– Marjory – alcanzo a escuchar el grito de Isabela, en esa mesa es la única que dice algo sobre mi ausencia. Regreso a la mansión y miro de frente a Amelia que me mira cruzada de brazos con un gesto de odio, como si fuera mi culpa por haber salido al jardín cuando ella trató de advertirme. Aparentemente todo es mi culpa, yo le supliqué al destino que mi prima se perdiera en el jardín del castillo o que ella hubiera nacido tan hermosa como para cautivar a cualquier hombre y también pedí que el Duque Bastián fuera un hombre sin escrúpulos capaz de aplastar a cualquiera que se pusiera en su camino. Yo no pedí esto y si hay de verdad una diosa en el cielo, se está comportando como una perra desgraciada. ¿Por qué tengo que soportar todo esto? Si lloro ahora... No, no tengo tiempo para llo