| El océano y el cielo |

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Los ojos fríos de aquel hombre me penetran sin más. La boca se me siente seca por su presencia. «¿Por qué me produce este efecto? ¿Cuándo me inmunizaré de este hombre?» Me cuestiono sintiéndome con cierto enojo porque no entiendo el motivo del de él. ─Siquiera ¿Puedes tomar asiento? ─Digo en un tono pedante. Él suelta un resoplido apartando la silla para sentarse luego de abrir el saco dejándome ver cómo la camisa se aprieta a su abdomen. ─¿Qué pretendes con todo esto? ¿Enloquecerme? ─Pregunta enfurecido. Arrugo mi entrecejo confundido por sus preguntas. ─No sé qué mierda te ocurre conmigo, solo vine a esta cita a ciegas y ya me estoy arrepintiendo ─murmuro haciendo ademán de levantarme, no estoy para idiotas. ─Ni se te ocurra levantarte, no hemos terminado ─advierte erizándome la piel. Me cruzo de brazos lanzando mi espalda a la silla. ─Solo me quedaré para saber qué te ocurre y me iré ─espeto provocándole una sonrisa que me desconcierta. ─Eres muy…interesante, el que pone las condiciones soy yo. Paso mi lengua por el interior de mis mejillas. ─¿Algo ocurre? Porque si vamos al caso, siento que usted me está acosando ─declaro encarándole ante su exhaustiva observación. ─No la estoy acosando, usted me está acosando y aparece por ahí con un short de mezclilla como si no le importara lo que piensan los hombres de usted ─manifiesta en un tono que remueve las fibras de mi cuerpo, su tono es voraz e imponente, como si supiera cómo domar a la bestia más peligrosa y salir sin un rasguño de ello. ─¿El problema es mi short de mezclilla? Perfecto, lo quemaré o se lo envolveré en una caja de regalos para que haga lo que sea con él ─espeto golpeando las manos en la mesa. Él resopla con su cejo arrugado sin quitar la mirada de mí. De repente, se acerca un mesero, pero mi corazón ya está palpitando incesante. ─Buenas noches, desean… ─Vino Dominus Estate descorchado, dos copas y… ─Quiero una cerveza ─interrumpo provocando que al sujeto al frente de mí le de un tic en el ojo por mi petición. Encojo mis hombros y él afloja su corbata. ─Tráigale una cerveza a la señorita, por favor. ─Helada ─pido y presiento que el hombre me odia más. Asiente hacia el mesero que se retira por la mirada helada de mi cita a ciegas enfurecida─. Estábamos hablando de mi short… ─¿Cerveza? ─Inquiere desconcertado. ─Sí, no tomo vino con cualquiera ─respondo con sinceridad. ─Me gusta su sinceridad, pero no soy cualquiera, esta cita es para pactar un matrimonio ─expresa con seriedad. ─Si lo dices así suena más a un negocio ─declaro separando mis labios. ─Lo es, todo es un negocio y soy bueno en eso, prefiero que todo se hable de esa manera ─acota inclinando su torso hacia la mesa para dejarme ver mejor sus ojos azules intensos casi como el océano misterioso en su parte oscura─. Como esta es una cita a ciegas y no tengo tiempo para perder en otra, seré directo. Soy CEO de una empresa pequeña, pero tengo un auto, una casa…estoy satisfecho con su apariencia, en realidad, muy satisfecho ─suelta de forma ejecutiva y traga con dificultad, puedo notar cómo su manzana de Adán se mueve con lentitud mientras me mira─. La razón de por qué estoy en una cita a ciegas es por mi familia, que me insta constantemente para sentar cabeza. Si lo deseas, podemos casarnos lo más pronto posible, solo, tengo algunas condiciones, como todo contrato matrimonial ─expresa ahora sí dejándome atónita. El mesero llega con el vino, dejando unos chocolates en medio y una copa llena de cebada helada. Tomo un sorbo de mi bebida para