bc

El Origen De Mi Destino

book_age18+
1
FOLLOW
1K
READ
billionaire
HE
arrogant
badboy
heir/heiress
drama
no-couple
scary
loser
highschool
another world
secrets
cruel
sassy
like
intro-logo
Blurb

Daniela Walker pierde a sus padres y hermano mayor a una edad temprana, a causa del conflicto armado. Siendo rescatada y entrenada por su padre adoptivo y verdugo en el arte de matar, decide dejar todo atrás para comenzar una vida diferente. Pero tendrá consecuencias, ya que estará en la mira telescópica en todo momento. Si comete un mínimo error, su vida terminará en ese mismo segundo. Pero eso no la hará cuestionarse si fue correcta la decisión que tomó, de hecho, lo usará a su favor para acabar en el instante cuando el mayor de sus demonios regresa sorpresivamente.

Esta historia contiene lenguaje inapropiado y sucesos que nos muestran la cruda realidad de muchos niños y familias que sufren a causa de la violencia injustificada.

"A pesar de vivir tantos momentos atroces, nunca fueron capaces de dañar tu corazón puro", pensamiento de Sara, madre adoptiva.

chap-preview
Free preview
Recuerdos
El sonido incesante del metrónomo hace que mi cabeza retumbe. Siempre es lo mismo cada quince días. En la noche anterior, tengo el mismo sueño antes de cada sesión psicológica: un metrónomo gigante cae y me aplasta. Es una lástima que siempre sea tan vulnerable en los sueños. Si pudiera defenderme, ya hubiera mandado ese aparato al más allá. Ahora solo me queda aguantar el dolor de cabeza que estas terapias de tortura me provocan. Lo que más odio de todo esto es tratar de recordar sucesos de mi pobre y vergonzosa infancia. —Podría hacer callar el metrónomo, no lo soporto —digo con molestia, masajeando mi sien. —Está bien, lo detendré —la psicóloga Nowak se levanta y lo detiene—. Bueno, vamos de nuevo a tratar, dime ¿qué recuerdas antes del ataque? De nuevo la misma pregunta. Al principio de mis sesiones estaba bastante asustada para responderla y en las siguientes me quedaba callada. Ya no debo seguir dándole tantas vueltas a este asunto. Encontrar siempre la excusa para no responder a las preguntas que los altos mandos le ordenan a la psicóloga para que me las diga, sí que fastidian esos viejos siempre presionando y alegando a Sara que lo único que yo hago en estas sesiones es burlarme de ellos. ¿Qué tiene de malo burlarme de esos ancianos? Pero bueno, ya ha pasado tiempo. Responderé sus preguntas, ya debo parar si quiero que la vida que Sara quiere para mí se cumpla. Ya es momento de salir de esto. —¿Qué pereza, otra vez? —pregunto con enojo—. Ya sabe que solo recuerdo fragmentos —miento porque tengo miedo de volver a recordar y más temo que me pueda salir de control. Puedo sentir la presencia de un soldado afuera de la sala pendiente atento que no ataque a la psicóloga, no les daré el gusto porque eso es exactamente lo que desean. Me esforzaré, pellizcaré mi pierna aunque no servirá, solo aparecería el morado pero no sentiré nada. —Vamos, inténtalo. Cuéntame del lugar en donde vivías —dice en tono amable. La manera en como dice “cuéntame” suena como si fuera solo decírselo a ella. Las dos grabadoras encendidas sobre la pequeña mesa de centro y las cámaras colocadas a cada esquina me dicen que no solo se lo contaré a ella sino a todos en literal. Con ganas de mandar todo esto a la mierda, me lo reservo acomodándome en el sillón ruidoso. Vaya, sí que es ruidoso. Debieron haber comprado un sillón distinto, uno no sé, con un tapizado en algodón. Se veían bonitos cuando los vi en la televisión, pero mil seiscientos cuarenta y cuatro euros con cuarenta y seis centavos es muy caro. ¿Aquí a quién se le ocurre comprar un sillón tan costoso? Pero dudo que el ejército portugués se vaya a quedar pobre si lo adquiere. Cuando al fin encuentro la parte más cómoda, respiro y exhalo. Bueno, que se vengan los recuerdos. Nací en el país de Colombia, más exactos en el departamento Mina, un departamento muy bello con un clima calientito, también llamado Departamento verde por la cantidad de vegetación y por sus inmensos bosques. El pueblo donde