El tiempo lo dirá

1234 Words
Tres años más tarde. Hay cosas que nunca cambian, por ejemplo estar bañándome bajo el sol, en una playa magnífica al lado de mis primos y hermanos, el problema es que Valentina lleva en el dedo uno de esos anillos de compromiso gigantes. Ellis está cargando a su hija más pequeña mientras su esposa carga al primero de sus hijos varones y en realidad los gemelos buscan la manera de volver a salir corriendo por la playa, Amanda su hija mayor está construyendo un castigo junto a Joy, el hijo de Logan, y Emiliano, mi hijo son asistentes de construcción en el castillo. . —¿Esos dos qué? —preguntó Arturo. —Esos dos están siendo mandados por Amanda —Respondí. —Solo que tardarán años en darse cuenta de que ese edificio es de la princesa y no del par de plebeyos. —¿Qué quiere ser Amanda cuando sea grande? —Cualquier cosa en la que pueda destruir sueños ajenos —Comentó su papá y los dos tuvimos que reír. —Ella no quiere volver a salir del agua —Comentó Arturo y les quitó a la niña para ir a la piscina. —Yo quiero un bebé. —¿Qué quiere, Ada? —No sé, pero yo quiero un micro humano. —Yo creo que no quiero más bebés —Comentó Marcela y Ellis rió porque habían pasado las peores noches con sus bebés in-vitro lo cual demostraba que el embarazo no es la parte difícil sino la paternidad en sí. Los dos sonrieron y se dieron una mirada llena de complicidad, amor, amistad y yo definitivamente quiero eso, no es tanto el bebé con el cual estaría agradecido, sino una compañera, caso a los cincuenta te empiezas a pensar si no solo es el momento de encontrar una pareja sino una persona que no le interese la dieta de manera superficial, sino porque quiere pasar los próximos cuarenta años de nuestras vidas de viaje, felices, a prendiendo, llenándose de emociones y aventuras. —Emilio, ¿quieres volver a ser papá? —No sé, depende de si estoy en una buena relación, me gustaría un hijo. No sé. Me puse en pie y fui hacia dónde jugaban los niños y les propuse una competencia, por lo que corrimos, hicimos tres vueltas canelas y dos vueltas carretas, los tres rieron cuando fingí caerme y se tiraron encima de mí. —¿Tío Emilio, tú tienes una novia?—preguntó Joy. —No. —respondí y le acaricié el pelo colocho y levemente rojizo. —¿Tú? —Tampoco. —¿Por eso Emi no puede vivir contigo? —preguntó Amanda. —Emi no puede vivir conmigo siempre porque vive con su mamá y su padrastro. —Yo no quiero vivir ahí. —¿Por qué enano? Mamá es tan dulce y te hace todas esas galletas. —Mamá y don Ismael pelean mucho. —¿Cómo le llamaste? —A don Ismael no le gusta que le llame papá ni que le llame Ismael porque es una falta de respeto. Logan, Ellis y Valentina tomaron a los chicos para meterles en lo profundo del mar. Yo regresé a la casa de playa y le escribí un mensaje a Maya: Hola, ¿crees que podamos reunirnos y conversar? Respondió unos minutos más tarde. Maya Claro. ¿Emiliano está bien? Emilio Sí, está con sus primos. Le envié una fotografía de los tres jugando unas horas antes en la playa y una de Emiliano sonriendo después de salir del mar. Mía mi cuñada se acercó con un cóctel y me lo dio. Antes de preguntarme si Emiliano solo podía asistir a actividades familiares conmigo o si en el acuerdo estaba que solo podían visitarle en mi tiempo. —¿De qué estás hablando? —El otro día, organicé una salida para Emiliano, Amanda y Joy. —Esperamos un buen rato y no lo llevó y el otro día mi hijo le preguntó si podían practicar karate el lunes antes del entreno, dijo que sí, pero nunca confirmó, incluso le escribí que no tenía problema de que practicaran en su casa y no me respondió siquiera. —No es así el acuerdo, su papá viene casi todos los viernes a comer con él o le lleva el cine y es mi tempo. —Los dos nos quedamos en silencio y Mía sonrió. —¿Sabes a veces los límites son confusos? —¿Cómo va la adopción de mi sobrina? —Es una locura, sin embargo, me muero porque nos la den. Mía y Logan han tenido que pasar por una adopción que parece no terminar, pero están tan enamorados de Pía, que parece lo correcto, pelear sin detenerse y de verdad que espero que pronto se la den porque mi hermano está loco y en una visita que va y otra que viene creo que la van a secuestrar. —Mía, ¿conoces un psicólogo infantil? —No, pero, puedo preguntar a Emma y fingir que es para un paciente. —Gracias. Aquella noche, mis sobrinos y mi hijo planearon una acampada en el interior de la habitación, mis hermanos y yo montamos una tienda de acampar con muchas linternas y almohadas. Yo les leí unos tres cuentos y no parecían tener ánimos de dormirse, así que después de un reñido: piedra, papel o tijera para elegir una película, la cual ganó Joy entre risas comenzaron a ver 101 dálmatas por vez 120000, porque es la favorita del pequeño. Les di un beso a los tres y les recordé que dormiría con la puerta abierta por si alguien sentía frío, se aburrían de acampar y quería una conversación nocturna, pero ya estaban muy metidos en la película. Me senté con una copa de Whiskey en el corredor a pensar en la conversación que había tenido con Leticia unos años atrás. El acuerdo no es malo del todo, puedo viajar por trabajo, puedo salir con mis amigos, ver al niño todo el tiempo que quiera, no me he perdido de ninguna actividad del kínder, pero en medio de toda la felicidad que he sentido, no he estado viendo la fotografía completa. Ismael no ha ido a ningún evento del niño y al principio pensé, lo tiene casi todos los días y lo mejor es mirarnos lo menos posible, sin embargo, qué tal si está abusando de mi hijo psicológicamente, qué tal, si no le interesa en absoluto el niño y su bienestar. Marcela se sentó a mi lado con una botella enorme de agua y un par de cobijas, me ofreció una y sonreí, luego le di las gracias y me cobijé. —¿Qué pasa? —preguntó. —Creo que no podemos seguir en modo pelea de custodia. —Emilio, no saltes, mantente quieto, la mejor estrategia de batalla es la que llega con sorpresa. —No sé qué hacer. —¿Por qué no dejas que tu cuñada favorita te ayude? —No voy a admitir que eres mi favorita porque Mía y yo somos amigos de tragos —Marcela rió. —¿No eres ultra feminista? —Soy ultra feminista, pero tu ex es una perra y considero que no está en posición de ser una buena mamá cuando pone en primer lugar a su marido. —¿Qué has visto? —pregunté. —¿Qué sabes que yo no, Marcela?
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