| Conociendo al monstruo |

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Venezuela – Lechería. Diez años atrás… Escucho el impacto, un golpe tan fuerte que mi corazón se detiene por un instante y mis ojos se abren cuando al frente de mí cae el cuerpo de mi madre, su mano soltó la mía y sentí mucho frío junto a un vacío doloroso. Mucho ruido a mi alrededor, demasiado, siento miedo…Mis manos tiemblan como todo mi cuerpo y camino despacio con pavor. Me acerco tirándome al suelo de rodillas a su lado y mis ojos se llenan de lágrimas, no puedo respirar por el hipeo. ―¡Mami! ―Grito con fuerza. Ella me sostiene el rostro mientras veo mucho rojo en su vientre y sus labios―. ¡Mami, mami! ―Sigo gritando. ―Mi Mar…recuerda siempre que eres una Belmonte, lucha por nuestro legado y protégelo…te amo hasta el…cielo… ―habla con dificultad tosiendo y sus ojos se cierran. La muevo desesperada mientras niego con la cabeza. ―¡Marlena! ¡Dios mío! ―Llora mi padre apareciendo, me apartan de mi madre mientras pataleo. ―¡No, no, no! ―Grito viendo cómo mi padre se derrumba y a mí me alejan cada vez más. Sin poder sentir más el calor de mi mami. ** Washington - Seattle Diez años después… Abro los ojos de golpe y con la frente sudada igual que mi pecho que se mueve rápidamente por mis respiraciones aceleradas. Toco mi cabello peinándolo y quito las sábanas que cubren mis piernas, me levanto percatándome que de nuevo he tenido pesadillas soñando con ese momento. Recojo mi cabello en una coleta alta y lavo mi rostro luego de entrar al baño de mi alcoba, mi celular suena y noto en la pantalla el nombre de Nikolai Ferrara, mi mejor amigo de la infancia y muy conocedor de la moda. Es uno de los mejores diseñadores que conozco, lo malo es que no le veo mucho últimamente por su carrera. Tomo la llamada con una sonrisa. ―Supongo que me llamas avisándome que estarás en Seattle para darme compañía en el baile de debutantes ―contesto. ―No podré ir, mi flor tropical… ―dice mientras ruedo los ojos―. Tengo que entregar un vestido para la condesa y el tiempo es oro. Te lo compensaré ¿Está bien? Recuerda que te amo y que soy tu mejor amigo, conozco todo de ti y hasta lo que no querría conocer ―añade y suspiro. ―Está bien, solo porque tampoco tenía ánimos de ir a ese baile. Me quedaré en casa con mi odiosa hermanastra ―murmuro recordando a Shivani, la hija de mi madrastra. Quien debería de caerme mal, pero su hija es la que se llevó toda la maldad de los cuentos de princesas. ―¡Eres la mejor! Y no te dejes manipular por esa arrastrada, eres una Belmonte de nacimiento, muéstrale tu furia latina ―añade haciéndome reír. Asiento de forma instintiva colgando la llamada para suspirar. Escucho los alaridos de Shivani desde la planta baja y me coloco erguida tomando la paciencia para soportar sus tonterías. Bajo la escalera luego de cambiarme de ropa a una más decente, solemos tener varios socios en casa y mi madre me enseñó a siempre estar presentable. Camino al salón del comedor y vislumbro en la mesa a Shivani de cabellera rubia natural, ojos claros y la copia exacta de su madre quien está a su costado mientras que mi padre se encuentra en la punta de la mesa leyendo el periódico. Me acerco a él ignorando la mirada de mi hermanastra y beso la frente de mi padre quien baja el periódico para darme una sonrisa. ―¿Cómo durmió mi zafiro? ―Inquiere hacia mí. Me llama como uno de sus minerales favoritos. Tenemos un imperio multimillonario de joyería y minas de cuarzo ubicadas en nuestro país natal, siendo un mineral de lujo y costoso. ―Muy bien, padre…aunque, escuché un poco de ruido en la noche ¿Tuviste una reunión en tu despacho? ―Pregunto al recordar escuchar unas voces y pasos en el despacho de mi padre. Juliet y él se miran entre sí. Arrugo mi cejo. ―Los abogados de los Goldenblatt estuvieron aquí ―anuncia Shivani metiéndose a la boca un poco de frutas mientras sonríe. Mi padre la mira con dureza. ―¿Por qué estarían aquí? ¿Sucedió algo con el negocio de la tienda? ―Pregunto