nací y crecí hasta los cuatro años se encontraba en la esquina del departamento y del país, con vista al océano pacífico. Hacía a mi pueblo importante para el país y los grupos criminales, pero no hablaremos de eso todavía. Pero estoy segura de que la psicóloga me lo preguntará más tarde. En fin, mi pueblo era muy bello, constaba de puerto, tiendas de ropa, panaderías, pastelerías. Era muy pequeña para recordar si alguna vez disfruté de las delicias que esos lugares ofrecían, o tal vez se deba al trauma de perderlo todo que no recuerdo los sabores que pude haber degustado. Recuerdo que mi familia tenía una floristería. Si me atrevo a decir, era la mejor, un lugar enorme llenito de flores de toda clase y color, unas colgadas, otras en canastas sobre el suelo. Cómo quisiera recordar el olor de ese lugar, pero se me hace difícil. Cada vez que intento hacerlo, lo único que logró conseguir es que sienta el olor fuerte de la sangre. Enfocándome en la floristería, recuerdo su nombre, al menos eso, Floristería Walker. Teniendo el apellido de la familia hacía que nos reconocieran a dónde quiera que íbamos. Enfocándome en el puerto, recuerdo el sonido que hacían las gaviotas, siempre al acecho de algún despistado para quitarles de picada lo que llevaran en sus manos. Río un poco al llegar algunas de esas travesuras a mi cabeza, pero me la toco al sentir las primeras punzadas de dolor. —¿Recuerdas a tus padres, Daniela? —Mis padres, no mucho —respondo. Mis padres, mis papás biológicos, mis progenitores, ya no los recuerdo. Cada vez que intento hacerlo, solo veo a un hombre y al lado de él una mujer sin rostro. Para ser más exactos, solo veo en donde debería ir su cara una mancha, pero sí recuerdo que eran buenos. Algo es algo, eran buenos conmigo y mi hermano mayor. —Cuéntame más sobre tu hermano mayor. —¿Podemos descansar si le cuento lo que sé? —le pregunto al intensificarse el dolor y el estar cansada ya de toda esta tortura. —Está bien, Daniela, así lo haremos entonces —responde pasando una nueva hoja en su libreta. Mi hermano mayor, recuerdo su nombre, Dan Walker. Río un poco por las travesuras que ambos le hacíamos a la niñera, siempre escondiéndonos y ella toda preocupada buscándonos. En el momento en que estaba tan cerca no podía evitar soltar pequeñas risitas. Dan me tapaba con fuerza la boca. Es el único de mis familiares que sí recuerdo su rostro: ojos negros, cabello castaño, siempre con una sonrisa gentil dibujada en su rostro. Me incorporo y tapo mi rostro con mis manos, forzándome para evitar llorar. Muerdo un poco mi labio inferior, pero con cuidado para no hacerme sangrar. —Bien, Daniela, vamos a descansar como te prometí —dice la psicóloga dejando la libreta sobre la mesita. —¿Cuánto más debo seguir en esto? —pregunto desanimada. —La terapia lleva su tiempo, debes tener paciencia —río con ironía. —Eso es lo que he tenido, paciencia, pero nunca será suficiente, ¿verdad? —le pregunto de mala gana. —Solo queremos que tengas una buena rehabilitación. —¿Queremos? —vuelvo a reír— lo único que quieren es que no vuelva a matar. —¿Lo volverías a hacer? —me pregunta levantando una ceja. —No, claro que no —respondo avergonzada. —Ok, Daniela, aún tenemos veinte minutos más, sigamos —de nuevo toma la libreta. —No más —me quejo. —Ya sabes las órdenes, sigamos —dice con voz de mando. Giro los ojos y me incorporo en el sillón, cruzándome de brazos. —¿Ibas a la guardería? —Sí. —¿Qué recuerdas de ese lugar? ¿Jugabas con los demás niños? —Solo recuerdo que éramos como nueve niños en un salón, supongo que sí jugaba con ellos, no recuerdo mucho de ahí —miento. —No te gustaba ese lugar, ¿verdad? —pregunta, le desvío la mirada. —No —respondo, estirándome— No lograba tener amigos. —¿Por qué no? —Porque una vez lastimé a un niño —me miro las manos. —¿Cómo lo lastimaste? —deja de escribir y después de tanto tiempo, me mira. —Le enterré un lápiz en su mano —respondo con culpa señalando en el centro de mi mano derecha — Ya saben el temperamento tan fuerte que tengo —río tratando de minorar de algún modo la tensión generada, pero no le