No me costó nada instalarme en mi nueva habitación, lo único que sería sorprendente para mi, sería tener que dormir sola todas las noches, aunque confieso que no esperaba menos. Durante el día me sentí un poco impaciente, pero no era para menos, estaba un lugar completamente distinto para mi. El almuerzo fue algo extraño, al bajar no había nadie en la mesa por lo que tuve que comer sola. Después de estar en completo silencio, fui en busca de Camilo hasta su despacho, por cierto me tomé unos largos minutos en dar con el, la casa es gigantesca. —¿Señor no piensa almorzar?— Pregunté tan pronto entré al despacho. —Ahora no Anastasia… De echo mi familia y yo no almorzamos al mismo tiempo, todos tienen su hora de comer diferente— Respondió sin levantar la mirada del computador. —¡Lo entiendo