartándole la mano—. Yo no me enamoraré de nadie. La elfa se colocó de pie inmediatamente, con la intención de marcharse a otro lugar. Sin embargo, este la sujetó con fuerza del brazo y su mirada hostil se clavó directamente en aquellas orbes violetas. —Te tragarás tus palabras, tenlo por seguro —su voz adquirió un tono terriblemente hosco y grave. En ese momento, Ivánovich salió de su palacio y caminó con parsimonia y elegancia hasta su carruaje, ganándose la mirada de la elfa. Aquel hombre de aire enigmático le pareció muy extraño; llevaba una máscara y vestía un traje que a leguas cualquiera podía saber que era muy costoso. En cuanto Nikolái la soltó, Vronski caminó al otro extremo del jardín, donde habían más tulipanes papagayo. El elfo expelió un suspiro de hastío y se colocó de pie para ir tras ella. —Lo siento —no pudo hacer más que disculparse sin sentirlo realmente—. No es mi intención discutir contigo. —¿Por qué tú amo lleva una máscara? —preguntó en un tono anodino sin apartar la mirada de las flores, ignorando las disculpas de Nikolái— Ayer también llevaba una puesta y no logré ver su rostro. —Nunca lo harás —dijo—. Konstantín llevará una máscara todo el tiempo para ocultar algo que lo viene atormentando desde hace muchos años. —Vaya —exclamó, volviendo el rostro hacia Nikolái—. ¿Y qué es eso que lo atormenta? —Tuvo una pelea con su hermano —explicó— quien le dejó una horrible cicatriz en el rostro y eso ha sido algo que le recuerda día a día a Ivánovich qué hizo después con él. —¿Y qué fue lo que hizo? —Lo asesinó. Vronski parpadeó varias veces y en su rostro se reflejó un gesto de desprecio. —Todos los humanos deberían ser exterminados de la faz de la tierra —dijo ella después de un momento. —Konstantín es un buen sujeto en comparación de otros humanos. —Para mí todos son iguales —espetó, sintiendo cómo su ira comenzaba a aumentar—. ¿Cómo puedes decir que es un «buen sujeto» cuando eres su esclavo? Los humanos nos han cazado como animales. No tenemos derechos de ningún tipo y estamos condenados a trabajar para ellos hasta que se nos quiebre la espalda. Tú debes luchar con otro elfo hasta la muerte, Nikolái, ¡con alguien de tu misma especie! Y no solo eso, ¿tener a elfas para usarlas como objetos y que den a luz a una criatura? ¿Y con qué objetivo? ¡Que nuestra especie no se extinga y sigamos siendo sus esclavos! No me digas que Konstantín Ivánovich es un «buen sujeto», por amor al cielo. Nikolái no emitió ni un sonido. De cierta modo la elfa tenía razón, pero aún no entendía que Ivánovich no era un hombre cruel. Ahora bien, eso lo vería con el pasar del tiempo. —No trataré de convencerte —dijo Nikolái sin apartar la mirada de aquellos curiosos ojos—, tú misma te darás cuenta que te equivocas. «Dudo mucho que me equivoque», pensó Vronski volviendo la mirada hacia los tulipanes. «Nadie me hará cambiar de opinión».

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