Habían transcurrido ya varios días desde que Pedro comenzara a trabajar en el estudio jurídico de su padre. Se desempeñaba junto a Noelí García Redrado, una estudiante de la carrera de derecho muy capaz y una chica preciosa que desde el primer día en que la había visto le había quitado el sueño.
El trabajo había aumentado y por eso les dieron una oficina privada, una de las menores, en dónde podrían concentrarse lejos de ruidos o de cualquier clase de molestia.
Pedro había demostrado que era muy capaz, que conocía la ley y que además podía encontrar el apoyo que necesitaban para respaldar cada caso. Incluso se había vuelto muy hábil para comprobar cada dato que necesitaban.
Esa mañana se habían reunido desde temprano para ponerse de acuerdo. Tenían puntos de vista diferentes. Noelí era