hace gracia. Solo yo encuentro graciosas mis miserias. —Hablemos del día del ataque, ¿qué día fue con exactitud? —pregunta lo que no quería que me preguntara. Ladeo la cabeza y miro la puerta de salida. —¿Sabes que en algún momento tenemos que hablar de ello? —Sí, sí —de nuevo respondo de mala gana. Respiro hondo, me recargo en el sillón, llevo mi cabeza hacia atrás y me quedo mirando el techo. El día del ataque, el día donde todo terminó e igualmente fue donde todo comenzó, el día de mi cuarto cumpleaños. Una fiesta sorpresa se iba a llevar a cabo esa noche para celebrarlo, y sí que fue una sorpresa. Estaba en mi habitación con un lindo vestido blanco con rosas azules pintadas, mi cabello recogido con una coleta y unos zapatos de plástico color naranja. Estaba junto a mi hermano, que en broma me dijo que no me veía tan horrenda, a lo que yo le respondí que él se veía casi decente. Recuerdo que vestía una chaqueta color beige, unos pantalones cafés y unos zapatos formales de color n***o con manchas rojas. No… eran solo de color n***o. Mofándose al decirme que estaba cumpliendo un año más vieja y riendo juntos, escuchamos la puerta principal. ¡Qué emocionante! Nuestros padres habían llegado. Iba a salir corriendo cuando mi hermano me detuvo, diciendo que me quedara en mi habitación y contara hasta diez para después bajar y así todos gritaran ¡sorpresa! él salió y yo… Y yo me quedo mirando la taza de galletas saladas de color manzana que está sobre la mesa que me separa de la psicóloga. Tomo una galleta, su cuadrado es perfecto, no tiene los bordes dañados, el número de líneas en total cuatro, qué galleta tan bonita. —¿Qué pasó después? —pregunta con calma, está obligada a hacerlo, no creo que desee que su muerte le llegue tan rápido. —Escuché un estruendo enorme, como si un cristal se estallara. Fue tan grande que me asusté y la puerta se abrió de golpe, y ahí estaba —la galleta comienza a crujir— un hombre enorme con un bate de béisbol cubierto de sangre. Pude darme de cuenta de que era de mi hermano por una dedicatoria que tenía —aplastó la galleta en mi mano. El tan solo recordar eso me da ira, evito el contacto visual, no sería bueno que el maquillaje de la psicóloga se vaya a estropear. —¿Te hizo algo ese hombre? —su pregunta me hace sonreír, pero no de alegría, sino de deseo de volver a estar al frente de ese maldito. —Solo me dijo que me veía bonita y que papi y mami me estaban esperando abajo. Estiró su mano para que la tomara y salimos de la habitación —en mi relato me doy de cuenta que inconsciente subí mi mano, está tiesa no logro bajarla— y al bajar las escaleras, ahí estaba —digo agitada con voz quebrada y dolida al igual que mi cabeza hace que llegue a mi límite— Ya no más — ruego en voz casi audible, tratando de levantarme tambaleando. Solo quiero llegar a dónde estará Sara, pero la fuerte migraña me lo impide. Caigo de rodillas, mi brazo golpea con fuerza la mesa, levantando violentamente las grabadoras y esparciendo las galletas saladas. La psicóloga oprime un botón que se encontraba en el borde de la mesa y entra de inmediato un soldado. —¡Ayúdame, acuéstala en el sillón, rápido! —ordena al soldado, quien asiente y me levanta. Odio que me toquen, pero no tengo fuerzas para protestar —Tranquila, Daniela, ya pasará. Trata de calmarte. Soldado, llama a Sara que está en las oficinas principales —el soldado, más nervioso que la misma psicóloga, sale corriendo de la sala—. ¿Aún te duele la cabeza? —pregunta gentil. —Me siento somnolienta —respondo débil. —No te preocupes, ya mandé a llamar a Sara. Quédate acostada mientras llega, ¿está bien? —Bien… —digo despacio mientras me relajo para apaciguar el dolor

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Her Triplet Alphas

read
7.5M
bc

The Heartless Alpha

read
1.5M
bc

My Professor Is My Alpha Mate

read
463.2K
bc

The Guardian Wolf and her Alpha Mate

read
497.7K
bc

The Perfect Luna

read
4.0M
bc

The Billionaire CEO's Runaway Wife

read
602.0K
bc

Their Bullied and Broken Mate

read
464.3K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook