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"Le temo al Amor"

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Cuando constantemente te enseñan que amar duele, es natural que le tengas miedo a ese sentimiento, sin embargo, ¿qué pasaría si alguien llega a ti, afirmando ser tu compañero destinado y que lo único que desea es hacerte feliz?

Kailer está dispuesto a dar todo de sí para proteger a su compañero y hacerle entender que al amor no hay que temerle porque es el sentimiento más hermoso que pueda existir. Jayden no sabe amar porque en el momento en que se aventuró a hacerlo, salió lastimado de la peor manera, entonces, ¿logrará Kailer reparar aquello que no rompió?

ʚɞ

—Yo jamás te haré daño, eres mi vida entera y arriesgaría el mundo con tal de protegerte.

—¿Lo prometes?

—Las promesas se rompen, Jayden, yo te doy mi palabra, como alfa y líder de esta manada, que, si el mundo te hizo daño, lo destruiré por ti—afirmó.

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Capítulo 1: Canela y madera fresca
≻───────── ⋆ ⋆ ─────────≺ —Buen día, Theo. —Buenos días —respondió amablemente mientras aceptaba el café que le habían ofrecido—. Martha dijo que hoy tenemos la agenda llena. —Jayden asintió, consciente de ello. Aunque Yaren era un pueblo pequeño, siendo una de las pocas clínica veterinaria en el lugar a menudo estaría repleta. Por eso, Jayden y Theo decidieron hacer las consultas mediante citas y atendían según la gravedad del paciente. Solo había dos personas atendiendo en la clínica; no se darían abasto si aceptaran a todos. —¿Estás bien? —preguntó al ver el semblante de su amigo—; te noto cansado. —Sí, es solo que no he dormido bien estos días —mintió. —Si no puedes con todo, pásame alguno de los pacientes; los atenderé por ti. —Gracias, pero estoy bien. —Theo no insistió más; lo conocía demasiado como para saber que estaba mintiendo, pero también podía ver que no deseaba hablar sobre lo que le sucedía. —Te dejo entonces; la clínica está repleta. —Jayden se encorvó y apretó su pecho en el instante en que su amigo salió del consultorio. Jayden no soportaba la intranquilidad en su corazón; tenía la sensación de que algo malo estaba por suceder, como si todo dentro de él le dijera que debía escapar otra vez. Últimamente se había mantenido despierto por las noches, y sus días eran un tormento; sin embargo, hoy era el peor día de todos. Podía escuchar a Anker sollozar dentro de sí, y no era capaz de hacer nada. Cerró los ojos con fuerza, intentando tranquilizar su cuerpo. «Todo está bien, ya nadie puede lastimarnos», repitió una y otra vez en su cabeza como si de una mandra se tratara. Tomó algunas respiraciones profundas, mitigando sus latidos, logrando así serenarse. Yaren estaba lo suficientemente lejos de Keers, haciendo imposible que lo encontraran. Además, habían pasado años; esas personas se debieron haber olvidado de él. Jayden no era tan importante en sus vidas. «Así es, no tengo nada de qué preocuparme», exhaló pausadamente unas pocas veces más y luego indicó a Martha que podía dejar pasar a los pacientes. Como Theo había dicho, la agenda de ambos estuvo repleta todo el día. Solo tuvieron un par de minutos para descansar antes de que la ola de pacientes los reclamara de nuevo. Jayden había estado conversando con Theo sobre contratar nuevo personal, pero para esto debían ampliar la clínica, y Jayden carecía tanto de capital como de espacio. Pero este último era el más difícil de afrontar. Cuando Jayden adquirió la propiedad, el antiguo dueño le había dicho que era imposible ampliarlo dado que parte de los alrededores había estado siendo disputado por dos grandes familias, pero que nunca habían llegado a un acuerdo. Jayden estaba tan cansado emocional y mentalmente que no había podido pensar en una solución adecuada para ello. Entre sus pensamientos sobre los problemas de la propiedad y