Diaval Gambino
Camino furioso por el pasillo de la guarida subterránea que siempre hemos tenido en América para nuestros negocios en este lugar. Todos los lacayos me miran con miedo. Voy desabotonándome la corbata, para llegar a la entrada del lugar. Donde la puerta se abre, dejando pasar a mi hermano Flavio, que camina con dificultad, y tiene sangre en una de sus piernas. Mientras la Cagna de Julieta, aprieta la herida de su brazo, asustándose cuando se encuentra con mi rostro.
─Maldita, Cagna, te atreves a desobedecerme ─gruño, acercándome a ella. La rabia me ciega y solo quiero destrozarla con mis propias manos por intentar asesinar a mi Cobra─. ¡Tenías un puto trabajo, era traerla, sin disparar una vez! ─Exclamo, tomando con mi mano su cuello, apretándolo. La empujo contra la puerta
