De inmedito, Emery preguntó con suavidad: —Director Aiden, ¿desea algo más? —El masaje que me diste en el auto fue bastante bueno —dijo él vagamente. Al instante, Emery comprendió lo que quería decir. Avanzó rápidamente, pasó por el costado del escritorio y se colocó detrás de él. No tardó en comenzar a masajearle la espalda y los hombros. En cuanto ella se acercó, Aiden notó su fragancia, un aroma que siempre ha estado en su cuerpo. Era sutil, pero allí estaba, y claramente no era perfume, sino la fragancia de su cuerpo. Mientras tanto, las manos de Emery aplicaban una fuerza simplemente agradable. Era el segundo masaje que ella le daba, pero estaba convencido de que esas manos relajarían su cuerpo cada vez que se lo pidiera. —¿Fuiste a algún lugar a aprender esto? —p