su ansiedad, Jayden concluyó su día de trabajo. Cerró todo, se encaminó hacia su habitación para cambiarse de ropa y, una vez listo, se dirigió hacia el sendero que colinda con la clínica. A pesar de haber visitado el lugar en varias ocasiones, aprovechando la arboleda circundante como un refugio tranquilo para Anker, esto no había pasado con mucha frecuencia ya que se había enterado de que había algunas manadas en Yaren y no deseaba que otros supieran que había un solitario entre ellos. Anker, su lobo, era lo más importante que tenía. El día en que escapó de la manada, Jayden juró que nunca volvería a permitir que alguien lo lastimara o lo mantuviera encerrado. Sin embargo, ahora era él quien lo estaba haciendo. Aunque sabía que su lobo no lo responsabilizaba, ese conocimiento no disminuía su sentimiento de culpa. Jayden dejó sus pensamientos a un lado y se concentró en Anker; en un instante, un gran lobo blanco con algunos destellos grises apareció donde anteriormente había estado Jayden. Anker, se sacudió enérgicamente y, con una mirada alerta, emprendió una carrera a través de la extensa arboleda. Aunque el bosque ofrecía un amplio manto verde y frondoso, Anker se contuvo, consciente de que este territorio podría pertenecer a una de las manadas de Yaren, así que decidió no adentrarse demasiado. Mientras corría, Anker detuvo sus pasos abruptamente, frunciendo el ceño al detectar un olor peculiar, picante y metálico. «Sangre» Dudando un instante, Anker siguió el denso olor a sangre en busca de algún rastro de peligro. Cautelosamente, se acercó al lugar para descubrir una escena asombrosa: el lugar destrozado y empapado en sangre, con al menos seis personas tumbadas junto al cuerpo de un lobo. La sangre había sido su debilidad durante mucho tiempo, pero al elegir la carrera de Medicina Veterinaria, Anker dejó atrás su fobia y se centró en salvar vidas. Intentó percibir algún indicio de vida y del único que notó que aún tenía leves latidos fue aquel enorme lobo. Incierto sobre lo que sucedía, Jayden asumió su forma humana y se acercó al animal. El lobo estaba lleno de heridas y laceraciones de todo tipo, indicando una feroz pelea con cazadores que encontraron su propia muerte. La caza estaba terminantemente prohibida en Yaren, y esos intrusos pagaron un alto precio por romper la ley. Jayden se acercó lentamente al animal con la intención de ayudarlo, pero unos gruñidos bajos lo detuvieron. Aunque era evidente que el lobo no podía lastimarlo, Jayden, con cautela, continuó acercándose. —Tranquilo, no intento lastimarte —murmuró calmadamente—; estoy aquí para ayudarte, ¿de acuerdo? Se agachó lentamente, extendiendo su mano hacia la nariz del lobo, permitiéndole olerla. A menudo, los animales lo temían al detectar su naturaleza de hombre lobo, pero al darse cuenta de que Jayden no representaba una amenaza, se calmaban y lo adoptaban como su refugio. Sintió la nariz del lobo tocarlo mientras lo olisqueaba, y luego algo cálido lo lamía. —Eso es, no pasa nada —Jayden se acercó un poco más. En el momento en que el lobo bajó completamente la guardia, Jayden posó sus manos en el pecho del animal. Concentrando toda su energía en ellas, inició el proceso de curación. Anker poseía el poder de sanarse; no importaba qué tan grave fuera la lesión, Anker podía recuperarse en cuestión de horas. Por eso, en ocasiones cruciales, Jayden utilizaba el don de Anker para transferir el dolor y las lesiones de otros a su propio cuerpo. Aunque la técnica era sencilla, las consecuencias no lo eran. Al absorber todo en su ser, Jayden experimentaba un dolor inmenso e insoportable y acababa agotando completamente su energía, dificultando su propia recuperación. Tras sanar las heridas internas del lobo, Jayden se apartó y vomitó un líquido viscoso y negruzco. No se preocupó; esto era una de las consecuencias de utilizar su poder. Cargó al lobo con