Li se acercó lentamente a Auster Mu, se sentó en el sofá y lo miró en silencio; mientras él dormía debido a todo el alcohol que tomó.
De hecho, tenía que admitir que el rostro de este hombre podía poner celoso a cualquier hombre en todo el mundo; sus ojos eran profundos y encantadores, sus cejas hermosas, su nariz recta como la de una escultura, su rostro era el mejor trabajo de un artista.
“¡No es de extrañar por qué Jaycee, esa pequeña ninfa, nunca lo olvidó!”, pensó inmediatamente Li, quien no pudo evitar extender la mano para tratar de tocar su hermoso rostro; pero de repente, lo escuchó murmurar nuevamente.
“Lo siento, no debí haberte tratado así... Jaycee... ¡Lo siento!", murmuró Auster Mu en su borrachera.
Al escuchar ello, la mujer dejó de moverse y sus ojos se fijaro
