─Hmm. ─Gruñe, dándome la espalda para salir hacia el balcón. Noto el cielo oscurecerse, y mi estómago aun rugiendo.
Camino hacia él, luego de tomar un sobro del juego, para llegar hasta su costado. Me apoyo de la baranda, dejando que se suba un poco más la camisa, enseñando la curvatura de mi trasero.
─Te vas a resfriar ─comenta, llamando mi atención. El aire frío del anochecer palpa mi rostro. Tomo la toalla de mi cabello, liberándolo para dejarla en una tumbona.
─Caliéntame entonces ─propongo, encarando mis luceros a los de Hércules.
─Pertenecemos a la mafia de los hijos de la perdición… no podemos relacionarnos más que para trabajo ─recalca, haciéndome rodar los ojos.
─No le pertenezco a la mafia ─manifiesto, su lengua relame sus labios con descaro.
Corto la distancia que te
