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El padre de mi exnovio

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Mi exnovio me metió en un grave problema. Ahora su padre el señor Spencer es mi nuevo jefe, es el último hombre sobre el que debería tener pensamientos inapropiados. Más cuando me ofrece vivir bajo su techo hasta que mi vida ya no esté en peligro.Sin embargo, esta convivencia provoca que no nos quitemos las manos de encima. Su deseo de reclamarme no era parte de nuestro trato.

Especialmente porque es el padre de mi ex.

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Capítulo 1
Cindy Varela Mi jefa Nancy me llama a su oficina. Me siento extrañamente nerviosa cuando ella se niega a mirarme a los ojos. –Cindy. Por favor sientate–ella respira profundamente y siento que las paredes se cierran sobre mí. —¿Está todo bien?—sonrío nerviosamente para enmascarar mi inquietud. —No sé de qué otra manera decir esto, Cindy. Eres una excelente empleada y odio que las cosas hayan llegado a este punto—sus amables ojos me taladran y veo una profunda emoción allí—.Sabemos que te han venido a visitar unos tipo un poco extraños—ella me mira fijamente y bajo los ojos. No necesito preguntar qué visitantes—.Hemos recibido informes de al menos de tres ocasiones que te han venido a visitar en el estacionamiento a la vista de los trabajadores. Y, francamente, los empleados están hablando. No se sienten seguros. Y también tengo que pensar en su seguridad—siento que viene. Y soy incapaz de detenerlo. La oigo suspirar antes de que vuelva a hablar—.La gerencia ha discutido el asunto y hemos decidido que es mejor para todas las partes involucradas que tu te tome un permiso. Se hace el silencio y es como si pudiera oír caer un alfiler. Lamo mis labios nerviosamente. —¿Tomarme un permiso? Pero ya he usado todo mi tiempo de vacaciones—me limpio las manos húmedas en la falda, rezando para que esta conversación termine. —Esta bien. Puedes tomarte todo el tiempo que necesites para solucionar tus asuntos personales—intenta sonreír amablemente pero fracasa. —¿Me estás despidiendo?—susurro la pregunta, mi mente corre a un kilómetro por minuto. —Despedir es una palabra muy fuerte. Es un tiempo libre para poner tus asuntos en orden— su sonrisa desaparece y su comportamiento se vuelve frío. —¿Y si nunca se ponen en orden?— espero con gran expectación su respuesta, como un paciente esperando saber cuánto tiempo me queda de vida después de que me diagnosticaran una enfermedad terminal. —Entonces te quedas de permiso— ella ni siquiera se inmuta. Me siento en silencio, tragando el nudo que tengo en la garganta. –Así que, básicamente, necesito encontrar otro trabajo. –Bueno, ponlo de esta manera. Si renuncias te proporcionaremos una referencia brillante. Eres una excelente trabajadora. Eres organizada y eficiente. Cualquier empleador estaría feliz de tenerte como asistente. Lo siento, Cindy. Ya sabes lo duro que es esta ciudad. No podemos correr ningún riesgo y poner a personas inocentes en la línea de peligro. Te diré una cosa, puedo hablar con cuentas y ver cuál es la mejor manera de calcular un salario en lugar de un acuerdo de preaviso. Y si hay algunos días de vacaciones que te hubieras ganado, también podemos pagarlos—ella garabatea los detalles en una libreta. —Te lo agradecería–asiento y me levanto—.Gracias. Salgo de la oficina rápidamente, con la mente entumecida por lo sucedido. Estoy tratando de alejar esos pensamientos mientras me apresuro a casa. De repente, una mano agarra mi brazo y, antes de darme cuenta, me arrastran hacia un callejón y me empujan contra una pared, dejándome sin aliento. —¿Dónde está nuestro dinero?— escucho ese familiar tono gutural y cierro los ojos. Este día sigue mejorando cada vez más. —¡Por favor, no tengo dinero!– aprieto mis ojos aún más fuerte y gimo mientras trato de recuperar el aliento sin tragar contra la presión de la hoja fría contra mi garganta. Siento como si el corazón se me fuera a salir del pecho. Mi cerebro está en una niebla. Lo único que puedo pensar es que seré el próximo titular de las noticias cuando mi cuerpo sin vida sea encontrado cubierto de sangre en algún callejón anodino. —Bueno, entonces ¿dónde está ese pequeño novio tuyo? Nos debe una deuda —Te lo dije, ya no es mi novio. ¡Hace meses que no lo veo! Intento controlar los sollozos mientras el matón presiona su cara contra la mía. –Sería un gran crimen estropear una cara tan bonita. Pero ese novio tuyo necesita desembolsar nuestro dinero. Encuéntralo. Dile que queremos lo que es nuestro. O la próxima vez no seré tan amable–el matón gruñe mientras presiona la hoja aún más profundamente en mi piel, rozándola ligeramente. Un temblor me recorre cuando siento el ardor de la espada y temo que me voy a desmayar. Justo cuando me pregunto si voy a empezar a ver mi vida pasar ante mis ojos como una señal del principio de mi fin, la presión disminuye y el frío del viento de la tarde de febrero me recorre. No me atrevo a abrir los ojos. De repente, mis piernas ceden y mi pecho se contrae dolorosamente como si acabara de correr una maratón. Sin previo aviso, mis piernas ceden y mi cuerpo se desliza por la pared contra la que acaban de inmovilizarme. Las lágrimas corren por mis mejillas al pensar en cuántas veces en los últimos tres meses me han acosado. Y todo es gracias a Gerson. Sostengo mi cabeza mientras sollozo incontrolablemente. Ojalá nunca lo hubiera visto esa noche en la cafetería. Justo antes del Día de Acción de Gracias del año pasado, lo eché. Una semana después, el primer matón apareció una mañana cuando me dirigía al trabajo. Al principio, pensé que era sólo un asalto de rutina hasta que me di cuenta de que no estaba interesado en mis escasas pertenencias, sino más bien en entregar un mensaje verbal. —Dile a Gerson Spencer, que quiero tener una pequeña charla con él, señorita—mi corazón había golpeado mi pecho de miedo esa mañana. Y eso había sido sólo el comienzo. Saco un trozo de pañuelo de mi bolso. Me limpio los ojos mientras las lágrimas disminuyen. Sé que necesito levantarme y regresar a casa pero no puedo confiar en mis piernas. Me pregunto si habría sido más fácil para mí que me hubieran cortado el cuello hace unos minutos. Al menos no tendría que estar mirando por encima del hombro por el resto de mi vida. Me pongo de pie y me apoyo contra la pared en busca de apoyo. Miro la farola al final del callejón, delineando a la gente que corre de un lado a otro. Si tan solo hubiera salido del trabajo antes. Pero claro, el tiempo no habría hecho ninguna diferencia. Me hubieran estado esperando de todos modos, como lo había hecho las últimas veces que se acercó a mí. Por primera vez desde que comenzó esta terrible experiencia, me pregunto si debería considerar obtener algún tipo de protección para mí. Pero ¿a quién engaño? No podría permitírmelo ni aunque mi vida dependiera de ello, cosa que, cada vez más, aparentemente ocurre. Estoy jodida.

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