Rescatarte

1456 Words
Casi dos meses juntos, es una locura. Evidentemente, Maya consiguió un apartamento, pero cada vez el mío está más lleno de sus cosas. Sus propias locuras, por ejemplo: la puerta del balcón pasa abierta porque ha convertido el lugar en su oficina al aire libre y a veces cuando llueve u oscurece la encuentro leyendo metida entre las cobijas de nuestra cama. Hoy está lloviendo y mi novia está metida en la cama. ¿Novia? —¿Señor, a dónde cree que va? —escuché la voz de mi tía Sofía. —A casa. —Mi amor, necesitas una asistente. —Elige una—le pedí con un puchero que le hizo reír, mi tía se acercó al elevador conmigo mientras yo oprimía los botones y rio. —No me pagan para hacerte la vida más fácil, Emilio—me volteé y vi a mi tía con las manos sobre la cadera. Los dos sonreímos y me acerqué para llenarle de besos obviamente cargados de manipulación. —Tía… por favor. —¿Y si no te gusta? —La trasferimos—dije. —Todo sea por el amor y esa mujer que te tiene loco por volver a casa un viernes. —Todo sea por ella. —¿Es serio, Emi? —Mucho—reconocí. —Prácticamente, vivimos juntos y no quiero que se vaya, es … Nuevo. —¿Ves como no habías conocido al amor para tu vida? Yo creo y voy a seguir. Creyendo que ya conocí al amor, pero lo de maya es diferente, no porque la ame se borra la historia con ella. Nunca me he privado de intentarlo. Simplemente, no había llegado la persona que me hiciera querer todo y más. —No sé tampoco si Maya lo sea, pero, siento que ya estoy en esa etapa en la que no quiero sexo loco o mañanas incómodas. Quiero una esposa, y tal vez, dos hijos, la vida normal. Mi tía sonrió y me dio un abrazo fuerte. —Vete, yo la elijo a alguien. —Gracias. —¿Alguna especificación? —Que sea inteligente, tenga disponibilidad y rápida para hacer las cosas y aprender. —Entendido. Le di varios besos a mi tía Sofía y me lancé dentro del elevador de manera dramática. Ella rió y se despidió con un gesto rápido y un guiño de ojo. En cuanto tomé el auto fui hacia una floristería y una chocolatería, mi novia adora lo dulce, es increíble como puede pasarse el día comiendo esas cosas. Unos treinta minutos más tarde estaba en casa. El lugar estaba inusualmente silencioso, la encontré acostada en el sofá con los ojos llenos de lágrimas. Encendí la luz y me senté a su lado en el sofá antes de intentar despertarle con cuidado. —Hola, regresaste, debo parecer una floja —dijo mientras se incorporaba. —Lo siento, yo… no preparé la cena. —Dijo y se le escapó un sollozo. —Podemos cenar fuera. —Hoy no me siento… yo… Lo siento Emi. —¿Qué pasa, cariño? —Hoy es el cumpleñaos de Ismael. Le he llamado a felicitarle y ha llorado en el teléfono ha sido horrible, su hermana me ha gritado luego y su mamá me ha llamado, ella ha sido mi mamá los últimos años y es como si traicionara a mi familia, a la suya y a ti. Se siente horrible, yo… lo siento cariño. Le abracé, le intenté tranquilizar y le vi comer chocolates rellenos mientras lloraba y decía la gran desilusión que se ha convertido para todo el universo, no puede perdonarse de alguna manera y eso me duele. Me duele saber que no la pasa bien y que siente que no cuenta con nadie, me duele verla alejada de su familia, de sus amigos, de su pareja y sentir que es mi cuál es como si le estuviese quitando algo. Cuando finalmente logro que se tranquilice, su teléfono suena y ella lo toma, escucha a la otra persona en el teléfono y le pide que se tranquilice, que no llore, que por favor piense en lo que va a hacer. —¿Qué pasa, Maya? —Me hace una seña para que me quede en silencio y dice para la persona en el teléfono: —Ismael, voy a tomar mis cosas. Solo dime donde estás. Piensa en Mónica y María, tu hermana no va a perdonarse y tu mamá, es tu cumpleaños, por favor no hagas esto. Déjame ir y hablamos ¿sí?