dificultad y lo llevó a la clínica para concluir el proceso de curación. Al llegar, acomodó al animal en la mesa quirúrgica y se encargó de las heridas externas. Desinfectó cada laceración, ajustó los huesos rotos y suturó las heridas más profundas. Como el animal era demasiado grande, le tomó casi toda la noche curarlo. El tamaño del lobo ciertamente le había parecido extraño a Jayden; era tan grande que podría ser un hombre lobo alfa. Sin embargo, al no poder percibir su esencia, no se preocupó por ello y se centró en ayudarlo. Cuando finalmente hubo terminado, Jayden vendó sus heridas y lo cubrió con una manta para que estuviera cómodo el resto de la noche. —Descansa tranquilo; en unos días, cuando estés mejor, te dejaré ir —prometió. Jayden, agotado, se dejó caer en un sillón de la clínica y cerró los ojos. El cansancio acumulado de semanas de insomnio y la energía gastada en ayudar al lobo lo sumieron en un sueño reparador. A la mañana siguiente, Jayden despertó al escuchar ruidos provenientes del área quirúrgica donde había dejado al lobo. Corrió hacia allí, pensando que el animal se había despertado y, desorientado, intentaba ponerse de pie. Sin embargo, al llegar, lo que encontró heló su sangre. Donde antes descansaba un enorme lobo n***o, ahora se erguía un hombre de al menos dos metros de altura, semidesnudo y cubierto de heridas abiertas. Jayden se perdió por un momento en el cuerpo del hombre. Había pasado un tiempo desde la última vez que compartió intimidad con alguien en una habitación, y aunque las circunstancias eran distintas, no pudo evitar echar un vistazo al hombre. Era la visión más hermosa que había contemplado: ojos de un intenso color miel y una piel bronceada, aunque cubierta de heridas y vendajes, revelaba la presencia de músculos marcados. La imagen resultaba tentadora, y Jayden tuvo que morderse la lengua para recuperar la compostura. —¿Quién eres? —se apresuró a preguntar, recibiendo únicamente un gruñido por respuesta—, ¿y cómo es posible que no pudiera sentirte? —Esta última pregunta era tanto para el hombre como para sí mismo. —Detente, no te acerques a mí—lo detuvo—, no quiero problemas. Te salvé, ahora puedes irte si lo deseas. —No quiero irme—la voz del hombre resonó como la melodía más hermosa, calmando el alma de Jayden y disipando la inquietud que lo había acosado en días recientes—, solo quiero que te acerques—pidió. Jayden ignoró sus palabras y, en lugar de avanzar, retrocedió disimuladamente. —¿Por qué no pude sentirte? —repitió, mirando con cautela a la persona frente a él. —Oculté mi aroma intentando escapar de esas personas. —Jayden notó cómo la voz del hombre salía entre dientes y comprendió que estaba experimentando dolor—, pero no pensé que te encontraría debido a eso. Es algo bueno—murmuró al final. —¿Qué quieres decir? —Toda la oración del hombre le pareció una locura. —Finalmente te encontré —respondió, en cambio, mostrando un indicio de sonrisa. Los ojos de Jayden se abrieron con sorpresa y rápidamente entendió las palabras del hombre. Su corazón acelerándose, mientras la ansiedad se apoderaba poco a poco de su cuerpo, haciéndolo temblar. —¿E… Encontrarme? —murmuró repetidamente, incapaz de creerlo. ¿Finalmente lo habían encontrado? ¿Ezra había dado con él? No, eso no podía ser, debía correr. Si el hombre ponía sus manos sobre él nuevamente, lo encerraría e incluso podría matarlo esta vez. La garganta de Jayden se movió incontrolablemente de arriba abajo en un intento de que su saliva pasara, pero fue imposible; estaba completamente sellada. —N… No sé lo que intentas decir, por favor, vete —quiso parecer tranquilo, pero su voz salió demasiado temblorosa como para lograrlo. Vio cómo el hombre fruncía el ceño y su miedo creció aún más al verlo encorvarse. —No te acerques. —Para su asombro, el hombre le hizo caso. —Puedo oler tu miedo, ¿qué sucede? —La pregunta