preocupada. Hemos negociado una nueva tienda exclusiva en la torre Goldenblatt, donde tienen tiendas departamentales de lujo y que les proporcionan miles de millones a la semana. Darcy Belmonte aclara su garganta, y sujeta la mano de Juliet. Comienzo a presentir que algo malo ocurre. ―Me están asustando ―murmuro. ―Vinieron a ofrecernos un negocio matrimonial ―anuncia mi padre. ―¿Para mí? ―Inquiere Shivani emocionada―. Dicen que el heredero es muy guapo y ardiente ―añade y la miro entornando mis ojos. Lo que menos dicen es eso, dicen que él es…un monstruo. ―Para la heredera legítima de los Belmonte, tú querida ―menciona Juliet hacia mí. Abro los ojos. ―No, no quiero ―espeto negándome―. Además, no lo necesitamos. Tenemos un imperio ―añado rehusada a la idea de casarme con ese monstruo. Me lo imagino encerrado en su alcoba, de tamaño enorme, luciendo y actuando como algo horroroso. Todos les tienen miedo, dicen que él no tiene corazón y que es despiadado. Me levanto de la silla, el hambre se me quita. ―Hija… ―dice mi padre y desvía la mirada de mí. ―¡He dicho que no! ―Exclamo renuente. Tiro la servilleta de tela a la mesa y Shivani se ríe de mí. ―Si ella no quiere; yo estoy dispuesta a… ―Haz silencio, Shivani ―Le calla su madre. Doy la vuelta y salgo del comedor con el corazón acelerado. Mi padre sabe lo que viví en el pasado, lo que tuve que sufrir…él no me obligaría a casarme con un hombre con esa fama, solo avivaría mis traumas. De solo pensarlo mis ojos se escuecen y la garganta insiste en crear el nudo doloroso por los recuerdos de ese hombre que manchó mi cuerpo con el suyo. Me vuelvo a bañar tallándome con fuerza los brazos mientras las lágrimas salen fugitiva de mis ojos. Se suponía que era mi novio, el chico que decía amarme…pero me jodió por completo. ** Dos días después… Bajo la escalera y escucho ruido en el despacho de mi padre junto con la voz desesperada de Juliet mientras que unas cosas caen al suelo y me sobresalto caminando a ese lugar, me asomo por la abertura de la puerta entreabierta y vislumbro a mi padre derrumbado en el suelo de rodillas mientras que Juliet trata de calmarle. A su alrededor el despacho está patas arriba. Tomo una bocanada de aire empujando la puerta y los ojos rojos de mi padre me observan. ―Necesito que seas sincero conmigo ¿Qué está ocurriendo? ―Exijo. ―Querida, es mejor que… ―intenta decirme Juliet, pero mi padre le asiente con la cabeza deteniéndole. Ella resopla acariciando la espalda de Darcy. ―Estamos a punto de perderlo todo, lo que los Belmonte han trabajo y forjado por tantos años…todo por un contador que nos ha desfalcado y hecho malversación con nuestros fondos, estamos en la mira de los lobos esperando a que nuestros restos sean mostrados a la luz…es cuestión de tiempo si no conseguimos una fuerte unión y dinero para levantarnos de esta incidencia ―manifiesta mi padre y doy un paso atrás con impresión por lo que me dice. ―¿Por eso es el matrimonio por convenio con los Goldenblatt? ―Pregunto suavemente no queriendo escuchar la respuesta que sé. ―Sí, Marlena ―responde y cierro los ojos botando el aire retenido. Las últimas palabras de mi madre resuenan en mi cabeza. ―Solo quieren a la primogénita Belmonte, la sucesora legítima de toda la descendencia y esa eres tú, Marlena Belmonte. Pero nos han dado un ultimátum si no aceptamos lo más pronto posible, nos iremos abajo ―dice y abro los ojos mirándole. Veo el desespero, la vergüenza y el dolor en su rostro de perder todo lo que nos representa. ¿De qué viviremos? ¿Qué sucedería con nosotros? ¿Él iría a la cárcel? Lo último me alerta «No puedo permitir eso» ―Recuérdame el nombre de mi futuro esposo ―demando sorprendiéndole. ―¿Lo harás, Marlena? ―Pregunta Juliet sorprendida. Trago con dificultad. ―Zaiden Goldenblatt ―anuncia mi padre―. Sabemos lo que dicen de él; no da entrevistas, no asiste a eventos con muchas personas, no hay fotografías de él en las plataformas digitales y tiene fama de ser despiadado, pero quizás solo