Pasaron seis años desde el día de su boda.
El día más feliz de su vida, ya que su matrimonio había sido el más hermoso y envidiado por todas las mujeres del lugar. Pero como bien se ha relatado, había sido, ya que tres años después, en un ataque pirata, el señor Miller había sido asesinado.
Joanne apenas salió viva del lugar y desde entonces, vivió simplemente bajo el recuerdo de su marido. Todas las personas la llamaban la dama de hielo.
La anterior sonrisa de Joanne, sus ganas de vivir la vida, su alegría, todo se había disipado desde el mismo instante en el que Jacob Miller marchó de ese mundo.
Pero la frustración de la joven no terminaba en eso.
A pesar de todos los intentos, Joanne fue incapaz de concebir un hijo para su esposo, algo que jamás importó al marido. La quería tanto, que era capaz de adoptar a un bebé para que fuera su futuro heredero y la pelirroja estaba más que dispuesta a hacerlo, hasta ese horrible día en el que él la abandonó.
Aún recordaba ese día, el hermoso día en el que ella se encontraba triste y él la consoló.
Flashback.
Joanne caminaba por las playas cristalinas de la isla que su marido había comprado para ambos. Era su lugar privado, sólo allí tenían intimidad y podían pasar de todas aquellas miradas incómodas, ¿qué problema había con que Jacob sacara tantos años a Joanne?
A ellos no les importaba, ambos eran felices con ello.
El hombre se acercó hacia su lugar y la abrazó por la espalda, provocando una hermosa sonrisa en el rostro de la pelirroja.
—No quiero volver al mundo real —dijo la chica, apoyando la cabeza en el torso de su esposo—. Esa gente mezquina no me gusta.
—Yo tampoco lo deseo, pero señora Miller, usted tiene una responsabilidad para con esas personas que tanto la adoran —Joanne sonrió—. Se que todas son felices trabajando para ti.
—Y yo estoy realmente orgullosa de tenerlas bajo mi mando —miró fijamente el atardecer y agachó la cabeza—. Lo lamento, lamento ser una inútil, llevamos tres años casados y no he sido capaz de…
—Joanne —el hombre la volteó y vio lágrimas en los ojos de esta—. No quiero que llores. No importa que no puedas concebir, porque he llegado a una conclusión.
—¿Qué conclusión? —preguntó la chica.
—Quiero adoptar a un bebé —Joanne abrió la boca, impresionada—. Quiero que seamos él, tú y yo.
—Pero… —la chica tragó saliva—. No será sangre de tu sangre, tú puedes tener un hijo con otra, yo te dejaré y luego…
—No quiero tener un hijo con otra. Prometí serte fiel delante de más de cien personas, ¿qué valdría si no esa promesa? No valdría nada —ella comenzó a llorar—. Ese bebé será nuestro, aunque otra persona lo tuviera en su vientre, será nuestro hijo.
Fin del flashback.
Emily abrió las cortinas de la habitación de su hermana, que ahora se encontraba a oscuras, encerrada con una botella de brandy en sus manos.
Odiaba ese día, detestaba la idea de saber que su marido se había ido hace tres años y también detestaba que justo hoy fuera el cumpleaños de su sobrino menor. No quería verse obligada a ir a casa de su hermana con sus suegros y sus cuñados.
Todos esos niños revoloteando alrededor, le volvían loca también.
La chica suspiró y entrecerró los ojos, debido a la luz que de repente iluminaba la sala.
—Arriba —Joanne se volteó y siguió acurrucada en la cama—. Joanne, basta ya, levántate, es el cumpleaños de tu sobrino.
—Es el primero, no recordará que su amargada tía no está —contestó entre dientes—. Déjame sola, Emily, quiero dormir.
La chica suspiró y abrió las mantas de la cama de su hermana, se metió en ella y se acurrucó a su lado, abrazándola por la cintura. La chica colocó la barbilla en el hombro de su hermana menor y suspiró.
Ella sabía que para su hermana, era el peor de los días del año, pero tan solo intentaba entretenerla. Quería que el comportamiento frío de su hermana fuera cálido y su hermosa sonrisa brillante apareciera de nuevo.
—Joanne —susurró en su oído—. Con este ya son tres años desde lo ocurrido, ¿no crees que deberías cambiar el color de tu ropa?
