En ese instante, Aiden levantó la mano y usó sus delgados y fuertes dedos para apartar la mano de Emery. Luego se ajustó las mangas de la camisa, que se habían arrugado ligeramente, y dijo con voz fría: —Eres lo que yo digo que eres. De inmediato, Emery lo miró sin comprender su enojo. Un instante después, Aiden se marchó y ella se quedó mirando su espalda ancha y recta, como la de un hombre fuerte y protector, pero que ahora lo hacía ver enormemente cruel. Tiempo atrás, ella jamás hubiera imaginado siquiera estar al lado de Aiden, simplemente estaba fuera de su alcance; sin embargo, se había convertido en su esposo y pese a eso, la relación que los une es peor que la que tendrían con un extraño. En cuanto Aiden se alejó tanto que ella ya no lo veía, Emery se quedó mirando s