desconcertó a Jayden. En realidad, toda la situación era un poco increíble; él no conocía casi nada sobre su especie, pero estaba seguro de que era imposible que pudieran ocultar su aroma. Esto quería decir que el hombre era lo suficientemente fuerte como para quebrarlo con el pulgar de su mano, además de ser un alfa. Esto último le hacía estar seguro de que Ezra no había enviado al hombre por él; ningún alfa tan poderoso estaría por debajo del otro. Además, también estaba el hecho de que lo único amenazante que podía percibir en el hombre era su gran tamaño y el hecho de que era un poderoso alfa, pero ciertamente Jayden podía sentir que no deseaba hacerle daño. Sin embargo, este hombre había dicho que lo había encontrado mientras que con una sonrisa casi siniestra miraba a los ojos de Jayden. Por alguna razón, su miedo fue apaciguado por la actitud de hombre, además por lo que vio antes, había sido perseguido hasta casa la muerte, quizás tenía razón y no buscaba hacerle daño. Viendo su estado, lo más probable era que no pudiese dañarlo, es más, Jayden poseía más poder que él en este momento así que se calmó. —Siéntate —pidió, y sorprendentemente el hombre lo obedeció nuevamente—, no estás bien; déjame curarte. —El hombre asintió y se mantuvo quieto como si no quisiera asustar a Jayden. Al volver a su forma humana, el hombre deshizo todos sus puntos de sutura, ocasionando que la sangre volviera a cubrir su cuerpo. Jayden organizó las cosas y se volvió para curar al hombre. Cuando estuvo frente a él, se permitió observar detenidamente su cuerpo mientras se deshacía de las vendas deshechas. Entonces, para su desconcierto, se imaginó pasando sus manos por todo su cuerpo mientras cubría todas sus cicatrices y frunció el ceño. Toda la situación era muy rara y carecía de coherencia. Intentando dejar sus pensamientos a un lado, comenzó a curar al hombre. En el proceso pudo sentir cómo el cuerpo de esa persona temblaba y, creyendo que era debido al dolor, quiso ponerle un poco de anestesia, pero el hombre se lo impidió. Terminar de curarlo le tomó más tiempo de lo que esperaba. No deseaba lastimarlo, tanto por miedo a él como por un extraño sentimiento de preocupación por el hombre que había nacido en su interior. Al terminar, tiró los guantes ensangrentados en el bote de basura y se giró para enfrentarlo. —¿Quién eres y por qué me estás buscando? —Mi nombre es Kailer Müller, Alfa líder de la manada Índigo —respondió—; y lo comprendiste mal, yo no te estaba buscando. Solo tuve la suerte de encontrarte. —La hermosa sonrisa de Kailer lo distrajo un poco. —¿Qué quieres decir? —Eres mi compañero —respondió con el anhelo filtrado en cada palabra—. No pensé que te encontraría en momentos como este, pero no es malo. Juro que puedo protegerte. —Jayden no había escuchado ni siquiera la mitad de sus palabras. —¿Por qué…? El hombre salió de su burbuja y se dio cuenta de que Jayden lo miraba entre desorientado y asustado; entonces, recordó que había estado ocultando su aroma. Al segundo siguiente, los pulmones de Jayden se llenaron de un delicioso aroma. Su alma cosquilleó, su interior se calentó y su corazón se apaciguó. El aroma del hombre era una amalgama exótica de notas cálidas como el almizcle, la canela y la madera fresca. —Imposible —susurró entrecortado—. ¿Por qué me estoy sintiendo así? Tú no puedes ser mi compañero —se negó a creerlo—. Pero tu olor, ¿cómo lograste cambiarlo? ¿Por qué hueles así? ¿Por qué Anker reacciona a tu aroma? —Hizo una serie de preguntas que confundieron al hombre. —Somos compañeros —aclaró, sintiendo que algo extraño sucedía. —Imposible —repitió. —No lo es; tú también puedes sentirlo. —Era cierto. Todo el aroma de Kailer le decía que eran compañeros; el cuerpo de Jayden había reaccionado a él al igual que su lobo, pero se negó a aceptarlo. Kailer no podía ser su compañero; él ya tenía uno y lo había