entender lo que está ocurriendo y es que, la casualidad me deja sorprendida, como si él fuese un obsequio enviado del cielo. Dejo la copa de nuevo en la mesa buscando las palabras para presentarme. ─Me llamo Valeria Morat, era asistente en publicidad y luego de que resuelva mi asunto familiar, me emplearé de nuevo. En cuanto a su propuesta; tengo que dejar en claro algunas cosas. Debe de saber que tengo un hijo… ─manifiesto y su expresión no cambia─. Hace cinco años me embaracé fuera del matrimonio, si tienes algún inconveniente con eso, podría entenderlo, no todos quisieran casarse con una mujer que… ─No tengo inconvenientes, en la descripción de tu perfil en anonimato indicaste que tienes un hijo de cinco años. Tu pasado y tu hijo, no serán un problema para mí ─declara con sinceridad, asiento con mi cabeza. ─Entonces…nos casaremos ─murmuro sin poder creerlo. ─Mis condiciones ─suelta llamando mi atención─. Son irrefutables ─agrega y ruedo los ojos con un resoplo, ahí vamos de nuevo con la negociación. ─A decir verdad, no creo estar de humor para… ─Puedo hacer que lo estés, Valeria ─pronuncia y mi nombre en su voz me provoca un hormigueo en la entrepierna. ─No estoy interesada ─espeto firme al entender su proposición. «No puedo parecer una facilona» repito en mi mente. ─No digas mentiras ─gruñe encarándome con sus ojos oscurecidos. ─No es ninguna mentira ¿Y qué si me siento atraída por usted? Creo que a la mayoría de las mujeres les sucede eso por su notable apariencia─. Aparto la copa de cerveza de mí, que me está dando mucho aliento cuando el hombre al frente de mí me lo está quitando─. Pero no tengo el interés en hacer algo al respecto, sería un matrimonio netamente de negocios, como dijo al principio ─agrego golpeándome mentalmente. «Dices muchas estupideces Valeria» Una sonrisa se suaviza en sus comisuras, su naturalidad e indiferencia por mi comentario me sulfura aún más. ─La palabra “atracción” se queda corta para describir… ─Él señala el espacio corto entre nosotros─…esto, Valeria ─agrega y abro los ojos con sobresalto. ─No estoy tan desesperada, para desnudarme e intercambiar sudores con alguien que apenas conozco. Antes tiene que gustarme ese alguien ─declaro ofendida. ─Desesperada o no, el amor romántico no está en mi repertorio. Pero…sí miles de formas de conseguir que te corras, déjame darte mis condiciones y el trato quedará pactado ─manifiesta acalorándome con sus palabras tan directas y sugestivas. Ahora soy la que traga con dificultad. ─No me interesa ─digo. Por más que llegue a excitarme no soy de tener sexo con alguien sin más. Me levanto de la mesa y él hace lo mismo desconcertándome. ─Vamos a discutirlo, conmigo no hay vuelta atrás, cuando quiero algo lo obtengo ─declara con seguridad tanta que se vuelve excitante. Aprieto mi mandíbula y él posa su mano en mi codo para invitarme a caminar, el cosquilleo se intensifica y una corriente viaja por mi columna vertebral por ese simple tacto. No sé cómo negarme ni siquiera lo intento, él le hace una seña al mesero y nos da paso a un área VIP del restaurante que es privado solo para nosotros. Comienzo a pensar que este hombre no es quién dice ser─. Siéntate ─ordena. ─Tengo que volver a mi habitación ─digo con el pecho subiendo y bajando. ─Y yo quiero que resolvamos esto para poder proceder al matrimonio ─declara insistente. ─¿Qué vamos a resolver? ─Inquiero apretando mi cejo. Súbitamente me acorrala hasta el sillón alargado, mi cuerpo cae en él y el sujeto se sienta a mi lado, acomodo la falda de mi vestido, sintiéndome sofocada por su cercanía y la forma en la que me