Rebeca caminaba por las calles de su barrio, sonrió al mirar la camioneta al fondo de la calle, ajustó su falda de forma en que quedara mucho más corta, y profundizó su escote, mascaba goma sin parar, y subió, pero antes lanzó la goma al suelo, escupiéndola, al entrar, sonrió provocativa —Hola, papi. Denver le sonrió —Hola, bebé, ¡Me alegra verte! —¿A dónde vamos a ir ahora? —A ningún lugar, quiero que mañana vengas a esta dirección —dijo dándole un papel con una nota escrita, ella se mostró irresoluta —¿Para qué? —cuestionó intrigada —No preguntes, debes llegar temprano, y preguntar por esa persona, entrar por el área de servicio, ahí te informarán, te lo advierto, si no vas, te juro que no me volverás a ver nunca. —¡Iré! Lo haré —aseveró abrupta —Más te vale, toma —dijo sacand