Pestañeo al sentir cada una de sus palabras que suenan a una advertencia directa hacia mi estabilidad emocional; él es un avasallante huracán de lascivia que lleva unos ojos oceánicos. Trago con dificultad dejando salir un suspiro. ─Entendido, señor Novikov ─espeto sin más. ─Soy tu esposo, no me llames así…maldición ansío volver para castigar tu insolencia ─suelta alterando más mis sentidos «¿Castigo? ¿De qué mierda habla?» me cuestiono. ─Te dije que no me van esas cosas sado ─replico. ─No es “sado” es placer complicado, como tú ─declara y muerdo instintivamente mi labio inferior. ─Tengo que irme, Vlad ─menciono y él me hace escuchar un resoplo o una especie de gruñido de su parte. ─Sabes qué hacer con el anillo ─dice sin más─. Adiós, cielo ─agrega alterando mis latidos. ─A