mira. ─Tus malditas objeciones…Es hora de que hablemos sobre lo que hace falta para que te me pongas debajo y gimas mi nombre ─manifiesta de manera súbita, dejándome sin aliento. ─Un milagro tiene que ocurrir, ya que, su manera de acercarse me parece grosera y ofensiva ─espeto apartándome. «Y está malditamente bueno, pero, eso no lo pienso reconocer» ─Sí, soy directo y sin rodeos, pero es sincera mi manera de acercarme a usted. No pareces ser la clase de mujer que quiere sandeces y halagos estúpidos en lugar de la verdad ─declara sin más para mirarme con más detalle acercándose a mí, mi respiración está en jadeos y sé que lo puede notar─. Todo el día has estado invadiendo mis pensamientos con tu presencia, ahora se me da la sorpresa de que coincidimos en la cita a ciegas para que seas mi esposa. La primera condición es clara: Serás mía antes de que se cumpla un año de matrimonio y cuando hablo de “mía” es en todos los sentidos, de lo contrario, cuando lleguen los trescientos sesenta y cinco días nos divorciaremos ─agrega llamando más mi atención. ─¿Solo esa condición? ─Pregunto con inocencia. Él esboza una sonrisa sardónica bajando la cabeza por mi pregunta. ─No sabes lo que engloba eso, pero…espero puedas soportarlo ─dice levantándose del sillón y se abrocha el botón de su saco. Mi vista torpemente viaja al gran bulto que se forma en su pantalón y me quedo estupefacta. ─¿Hemos terminado? ─Cuestiono con ganas de salir corriendo antes de desnudarme y entregarme a este hombre sin más. ─De ninguna maldita manera. Establecimos puntos importantes en la discusión: Entre nosotros existe una poderosa atracción s****l, pero sigo sin saber lo que quieres, Valeria, a parte de un esposo por contrato ¿Seducción, quieres que te seduzca? ─Inquiere y parece obstinado ante mi resistencia, quizá las mujeres no tienen mucha retención con un hombre como él. Solo tendría que decir: “Salta en mi polla” y ellas lo harían sin dudarlo. ─Las relaciones sexuales que se realizan como si fueran una transacción de negocio no me excitan…ni sé tu nombre ─espeto encarándole. ─Esto evitará muchas cosas por eso soy directo ─gruñe─. Sabrás mi nombre cuando nos casemos, veo que mi condición principal no te asustó…Las demás son complementos que podrás sopesar, eso espero ─agrega, pero no hace un movimiento para salir del lugar, al contrario, coloca sus manos a los costados de mi rostro acorralándome. Mi corazón estalla en latidos y me hundo en sus océanos oscuros. ─¿Quieres realmente esto, Valeria Morat? ─Pregunta y separo mis labios. ─Necesito casarme ─respondo sin decir más. ─Bien, nos casaremos mañana ─suelta y abro los ojos con sobresalto. Asiento, ya que, es el tiempo justo el que necesito─. Mi asistente te pasará buscando, este es mi número para que nos encontremos en la notaria del estado ─agrega mostrándome una tarjeta dorada cerca de mi rostro, esta solo tiene su número. «¿Por qué tanto misterio con su nombre?» me cuestiono ¿No será un mafioso o algo por el estilo? «No lo creo» pienso. ─Hasta mañana, desconocido ─menciono en un tono burlón. ─Soy tu prometido y…aunque no lo creas, te deseo, Valeria; complicada o no, no puedo evitarlo. Sé que serás mía ─suelta apartándose de mí, trago con dificultad y me quedo sin palabras. Me inclino tomando el pequeño bolso que se me cayó y camino a la puerta del lugar deteniéndome para mirarle un instante. Él tan imponente, excitante, misterioso y posesivo clava sus ojos en mí hasta que decido recordar que tengo piernas y salgo del lugar con el corazón palpitando con fuerza. Subo al ascensor y palpo mi rostro sintiéndolo