sean rumores. A las personas les encanta inventar cosas sobre que es un monstruo encerrado en su mansión y que todos deberían de temerle…dudo que sea así ―añade no muy convencido. He escuchado peores cosas de ese hombre, de solo imaginarlo mi piel se eriza del pánico y el rechazo. Quiero gritar y llorar porque no deseo vivir un infierno al lado de ese monstruo billonario. ―Hija, no tienes que… ―Lo haré, padre, por mi madre. Ella hubiera hecho lo mismo por la dinastía Belmonte ―interrumpo y él me mira conmocionado. Decido salir del despacho y escucho su llanto a mi salida. Soy su pequeña, el reflejo que queda de su más grande amor; mi madre y el hecho de tener que sacrificarme, debe de ser doloroso para él. Corro a mi habitación pasándole por un costado a Shivani que me detiene sosteniéndome del brazo. ―¿Aceptaste? ¿No es así? ―Pregunta tajante. ―Sí… ―Eres una mojigata estúpida, debí de ser la futura señora Goldenblatt, no tú…la frígida de diecinueve años, sin gracia y con rostro de puritana. No eres lo que el gran Goldenblatt buscaría en una mujer, menos en una esposa. Maldición, no es justo, César de la Garza siempre tuvo razón sobre ti, que eres una… ―Detengo sus palabras dolorosas con una abofeteada fuerte. Mi cuerpo reaccionó sin más y no lo pensé dos veces. Ella se sujeta la mejilla que de inmediato se coloca en un color rojizo por la fuerza con la que le di la abofeteada. Mis ojos se brotan de lágrimas, pero eso se sintió tan…bien. ―En tu vida vuelvas a pronunciar ese nombre delante de mí ―gruño impotente. ―Pagarás por esto, las de tu clase deberían de estar de sirvientas de alguien como yo ―espeta amenazante. Sigo mi camino hacia mi habitación y suelto las lágrimas en cuanto me encuentro en el interior de esta, pego mi espalda de la puerta y mi cuerpo vibra por las acometidas del sollozo mismo que intento debilitar cubriéndome la boca. ** Unos pocos días después… Nikolai acaricia mis hombros mientras vislumbro mi reflejo en el espejo, estoy vestida de blanco con un vestido diseñado por él. Mi cabello café y largo cae en hondas resaltando igual que mi tez aceitunada y ojos marrones. ―Estás preciosa ―dice dándome una sonrisa. Nikolai es demasiado atractivo, si no fuera mi mejor amigo y le gustaran las mujeres; no dudaría en enamorarme de él. Ahora que lo pienso; no podré enamorarme de nadie más, si me casaré con ese monstruo. ―No era necesario el vestido, él ni estará presente para la firma de los documentos ―murmuro viendo sus ojos azabaches, barba oscura de días y piel morena brillante. Me guiña un ojo. ―Es tu boda, mi mejor amiga tiene que vivir por lo menos la experiencia del vestido blanco ―dice provocándome una sonrisa. ―¿Qué haría sin ti? ―Pregunto nostálgica. ―Te vestirías horripilante y Prada lloraría por eso ―dice haciéndome reír. Acaricia mi mejilla―. Estarás bien, si ese imbécil llega a hacerte daño, me encargaré de darle una paliza. Suplicará no haber nacido ―acota. Le abrazo aferrándome a su cuerpo mientras aspiro el aroma de su perfume en combinación a su vicio; el tabaco. ―Mi precioso zafiro ―dice mi padre. Me aparto de Niko y le veo muy entristecido. Sostiene mis manos y las acaricia―. Yo… ―Lo sé ―Le interrumpo. No sé cuántas veces se ha disculpado y lamentado por esto―. ¿Nos vamos? No hagamos esperar a los Goldenblatt ―menciono para no flaquear y huir lejos de una vez por todas. ―Está siendo muy fuerte y madura ―murmura mi padre hacia Nikolai a mi espalda. ―Es la maravillosa Marlena Belmonte ―le afirma Niko. Mi corazón golpea fuerte. ** Firmo los papeles con los abogados, los nuestros aprueban todo y oficialmente; soy la señora Goldenblatt, sin aún verle ni conocerle… Las puertas del tribunal se abren dándole paso a la baronesa de Grecia; Carmelia Goldenblatt, la abuela de Zaiden y la mujer más imponente de Seattle, todos lo de su familia son griegos, soy la primera mujer latina en convertirme en una Goldenblatt. Pero dudo que Zaiden sea un Dios griego, por algo no sale de su mansión de forma frecuente, no se deja fotografiar y es que, debe de estar deforme o ser demasiado horrendo. Me levanto ante la entrada de la mujer quien me detalla de arriba abajo junto a sus súbditos. Se quita los guantes de seda y me pide las manos. Se las doy dudosa. ―Supongo que eres Marlena Belmonte ―dice y asiento―. Necesitarás este anillo, todas las mujeres Goldenblatt tienen uno ―acota, uno de sus asistentes le entregan una caja de terciopelo rojo carmesí y en el interior se encuentra un anillo de diamantes; exuberante, ovalado y brillante. Podría decir que es natural de solo ver su corte irregular y eso lo hace más invaluable. Ella me lo coloca sin más en mi dedo calzando a la perfección. ―Es un honor conocerle ―digo finalmente. Me da una sonrisa apretada, pero su mirada sigue siendo fría. ―Solo agradece por haber salvado a tu familia de la ruina y danos un heredero lo más pronto posible. Empezarás con los tratamientos in vitro en los próximos días, te ves sana, así que, el bebé será sano. Es lo que importa y para lo que te has convertido en la señora Goldenblatt, por más que no nos guste el ligue de etnias. Los Belmonte tienen renombre en este país y en muchos más ―añade con su acento marcado. «Ella también es una migrante en este lugar ¿Quién se cree?» Me tenso por sus palabras que al final suenan despectivas. ¡¿Quién habló de embarazo?! A mí nadie me dijo eso…no tan pronto. Giro para ver a mi padre alarmada por lo que ha dicho esta mujer. ―Señor Belmonte, me la llevaré para que conozca a mi nieto ―anuncia sin más. ―Espere, baronesa…¿No cree que es muy apresurado lo del embarazo? Solo tiene diecinueve años y… ―Si no nos dará un heredero, no querremos nada. ¡Abogados! ―Exclama. ―¡No! ―Chillo deteniéndolos―. Está bien, padre. Daré mi mayor esfuerzo ―digo para satisfacer los oídos de la baronesa quien respinga su nariz y camina golpeando sus tacones. Me trago el nudo de mi garganta y abrazo a mi padre, Juliet también se despide de mí y miro a Nikolai para lanzarle un beso. Shivani me mira con odio desde su asiento y camino siendo guiada por los guardaespaldas de la baronesa, tengo mucho miedo. Mi corazón late más fuertes y temo que ese monstruo sea peor de lo que imagino. Subo al auto que nos esperaba a las afueras y bajo la vista a mi mano donde brilla el diamante de diez quilates con la marca Goldenblatt y mi oscuro futuro junto a mi esposo. ** Alzo la vista luego de salir del auto para vislumbrar el castillo porque la supuesta mansión está en la punta de la colina, rodeada de valle y tiene un aspecto algo tenebroso. Suspiro con mucha tensión sobre mis hombros, acomodo mi cabello y camino sobre mis tacones detrás de la baronesa que no se inmuta en mirarme o siquiera dirigirme la palabra. Los mayordomos nos dan la bienvenida y me observan con atención. El interior del castillo es todo lo contrario a su fachada, es algo moderno, con lujo, estructuras victorianas y colores neutros en sus decoraciones sin faltar el color oro en sus detalles como el barandal de la escalera inmensa en medio del castillo que divide el ala este con el oeste. Nos introducimos más hasta que abren unas puertas inmensas y dobles de roble pulido. Hay mucho silencio en cuanto a voces, pero hay ruido como de máquinas o dispositivos. «Diosito no me dejes sola» «Prada, escucha mis plegarias» ―Ahí está mi nieto ―dice la baronesa sin poder verle. Me asomo caminando y detengo mis pasos de golpe al no creer lo que veo. Un hombre sumamente atractivo, de cabello castaño claro, perfil de Dios griego y piel algo bronceada se encuentra acostado sobre una cama de hospital de alta tecnología y rodeado de máquinas chirriantes. Está inconsciente, totalmente dormido. ¿Mi esposo está en coma? ¿Cómo es eso posible? Las preguntas se me acumulan en la mente mientras que mis pulsaciones enloquecen en mi interior. El monstruo no resultó verse como uno, pero ¿Realmente será todo lo contrario a uno cuando despierte? Si acaso…¿despertará?
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