—pidió y los dos se quedaron en silencio. Ella tomó unas tennis y salió de casa mientras yo la seguía. Puso la llamada en silencio y dijo: —Va a matarse y es mi culpa, Emilio. ¿Qué quieres que haga? —Simplemente te estoy pidiendo no ponerte en riesgo por alguien que está notablemente inestable. —Es la persona con la que he compartido una vida y no voy a cargar con su muerte. ¿Si fuese Giovanna la dejarías ahí?—preguntó antes de subirse al auto. Maya se fue y yo subí a mi apartamento y durante las próximas horas recé porque ella estuviese bien y bebí una copa de whiskey que sabía a mierda. Le pedía a Arturo que si llegaba a saber de algún internamiento por intento de s******o o depresión me llamara. —¿Pasa algo? —El ex de la mujer con la que me acuesto ha llamado diciendo que se iba a matar. —Qué fuerte, el de la mujer esa a la que te ligaste en su despedida. —Qué cabrón eres. —Emilio, sabes qué es el problema real y lo vivo constantemente con Pao. —¿Qué? —Hay demasiada historia. A veces estamos peleados y su mamá me llama a preguntarme por un dolor en la uña y ya las cosas se arreglan o mamá va con Pao por un cambio de look y se me baja. Ser el tercero en una relación así es complicado porque nosotros sabemos que podemos dejarlo mañana, no hay un papel, no hay hijos, no hay siquiera propiedades de por medio, lo que pasa es que y el futuro que hemos planeado, la vida que hemos construido. Creo que si dejase mañana a Pao tendría que explicarle a alguien que cuando un paciente se muere, solo quiero acostarme al lado de Pao. —Lo entiendo y gracias por el consejo. También, gracias por llamarme zorra. —No lo eres. Emilio, eres digno de amor. Lo que pasa es que el amor con Maya suena complicado. —¿Cómo sabes tanto? —Tienes hermanos, muchos hermanos que hablan hasta por el culo, sin contar a Vale —Los dos reímos. —Te amo mucho y quiero que seas feliz y si sé algo te aviso aunque sea para que rompan mi confidencialidad. —Gracias. Entendía el mensaje de Arturo alto y claro. Lo he vivido. He estado en una relación significativa en la que valoras morirte en el segundo que esa persona se muere. Cuando Giovanna entró a casa con lágrimas en los ojos y los papeles del médico pensé que iba a decirme que estaba embarazada y me acerqué a ella y le dije que un bebé era lo mejor que podría habernos pasado, incluso si no era el momento. Mi mujer lloró entre mis brazos y me dijo que ella pensaba lo mismo, que seríamos padres, pero no era así, le tenían que realizar una histerectomía completa radical, porque tenía un cáncer de útero del tamaño del balón de fútbol. En esos días la única noticia que nos pareció buena era que sus ovarios no serían tocados, que podíamos guardar óvulos y congelarlos y tener hijos preciosos en el futuro o simplemente adoptar lo cual me parecía guay. Lo que pasa es que hubo una complicación tras otra. La histerectomía no fue suficiente, abierta en sala de operaciones me hicieron tomar una decisión, si sacarlo todo o no y no supe elegir e hice lo que me pareció correcto. Les pedí que no tocaran los ovarios y que esperaran que se despertara, aunque la posibilidad de que una segunda cirugía fuese desgastante para ella. Giovanna sentía que el útero era demasiado y que quitarse los ovarios era un castigo directo de Dios. Todos fue muy rápido o era muy tarde, pero la historia termina con que yo pierdo más que un órgano, si no, una mujer a la que amé como para renunciar a mi familia, a mis amigos, a mi carrera. Perdí el amor de mi vida. Mi celular sonó. Fui por el celular y escuché a Maya llorar. —Necesito que vengas por mí, por favor. —Dame la dirección—respondí.
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