Capítulo 9

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  Claire creyó al instante lo que Aiden decía, pues él siempre había sido honesto; no era la clase de persona que miente con descaro, sobre todo si se trata de un asunto tan serio e importante como lo es el matrimonio.   En ese momento, Aiden permaneció inmutable ante el reproche de Claire. Con tranquilidad se acercó a su escritorio, ignorándola por completo, y se sentó, luego dio unos golpecitos en la mesa y dijo:   —Si no hay nada más, ¡lárgate!   En el instante en que Claire lo escuchó, sus ojos enrojecieron y sintió que estaba a punto de llorar. Esa misma mirada le dirigió a Aiden, no había hombre en el mundo que pudiera resistirse a sus ojos cubiertos de pena. Sin embargo, él no se inmutó, era como si tuviera un corazón de piedra.   —¿Cómo puedes casarte así como si nada? —inquirió Claire y su voz se elevó en un tono furioso—. ¿Quién es esa mujer?   —No tiene nada que ver contigo —respondió Aiden con frialdad.   —¿Cuándo sucedió? ¿Por qué no hubo noticias sobre el matrimonio? —replicó ella inmediatamente.   —¿Por qué debería hacer de este un asunto público? —La voz del hombre conservaba la calma—. La identidad de mi esposa permanecerá en secreto el tiempo que yo decida.   Claire no pudo evitar apretar los puños con fuerza. Su voz se llenó de malicia.   —¡Lo averiguaré yo misma! ¡Puedo descubrir quién es con facilidad!   —¿Y qué si lo haces? —inquirió Aiden tranquilo.   —¡Ella no lo vale! Aiden, ¡ella no es la adecuada para casarse contigo! ¡No puede convertirse en la Sra. Moris! —respondió Claire desconsolada.   Los ojos del hombre de repente se volvieron fríos.   —¿Crees que eres mejor que ella?   —Todos en M Town saben que yo, Claire Hale, estoy loca por ti, pero te casas con otra mujer... —Las palabras se ahogaron en la garganta de Claire, nuevamente sintió que estaba a punto de llorar.   —Eso es asunto tuyo, no tiene nada que ver conmigo —exclamó Aiden con frialdad.   De pronto, Claire finalmente estalló en llanto y toda su arrogancia se desvaneció en un instante.   —Aiden... —susurró.   El hombre se molestó aún más. Su expresión mostraba su desagrado hacia ella y sus ojos se colmaron de ira.   —Si quieres llorar, hazlo afuera. Además, si te atreves a ponerle un dedo encima, no me culpes por reaccionar con rudeza.   —¿Tú... la estás protegiendo? —preguntó ella entre sollozos.   —¡Ella es mi esposa! ¡Por supuesto que la defiendo! —Su tono de voz era gélido y su mirada aún más.   Al escucharlo hablar de esa manera, Claire lo miró, se dio la vuelta y salió corriendo con los ojos empapados de lágrimas. Por su parte, Aiden suprimió sus pensamientos de inmediato, luego se volvió para mirar los documentos en el escritorio y comenzó a trabajar seriamente.   Poco después, el reloj de la cafetería marcó las seis de la tarde y Emery corrió rápidamente a la sala del personal, se puso el uniforme y fue a trabajar. En los últimos cuatro años, había dependido de muchos empleos ocasionales para mantenerse al día con sus gastos básicos y los gastos médicos de su hermano menor.   Pese a que se acababa de casar con el hombre más poderoso y rico de M Town, aún debía ganarse su propio dinero.   —Aiden es tan mezquino... —murmuró para sí misma mientras recogía su cabello—. Ya soy su esposa, pero él sigue... ¡Ah! —gritó de repente.   No sabía con quién chocó, pero sintió que su brazo derecho comenzaba a arder, era como si alguien le arrancara la carne de los huesos. Miró su brazo y vio que su piel clara y suave se puso roja en un instante.   —Emery, ¿estás ciega? ¿Puedes darte el lujo de derramar el café de un cliente? —dijo una voz femenina, aguda y malvada, desde un costado. Las pocas palabras que pronunció estaban llenas de sarcasmo.   De inmediato, Emery miró hacia arriba y se encontró con su compañera de clase, Sofia Lid, quien también trabajaba en la cafetería con ella. Al instante, Emery frunció el ceño, molesta; si bien tenía un buen carácter, no dejaba que nadie la intimidara.   —¿Quién es la ciega aquí? ¡Busquemos al gerente y revisemos las cámaras de seguridad! —dijo ella furiosa.   Al escucharla, Sofía quedó atónita por la reacción de Emery. Si fueran a ver lo grabado por las cámaras, entonces no tendría escapatoria, nadie dudaría de su culpabilidad.
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