Desde la vez que se acostó con su empleador, Stacy no había vuelto a la casa grande; la asistente había dicho que si no quedaba embarazada, concertaría una visita más, así que Stacy esperaba silenciosamente.
El fin de semana, como era costumbre, la brisa soplaba a través del lago cerca del campus, y algunos grupos de estudiantes merodeaban por el lugar mientras que Stacy se sentó sola en la distancia y, mirando los rostros jóvenes de los estudiantes bajo el sol, sintió un poco de tristeza invadiéndole el corazón. Deseaba que todo pudiera ser como antes, cuando su vida era realmente dura, pero al menos tenía derecho a luchar por la felicidad.
"¡Stacy Ku!", se oyó una voz acercándose.
Entonces, volteó a ver y de repente se le humedecieron los ojos, pues era Mark Yi, el príncipe azul del campus, quien siempre estaba en el primer puesto y era guapo. Era el chico soñado de casi todas las chicas de la universidad.
"¿Por qué te escondes de mí?", le preguntó el joven, quien ya se encontraba frente a ella.
El pánico brilló en los ojos de Stacy, y le respondió:"No, no me estoy escondiendo".
"Escuché que tu familia ha tenido problemas recientemente, ¿te puedo ayudar en algo?". Mark se sentó a su lado y pronto, se convirtieron en el centro de atención de los demás.
"No es necesario. Gracias", le respondió Stacy sintiéndose un poco incómoda.
"Stacy, ¿qué te pasa últimamente? Me haces sentir como un extraño", le dijo Mark, quien estaba un poco emocionado y se acercó para tomar su mano.
Los dedos de Stacy temblaron levemente, y le dijo: "Mark no hagas esto...".
"Stacy, escuché de otros compañeros de clase que vinieron recogerte en un auto lujoso hace unos días. ¿Es cierto?". Resultó que la noticia sobre el automóvil que había enviado la asistente se había extendido por el campus desde hacía mucho tiempo.
Ante el interrogatorio de Mark, ella sonrió amargamente. "¿Qué estás tratando de decir?".
"No creía en esos rumores al principio, pero tu reciente actitud me hizo sospechar...". Mark quería decir algo más, pero se detuvo.
"¡Mark!". Stacy suspiró hondo, se puso de pie y le dijo: "El examen final está cerca, será mejor que me vaya a estudiar".
Después de eso, se dio la vuelta y cuando estaba a punto de irse, Mark Yu sujetó su mano y le preguntó: "¡Stacy! ¿Estás tratando de escapar de algo? ¿De verdad eres la amante de alguien como se rumorea?".
Ella quedó sorprendida sin poder decir nada. Fue como si la hubieran pinchado con una aguja y el dolor se extendiera por todo su cuerpo.
"¿Por qué no dices nada?", le preguntó Mark y, tomando su mano con fuerza, continuó: "Stacy, ¿estoy siendo muy sentimental? No me digas que nuestra amistad de tantos años no tiene valor para ti".
En ese momento, Stacy levantó los ojos y miró fijamente el atractivo rostro de Mark. Lo miraba como si quisiera memorizar cada uno de sus rasgos. Mark era el chico con quien había pasado la mayor parte de su adolescencia; él era la fe y el anhelo más profundo de su corazón; era el rayo de sol que ella quería mantener a su lado a como dé lugar. Sin embargo, ahora todo había cambiado, una chica sucia como ella no tenía el derecho de mantenerse al lado de un príncipe como él.
"¡Dime algo, Stacy! Dime que esos rumores no son ciertos...", la instó Mark.
Por su parte, Stacy esperó durante un rato antes de esbozar una sonrisa en su rostro y decir: "Lo siento, Mark. Olvídate de mí".
Luego, lo apartó y se dio la vuelta con torpeza, estaba a punto de llorar y tenía miedo de volver a mirar el inocente rostro de Mark.
"Stacy...", exclamó Mark mirándola alejarse.
Mientras sus lágrimas caían, Stacy pasó junto a sus compañeros y rápidamente se abrió paso hasta llegar a baño, en donde se encerró y ya no pudo contener las lágrimas. Luego, sacó una prueba de embarazo de su bolso y cuando vio que aparecieron dos barras rojas, ¡sus dedos empezaron a temblar! Era positivo, ella estaba embarazada...
En ese momento, se tocó el vientre inconscientemente y las lágrimas volvieron a caer, había realmente un pequeño ser viviendo en su vientre. Sin embargo, también sabía que este pequeñín era alguien pasajero en su vida...
Nueve meses después, en Nueva York.
En la sala de partos, Stacy estaba a punto de dar a luz.
"Stacy, venga, mírame. ¡Confía en mí, no tengas miedo!", le indicaba la doctora.
"Doctora Linda, ayúdeme, por favor ayúdeme...", gemía Stacy.
El hermoso rostro de Stacy estaba cubierto de sudor. El vientre de Stacy era mucho más grande que el de una mujer embarazada ordinaria, pues ella tendría un par de gemelos y debido a esto, el proceso de parto era particularmente difícil.
"¡No te preocupes, te ayudaré!", la animaba la doctora.
Mientras tanto, Stacy gritaba y gemía desgarradoramente, hasta que finalmente se escuchó el llanto del primer nacido. Entonces, Linda lo tomó y se lo entregó a Stacy, diciéndole: "¡Felicitaciones, es un niño!".
Stacy estaba tan emocionada que se puso a llorar al ver al recién nacido llorando y gritando, pues el bebé era su carne y sangre.
"Hijo mío, ¡qué hermoso...!". Ella había estado embarazada durante casi diez meses, por lo que era muy difícil para ella renunciar a un bebé que se crió en su propio vientre.
Después de escuchar el llanto del bebé en la sala de partos, varias enfermeras irrumpieron en la sala, y dijeron: "Doctora Linda, entréguenos al niño".
Stacy se estremeció, pues estas enfermeras habían sido enviadas por el empleador. Entonces, una de ellas se acercó y recogió al bebé. Por su parte, Stacy estaba tan reacia a separarse de él que lágrimas brotaron de sus ojos: "Por favor, sé amable con él ...".
"¡Por supuesto! ¡Después de todo, él lleva la sangre de nuestro joven amo! El dinero ya ha sido enviado a su cuenta. ¡Señorita Ku, será mejor que se olvide de este niño!". Después de hablar, la enfermera puso al bebé en la incubadora y rápidamente salió de la sala de partos.
"Bebé...". La mano de Stacy, que sostenía la sábana con fuerza, todavía estaba manchada de sangre. Era como si la temperatura corporal del bebé todavía estuviera circulando alrededor de sus dedos. Le dolía tanto ser separada de su hijo que sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Pero repentinamente, sintió un dolor punzante en el abdomen.
"Ah, Dra. Linda, me duele el vientre...", gritó.
"Respira profundo, venga... Querida, ¡eres muy valiente! Es una bendición de Dios, no sabían que había un segundo bebé. Venga, puja...".
"Gracias, Linda...". De los ojos de Stacy, brotaron lágrimas de gratitud.
Linda se preparó para recibir al siguiente bebé...