CAPÍTULO 07 |Karkubi |

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El jeque sonríe, levantando una ceja. ─Que aburrido ¿No quieres compartir? Pensé que me la traías de regalo o como disculpa ¡Por haber irrumpido en mis aguas con tu mercancía! ─Exclama, sobresaltándome. Sus ojos arden mirando a Donovan. ─Por eso estoy aquí, para ofrecer una disculpa, y que nos devuelva nuestra mercancía. Quizás podamos llegar a un acuerdo que a ambos nos favorezca ─comenta de manera fría Hércules, llamando mi atención. El Jeque abre sus fosas nasales, asintiendo y haciendo una seña a sus hombres para que se retiren. Miro a mi espalda, percatándome de las armas que tenían guindando en sus sotanas blancas como las del sujeto al frente de nosotros quien nos invita a tomar asiento. Al hacerlo, acomodo mi vestido sutilmente, para que se vean mis piernas lo suficiente. Llevándome la mirada del jeque a mis tobillos ¿Raro, cierto? ─¿Shisha? ─Ofrece, de la gran pipa oriental en medio. Asiento, tomando la pipa que me ofrece, aspirando por mi boca un poco de la esencia de tabaco. Suelto el humo, ante la mirada de ambos. ─Me gusta esta chica ¿Seguro no está a la venta? ─Inquiere, insistiendo el Jeque, suelta una risa, que imito. ─No, no lo está… me costó unos diamantes muy valiosos ─declara Donovan. El Jeque se burla en una carcajada. Provocando que el semblante de Hércules se oscurezca. ─Supe lo de los diamantes… debe de valer mucho una probada de ella ─murmura, saboreando sus labios, mientras me observa. ─Queremos pasar por tus aguas la mercancía, y te pagaremos el veinte por ciento de ella ¿Qué te parece? ─Propone de repente Donovan. Él marroquí se coloca se coloca serio. ─Vienes a mi palacio y me ofreces el veinte por ciento ¿Supongo que también quieres la mercancía que retuve? ─Cuestiona sarcástico. ─Es nuestra mercancía, no puedes quedártela ─reitera Donovan, pareciendo molesto. De repente, el Jeque suelta una carcajada. ─Todo lo que toca mi terreno, es mío… quizás tu “rosa” también me pertenece. No vienes a mi palacio a hablarme de qué te pertenece ¡Todo es mío! ─Exclama, fuera de sí. Comienzo a sentir la sensación de que esto no terminará nada bien. ─¿Tenemos un trato o no? Ganas más dejándonos circular ─menciona Hércules. ─¡¿Cómo te atreves a hablarme así?! ─Grita, levantándose. Sus ojos parecen llenos de ira. ─¡No te daré más del veinte por ciento! ─Exclama de vuelta Donovan, parándose al frente del Jeque, como si una montaña cubriera al marroquí. ─¿Puedo opinar algo? ─Inquiero. ─¡No! ─Gritan al unísono. Asiento, levantándome. Caminando hacia la salida. ─¿A dónde vas? ─Pregunta Hércules con desconcierto. ─Sí ¿Qué le pasa a tu “rosa”? No es como las otras ─cuestiona el Jeque. ─Es que no soy como las otras… ya que no me necesitan aquí, iré a bailar un rato ─comento, saliendo por completo del papel. ─¡Diosa! ─Gruñe Donovan. Esbozo una sonrisa, saliendo. Me encuentro con los dos sujetos que me observan con desconcierto. ─Linda fiesta ─murmuro, siguiendo mi camino. Coloco mí vista al frente al pasar de ellos mientras los dos patanes se matan entre sí. Paso por la barra tomando una de las bebidas que estaban servidas. Embebo el líquido desconocido para mí, montándome en la barra, llamo la atención de todos. ─¡Viva Marruecos! ─Grito, todos hacen vítores y la música aumenta. Comienzo a mover mi cuerpo, encima de la barra. Lanzando con mis pies los tragos. ─Señorita, bájese ya mismo ─pide uno de los sujetos. ─Bájame ─reto, agachándome. ─¡Queda arrestada! ─Grita uno de ellos, tratando de bajarme. ─¡Qué novedad! ─Exclamo, riendo. Corro lo más que puedo, saltando de la barra, llamando la atención de todos. Súbitamente, choco con el torso de Hércules quien me mira con enojo. ─Auch, ¿Acaso eres ciego? Viste a una mujer huyendo y corriendo a tu dirección, pudiste apartarte o ayudarla ─manifiesto, acariciándome la frente.  ─Acabo de cerrar el maldito trato con el Jeque y tú hiciste todo lo contrario a lo que te pedí ─comenta, hago una mueca pensativa. ─¡Enhorabuena! ¿Celebramos? ─Inquiero, jalando de su brazo. ─Tú y yo. Nos vamos ─dice con aseveración, tomando del antebrazo para arrastrarme a la salida. ─Por si no sabías ahora el Jeque te quiere para él, tenemos que irnos lo antes posible ─murmura rápidamente, llevándonos a la salida. Me suelto de su agarre, encarando su mirada. ─Creo que estoy drogada ─digo, eructando. Él resopla, acariciándose la sien. ─¿Acaso no te dijeron que no fumaras de su pipa? ¡Ellos consumen su propia mercancía! ─Exclama, furioso. Pienso que quizás esa sea la razón por la cual me motivé a bailar encima de la barra. Súbitamente, unos guardias se cruzan en nuestro camino, antes de salir del palacio. ─El Jeque se queda con la mujer ─declara uno de ellos. ─Tenemos un trato y ella no forma parte de él ─gruñe Hércules, tomándome de la mano. Bajo la vista, viendo cómo nuestras manos se vuelven diez entrelazadas. ─¿Qué clase de mercancía? ─Inquiero, preocupada, al sentir cómo mi corazón comienza a latir con fuerza. Los ojos grises de Hércules me miran con desconcierto. ─Agatha, es Karkubi con Hachis, es muy fuerte… ¿comenzaste a alucinar? ─Inquiere, con un tono preocupado, asiento al no sentir mis labios ─. Mierda, ahora tengo que intentar salvarnos el trasero ─agrega, molesto. ─Lo puedo… resolver ─murmuro, parándome al frente de él. ─Ustedes, tú y tú… váyanse al trasero del jeque ─menciono, soltando una carcajada. ─¡Agatha! ─Grita Hércules. ─A mí no me grites, Donovan, sí, así se llama ─digo, estirando mi mano, al chaleco de uno de los guardias para tomar su arma de color n***o. De repente, presiono el gatillo apuntando hacia arriba. ─¿Quieren que los haga… bailar? ─Cuestiono con una sonrisa. Comienza a gritar palabras en árabe, lo más parecido a insultos hacia mí. ─Creo que ya me has dado muchos problemas ─gruñe Donovan a mi espalda. ─¿Qué tal uno más? ─Inquiero con gracia. ─No te atrevas ─advierte. Apunto el arma a los pies de los guardias, apretando el gatillo una y otra vez, haciéndolos saltar o bailar para mí. Suelto una carcajada, pero Hércules me carga cuando el cartucho se me agota, sacándonos con prisas del lugar. Me deja en el suelo cuando salimos del palacio, noto cómo intenta abrir uno de los autos, al hacerlo me obliga a adentrarme, sin peros de mi parte, lo hago. Lanzando el arma por la ventana. Acelera el auto, haciendo rechinar los cauchos por la velocidad. Cierro los ojos, tratando de calmar los mareos que me provocó la droga, por suerte solo fue una calada. Pienso, dejando mi nuca hacia atrás. ─¿Qué carajos te ocurre? ¡Estás loca! ─Grita, perturbando mi poca paz.  Abro los ojos, mirando su perfil, concentrado. Esquivando los autos. ─Solo estoy disfrutando la vida ─menciono, encogiendo mis hombros. ─¡Pero no a costa de la mía y de toda la mafia! ─Exclama, fuera de sus cabales. Suelto un bufido. ─Déjame ver a mi hermana ─menciono, esbozando una sonrisa ─. Cumplí con mi trabajo ─agrego, insistiendo. Coloco mi vista al frente, observando las luces distorsionarse. ─Eres insoportable, maldita Diosa ─gruñe, provocando que mi sonrisa se ensanche. Dejo salir un suspiro, cerrando los ojos. Siento cómo mi cuerpo se duerme o se siente pesado. ─Genial, ahora te vas a dormir… pones en peligro la mafia y tomas una siesta ─manifiesta en eco, con la voz muy lejana. Asiento, cayendo en un letargo.
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