dejado en Keers junto a todo su pasado. No sabía qué truco utilizó Kailer para cambiar su aroma y hacerle creer que eran compañeros, pero nunca lo creería. Ya había sido lo bastante crédulo antes y solo había resultado lastimado. —Lárgate—había tenido que tomar todo su valor para decirlo, pero se mantuvo firme intentando ocultar su miedo y lo mucho que le estaba afectando. —¿Qué? —Vete. Ahora. No quiero verte aquí. —El hombre quiso acercarse, pero Jayden retrocedió. —No te acerques a mí; solo vete. —No sé lo que sucede, pero somos compañeros. Si me das la oportunidad, podemos arreglar todo. —Jayden negó. —No hay nada que aclarar. Tú no eres mi compañero ni nunca lo serás —afirmó—. No sé qué trucos utilizaste para hacer que mi lobo te sintiera, pero solo has perdido tu tiempo. Nunca te creeré. —No te estoy mintiendo; somos el destino del otro. ¿Por qué no puedes aceptarlo? —¡Es imposible! —¿Por qué? —¡Porque ya tengo un compañero! —gritó exasperado—, pero eso ya lo sabes. —El hombre se quedó en silencio con una expresión de desconcierto en su mirada y Jayden casi le creyó. —Vete —pidió nuevamente. —N… no, yo no entiendo lo que dices. —Al Jayden notar que el hombre no pensaba moverse, tomó una decisión. —Entonces me iré yo. —Kailer se apresuró hacia él, pero sus bruscos movimientos lo lastimaron haciéndole doblarse. Jayden dio un paso hacia adelante al verlo, pero rápidamente detuvo sus movimientos y mordió sus labios. —En el estante hay una camisa que puedes ponerte; si cuando regreses no te has ido, llamaré a la policía. —Fue lo último que dijo antes de comenzar a caminar hacia la salida. —No, espera, no te vayas. —Jayden lo escuchó quejarse y aunque su corazón dolió y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, no se detuvo. Quería regresar y mantenerse junto a él para ayudarlo a recuperarse, pero estaba consciente de que todo era debido al hechizo que el hombre había utilizado en él. Sus pasos eran débiles y sentía que en cualquier momento se derrumbaría. Las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos en un punto descendieron por su mejilla, cayendo incontrolablemente. "Tranquilo, no es real", se dijo intentando tranquilizar a su lobo. "Es imposible". Aunque Jayden deseara nunca haber encontrado a su compañero, lo había hecho y era Ezra Wells; nada ni nadie podía cambiar eso. La vida de Jayden no había sido la mejor; en su infancia había permanecido aislado sin tener la educación necesaria para saber muchas cosas sobre su especie o sobre el mundo en general, pero si de algo estaba seguro era que un hombre lobo solo tenía a un compañero destinado. Había escuchado muchas veces decir que el alma de un lobo estaba dividida y unida a la de otra persona. En algún punto de su vida, los designios del destino se entrelazarían a su favor, conduciéndolos hacia el encuentro. Esta persona se convertiría en su destino y le brindaría plenitud. Aunque su corazón le doliera y lo llevara directamente hacia el hombre en la clínica, estaba seguro de que Kailer Müller no era su compañero y no permitiría ser herido de nuevo. Decidió resistir la llamada de su instinto, a pesar de que su corazón le recordara incesantemente la presencia de Kailer. Aunque la conexión entre lobos y sus compañeros estaba escrita en la esencia misma de su ser, él estaba determinado a desafiarla. No permitiría que las cicatrices del pasado se repitieran, prefiriendo la soledad a la posibilidad de un amor que pudiera resultar en más dolor. Caminó lejos de la clínica, dejando atrás la fragancia de Kailer que aún persistía en el aire. En ese momento, sintió un peso en su pecho, una mezcla de resignación y anhelo. Pero, con cada paso alejándose, fortaleció su determinación de forjar su propio destino, aunque eso significara ir contra la naturaleza misma de su ser. ≻───────── ⋆ ⋆ ─────────≺

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