—El n***o me sienta bien —bromeó como pudo la pelirroja—. Por favor, no me pidas que lo olvide.
—No te digo que lo olvides, Joanne —la chica suspiró—. Lo que te pido es que vivas de nuevo.
—Para ti es fácil decirlo —Emily sonrió.
—Supongo que tienes razón. El suicidio de mi anterior esposo me hizo bastante feliz —contestó la chica—. Gracias por convencer a papá para que me dejara casarme con él.
—Mataría por ti y lo sabes —dijo Joanne—. Haría cualquier cosa por mi hermanita.
—Soy yo la mayor y parece que lo eres tú —la hermana mayor rió—. Escucha, Joanne, quiero que estés en el cumpleaños de mi pequeño, así que por favor te lo ruego. Levántate y ven conmigo, no quiero que estés sola.
—Estoy borracha —se excusó la chica.
—No lo estás —la hermana mayor le quitó la botella—. Date un baño, te espero en la sala para ir a la casa de campo.
A regañadientes, la chica hizo lo que su hermana le pidió.
Sus sirvientas llenaron la bañera con agua tibia y jabón, ella se tumbó en esta pensando en la felicidad de Emily.
Era cierto, la mujer mataría por su hermana, era tan cierto que lo hizo.
Joanne sabía que su hermana no era feliz en su matrimonio, su marido era déspota y cruel. La maltrataba vilmente, tanto física como psicológicamente. No fue hasta pasados un par de años de su casamiento que se dio cuenta, ese día en el que la chica regresó a casa de su hermana, porque se había dejado su pañuelo en el lugar.
Joanne llegó al hogar de su hermana y vio cómo era cruelmente golpeada por ese monstruo que se hacía llamar marido. Por esa razón, ella siempre iba tapada de pies a cabeza, lo único que deseaba era ocultar las horribles marcas que ese demonio le dejaba al golpearla.
Recordaba ese día como si fuera ayer, jamás se arrepentiría de lo que había hecho.
Flashback.
El hombre respiraba entrecortadamente. No sabía dónde estaba, solo sabía que era golpeado por varias personas a la vez.
¿Qué habría hecho él para que le dañaran de ese modo?
Finalmente pararon y le sentaron en una silla. Unos pasos se escucharon, se acercaban a él que comenzó a temblar desesperadamente. Unas manos levantaron el saco que tenía en la cabeza y al mirar hacia arriba, observó dos ojos jades mirarlo fijamente.
—Tú —el hombre la miró furioso—. Puta —uno de los hombres que acompañaban a la pelirroja, le golpeó.
—Cuida tu vocabulario —Joanne sacó el pañuelo que un día dejó olvidado en casa de su hermana y envolvió el asa del revólver con él, para poder empuñarla sin dejar huellas—. ¿Duele que te golpeen? A Emily también le duele.
—Zorra —Joanne colocó el revólver en la sien del monstruo que tenía como cuñado.
—Cuando una persona ama a otra no se la pega, no se la insulta, simplemente se la hace feliz —la furia era notoria en sus ojos, algo que a Joanne le encantó ver—. Subidle y tapaos bien, puede que esto os salpique un poquito.
La chica apretó el gatillo, dejando sin vida al monstruo rubio de ojos verdes.
Finalmente, su hermana sería libre de su horrible infierno y podría ser feliz al lado de quien ella quisiera, pues sabía de sobra quién sería el marido de Emily.
—Haced que parezca que parezca un suicidio —dijo la chica—. Yo ya me ocupé de la carta de despedida.
La pelirrosa salió del lugar, ¿qué pasaba con ella? Había matado, sin embargo… se sentía liberada. Ella adoraba a Emily y por lo que un día su esposo le dijo, tenía que protegerla.
“Yo mataría por ti, mataría por los seres que amo”.
Así era, Joanne mató a alguien, pero solo lo hizo por amor hacia esa persona.
Fin del flashback.
Tiempo después, estaba arreglada y lista para viajar a la casa de campo de los Norton. La idea de ir hacia ese lugar no le agradaba demasiado.
El único consuelo que tenía, era que el menor de todos ellos estaba fuera. Desde hace unos seis años, el Norton menor no había vuelto a la ciudad, con un poco de suerte para el universo, habría encontrado a una pobre mujer que lo soportara.
Después de un largo camino, finalmente llegaron. Los niños de su hermana salieron de la casa rápidamente a ver a su tía.
