Prólogo

684 Words
La prensa se había hecho eco de la noticia, a pesar de que todo su equipo de relaciones públicas intentó mantener lejos y medio oculto lo que sucedía en su familia. Pero poco se podía hacer. Su esposa había fallecido y con ella, se había llevado el fruto de su amor. Todo parecía una pesadilla, un mal sueño de que, en el caso de que solo fuera eso, no se podría olvidar ni un solo detalle. El dolor que estaba experimentando era irreal, o eso le parecía. A la par de una rabia calmada, sentía que su pecho estaba vacío. Un hueco n***o y profundo. Uno del que no creía que pudiera salir pronto. Massimo De Luca no era hombre de muchas palabras, pero su actitud taimada siempre fue su mejor virtud. Observador y reservado, el carácter que se ocultaba bajo capas y capas de indiferencia era bastante diferente. Pero muy pocas personas habían llegado a conocer esa parte de él. Contadas. Y no precisamente pertenecían a su familia. Solo su esposa fallecida había sabido ver a través de su ceño fruncido o sus ojos demasiado suspicaces. La sonrisa suave de ella, su inocente aspecto, el brillo de sus ojos, había sido suficiente para que algo en su interior se tambaleara con necesidad. La necesidad de protegerla, de acunarla bajo su brazo y darle todo lo que ansiaba, lo que merecía. El amor estaba rodeado de muchas otras emociones. Sentimientos. Ella era su alma gemela y lo supo desde el primer instante. —Señor De Luca, disculpe que lo interrumpa, pero me dijo que le avisara cuando llegara la empleada del servicio. Massimo dejó de ver por la amplia ventana, al vasto prado verde que rodeaba la propiedad que acababa de adquirir. Nunca había sido su intención moverse de New York, amaba el poder que le otorgaba dormir en el penthouse de un alto edificio en esa gran ciudad que pocas veces duerme. Las casas de campo no eran lo suyo, menos tan lejos de lo que él consideraba civilización. Pero con la muerte de su esposa, no tenía ganas de nada, necesitaba alejarse de todo eso que era una constante en su vida. Necesitaba espacio, paz y un lugar donde poder mirar al cielo nocturno sin que alguien pudiera ver las lágrimas escondidas en sus ojos. —Hágala pasar. ¿Le comentó las especificaciones? —preguntó desde su lugar a un lado de la ventana. Con sus manos juntas en su espalda, volteó solo hasta que pudo ver el rostro regordete de la encargada de la contratación que ya iba de salida. —Sí, señor —un asentimiento y un gesto serio. Uno que Massimo devolvió antes de volver su atención a la ventana. No tenía más nada que decir, ya había dado su orden. Sintió los pasos de la señora Rushford, alejándose, solo entonces se permitió soltar un poco de su tensa respiración. Había venido hasta esta casa alejada de todo lo que conocía con el objetivo de aislarse del mundo. Solo necesitaba una empleada que ayudara con lo básico. Comida y aseo, en la mayor parte de sus funciones. Generalmente era bien estricto con el personal, a su alrededor tenía toda una red detallada y concisa que se aseguraba de que obtuviera cada cosa en el momento justo y otorgado por las personas mejor capacitadas. Esperaba que no involucrar a su asistente personal y no tomar cartas él mismo en el asunto, fuera un problema. Solo necesitaba calma. Y soledad. Pero un ruido repentino lo hizo salir de sus pensamientos, volteó a ver la puerta en el mismo instante que un diminuto bulto castaño entraba dando tumbos a su nuevo despacho y luego caía al suelo con un ruido sordo. Detrás de ella, un jarrón se hacía añicos. Massimo quiso correr para ayudar a la joven que ahora estaba en el piso, a solo unos pocos pasos de él, pero ella levantó la cabeza. Y unos ojos increíblemente hermosos hicieron conexión con los suyos. . . . Así comienza la historia de Leah y Massimo. ¿Están listos para saberlo todo?
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