caliente. No puedo creer que me haya aguantado de no follar ahí mismo. Porque mi yo interior lo estaba suplicando, esbozo una sonrisa tontaina y muerdo mi labio, porque solo tengo segura una cosa: este matrimonio será tan intenso como la primera cita, hasta más. Aunque estoy temerosa por lo que vendrá, estoy enfocada en tomar lo que me pertenece, así tenga que casarme con este misterioso y muy ardiente desconocido. ** Vladimir Veo cómo huye la mujer de ojos color azul cerúleo; igual al maldito cielo. Remojos mis labios con mi pene apretado dentro de mi pantalón «Estoy sorprendido de que no haya caído como lo esperaba, ella no es una mujer fácil» Pero, será mía, eso es más que seguro. No por nada el destino nos puso en esta situación. Mi familia dejará de joder y al mismo tiempo les daré un escarmiento casándome con una desconocida en la sociedad. Ambos nos estamos usando a nuestro antojo; ella me necesita y yo la necesito, solo que, no pensé tener este deseo desmesurado por ella. Al verla con esa vestimenta despreocupada…ese maldito short de mezclilla me provocó una erección y sus pechos turgentes apretados en la pequeña blusa que me dejaba ver su ombligo con una pequeña joya brillando “tiene un piercing, que excitante” Sus labios gruesos, esa melena oscura y esos ojos color cielo. Esta mujer es de otra maldita dimensión. Trago con dificultad y el sonido de mi celular me saca de trance, noto que es mi buen amigo; Tom Gray, descuelgo la llamada. ─Hola, ¿sucede algo? ─Pregunto asustado, él solo me llama por problemas. ─Anastasia volvió a recaer, la enfermedad sigue debilitándola ─manifiesta, aprieto el celular en mi mano con rabia. «¿Cómo a un angelito pueden sucederle estas cosas?» me cuestiono. Tom es un médico de renombre y viene de una familia de la misma rama, además de que es socio de uno de los mejores hospitales privados del país. ─¿Qué? ─Pregunto sin querer creer que la pesadilla volvió sin más, y mi pequeña Anastasia no ha tenido recuperación─. ¿Cómo se encuentra, su condición es grave? ¡Mierda, habla! ─Manifiesto ofuscado y salgo del lugar. ─Vlad, la están trasladando para realizarle una diálisis, en este momento iré a firmar para que procedan, pero necesito que estés aquí…Tiene mucho dolor, ha estado llorando y quiere verte ─suelta y eso me desgarra por dentro. Mis ojos se escuecen por lo última que menciona, detengo mis pies de golpe. Trato de tranquilizarme para pensar con la cabeza fría, el alterarme no ayudará en nada. ─Tom, cuida a Anastasia por favor, iré tan pronto termine un asunto que tengo programado para mañana ─pido casi en una súplica, que no es necesaria ya que, él lo haría de todas formas. ─No te preocupes, Vlad, asegúrate de venir lo antes posible para que estés con ella, el que esté triste solo hace que se debilite más su sistema inmune y no nos podemos dar la dicha de que sus riñones dejen de funcionar ─dice, trago con dificultad. ─Gracias, Tom ─digo para colgar la llamada. Paso mis manos por mi cabello sintiéndome frustrado. ─Señor… ─Giro mi rostro para encontrarme con mi guardaespaldas; Dante. ─Mañana viajaré a Seattle a ver a Anastasia, necesito que hagas varias cosas por mí ─menciono recordando que mañana Valeria Morat se convertirá en mi esposa, mi vida cambiará por completo, pero, ella no puede saber de Anastasia…aún no. Mi pequeña tiene que estar bien para que conozca a quien será ahora su madre. ─Entendido, señor ─menciona Dante con un asentimiento. «Es el comienzo de todo y no sé si es culpa del destino, pero los ojos cielo, son ahora mi obsesión»
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