El mayor tenía cinco años, era realmente maravilloso. Joanne y Thomas habían sido sus padrinos. Desde luego, era el favorito de Joanne. La mediana tenía tres años. Ella era tímida, tenía el pelo rojo oscuro y los ojos color n***o y rasgados, al igual que los de su padre.
Y finalmente, se encontraba el cumpleañero. El más pequeño con un añito de edad, era un niño realmente hermoso de pelo lacio y n***o. Sus ojos eran marrones y siempre sonreía. Su sonrisa era como la de Emily.
Entraron en la casa y la señora Norton las recibió cortésmente.
Ella siempre agradeció a Joanne por cómo se portó con ellos al dejar que Emily se casara con su hijo. Gracias a ello, tenían tres nietos maravillosos por parte de su hijo mayor y por parte del mediano, un pelirrojo hermoso de ojos negros.
—Hola, Joanne —la mujer la besó una vez en cada mejilla—. ¿Cómo te encuentras hoy?
—No demasiado bien, pero es el cumpleaños de mi sobrino —la chica puso una leve sonrisa—. Y su nuera me sacó a rastras de la cama.
—Ya veo —la mujer suspiró—. Ella siempre tan especial.
—Sí que lo es —Joanne siguió con su pequeña fingida sonrisa y caminó al lado de la anfitriona—. ¿Cómo te están yendo las cosas? —preguntó la mujer.
—Hasta ahora bien —Joanne suspiró—. Estoy centrada en los negocios de mi marido. Quiero vender una de las plantaciones, pero soy consciente de que muchos empleados perderán su puesto de trabajo, es por eso que no me decido.
—Siempre pensando en los jornaleros —la mujer suspiró, esa chica era realmente extraña—. El señor Miller siempre te tomó en cuenta, ¿no es cierto?
—Éramos un matrimonio, yo siempre estuve a su lado apoyándolo y cuidándolo. Siempre que me necesitó allí estuve y él también lo hizo —Joanne onrió, pero esta vez su sonrisa era verdadera—. Era verdaderamente admirable.
—Lo era —la mujer colocó una sonrisa amable en su rostro y caminó con ella agarrada del brazo hacia la sala.
Joanne se sentó en el sofá y comenzó a beber el té de hierbas que le habían servido. Era realmente sabroso. Le encantaba el té de la plantación de los Norton, su marido solía comprarlo.
Unas voces se escucharon a través de la puerta. Los niños gritaban, dirigiéndose hacia ella peleándose por abrir la puerta, eran verdaderamente extraños, pero a la vez divertidos y ruidosos.
Los niños comenzaron a gritar y a reír cuando la puerta se abrió, ¿su tío Michael? Seguro que había llegado con su niño y su esposa.
Finalmente, pocos minutos después Joanne vio entrar a un pelinegro de ojos color ónix y piel pálida. Había crecido, era más musculoso que la última vez que lo vio y por alguna extraña razón, ella se incomodó al verle.
Bueno, no era de extrañar, ya que la última vez que lo vio casi rozaba el orgasmo.
Al verla, el chico tragó saliva y dejó a los niños en el suelo, agachó un poco la cabeza y saludó a las mujeres con la mejor educación posible.
—Madre, señorita Davies —dijo él.
—Miller —murmuró Joanne—. Mi apellido sigue siendo Miller.
—Discúlpeme. Su hermana lo cambió cuando su esposo murió, pensé que usted lo habría hecho también —contestó seriamente—. Como siempre, es un placer verla —el chico colocó una sonrisa pícara en su rostro y los recuerdos de Joanne fueron a los de esa noche.
¿Acaso se reía de ella?
—Claro —contestó ella, ocultando sus pensamientos lo mejor que pudo—. Espero que pasemos un gran día junto a nuestro sobrino, señor Norton.
Thomas la miró con el ceño fruncido y salió de la sala a paso ligero. Joanne sonrió complacida. Si había una mujer con la que no se podía jugar era ella y estaba más que demostrado.
Poder, belleza, riqueza, Joanne lo tenía todo, pero lo que tenía más que nada era un corazón frío como el hielo.
Ningún hombre, por bello que fuera, podría romper sin más el vínculo que su marido y ella tuvieron un tiempo atrás y mucho menos un desvergonzado, que lo único que deseaba era reírse de ella.