No tengo la menor idea de cuánto tiempo llevo sentada en este lugar, y en esta incómoda silla.
No he podido dormir y mi mente no ha parado de pensar en todo lo que sucedió esta noche.
Arca me pidió adelantarme y buscar un auto que nos ayudara a trasladar a Alondra al hospital, pero en el momento en el que me di la vuelta, escuché un ruido y dejé de sentir el olor de Ónix, así que me di la vuelta y regresé al lugar donde se encontraba Alondra, pero el pequeño claro estaba solo.
No había rastros de Arca o de Alondra y mucho menos de los lobos, solo podía observarse la sangre en el lugar donde se encontraba Alondra y los restos de huesos, carne y sangre de los tres cazadores.
No pude soportarlo durante más tiempo y empecé a devolver todo de mi vientre, hasta dejarlo vacío por completo.
“Nala, cuida a Alondra, Está en el hospital de la ciudad”
Me detuve al escuchar de nuevo la voz de Ónix, y estuve segura de que lo de mi consciencia solo había sido una tontería.
“No entiendo lo que está sucediendo”
Pensé, esperando obtener una respuesta que me ayudara a entender lo que sucedía.
“Te lo explicaré, te lo prometo”
La voz de Ónix al responder a mi pregunta logró tranquilizarme.
“¿Alondra está bien?”
“Eso espero”
Cierro los ojos y suspiro, al salir del bosque, lo que me costó un poco más de una hora caminando en la oscuridad, logré detener un auto y que me trajera hasta el hospital y ahora me encuentro en este lugar sin ninguna noticia sobre Alondra después de varias horas de espera.
— ¿Señora? Usted acompaña a la mujer que fue traída por un taxista ¿verdad? — Me quedo mirando a la enfermera.
Pensé que Arca había traído a Alondra, pero la verdad es que no estaba en el hospital cuando llegué.
Asiento y espero no equivocarme de paciente y que puedan darme noticias de ella.
— Alondra, se llama Alondra — Le explico con rapidez.
— ¿Y su apellido? — Me pregunta y me pongo nerviosa porque no conozco su apellido, creo que ni siquiera conozco el de Ónix.
— Gailards — Me vuelvo al escuchar a Luciano que se acerca con Ónix a su lado.
Se ve tan fuerte y tan masculino que debo contener la respiración y soportar las inmensas ganas que tengo de correr a sus brazos y besarlo hasta quedarme sin aliento y luego golpearlo hasta cansarme.
— Soy Luciano Gailards, el esposo de Alondra, ¿Cómo se encuentra? — Me vuelvo a mirar a la enfermera que me mira a los ojos por un momento y luego observa para todos lados, salvo para el nuestro.
Y de inmediato, mi corazón se oprime y siento la inmensa pena que la enfermera siente por nosotros, especialmente por Luciano, y comprendo que no vamos a recibir buenas noticias.
— Por el momento su esposa se encuentra sedada y estable, tuvimos que intervenirla de urgencia y esperamos que se recupere pronto — Dice la enfermera al parecer dubitativa.
Y la sensación de incomodidad aumenta en mi interior, pero estoy segura de que eso es lo que está sintiendo la enfermera.
— Puede decirnos lo que sucede, enfermera — Susurro y tomo la mano de Luciano, mostrándole que estaré a su lado, pase lo que pase.
— Siento mucho que no hubiésemos podido salvar al bebé, lamentablemente la señora Gailards fue herida en el vientre y su herida afectó al feto — Luciano aprieta mi mano con mucha fuerza y la desesperanza se apodera de su corazón y del mío.
— No lo sabías, ¿verdad? —Susurro y observo como Luciano se sienta en una silla y se lleva las manos a la cara.
— Y… ¿Y todo…? ¿Todo está bien? Alondra podrá… — La voz de Luciano se pierde en un susurro y mi mirada se detiene en la de Ónix que lo observa con fijeza.
— Señor Gailards, sé que esto no es fácil para usted y mucho menos para su esposa. Tuvimos que extraer su útero — Concluye y observo las lágrimas deslizarse por las mejillas de Lorenzo y la opresión en mi corazón se vuelve mucho más intensa.
— ¿No podrá ser madre? — Lorenzo se pone de pie y se acerca a la enfermera.
— Lo siento — La voz de la enfermera suena impersonal, pero sé que siente pena por Alondra — Señor Gailards, la policía vendrá a hacerle algunas preguntas, su esposa sufrió heridas con arma blanca y la policía ha abierto una investigación ¿Estaba usted con ella? — el tono sospechoso de la enfermera altera a Lorenzo.
De inmediato los nervios hacen presa de mí, no sé si Lorenzo va a mencionarme y si la policía me pedirá que declare, espero que no lo haga porque me cuesta mucho mentir y no tengo la menor idea de cómo podría explicar todo lo que sucedió.
— Mi esposa es sonámbula e imagino que salió de casa y en realidad no podría decirle lo que ha pasado, me encontraba fuera tomando unas copas con mi amigo — Lorenzo señala a Ónix que asiente de inmediato.
— ¿Cree que pudo ser atacada? Ella solo llevaba una camiseta masculina— Mis mejillas se calientan al recordar la imagen de Alondra desnuda en el bosque.
— Es con lo que suele dormir — Responde Lorenzo y la enfermera asiente y se retira de inmediato.
— No sabía que esperábamos un hijo y ahora ella no podrá ser madre cuando ha sido su mayor anhelo — Susurra.
Ónix, en silencio, se sienta a un lado de Lorenzo y yo lo hago en el otro.
— Ella pensaba que algo estaba mal con ella porque no se quedó embarazada de inmediato cuando nos casamos, decía que mis padres la juzgaban y pensaba que había fallado como mujer — Continúa con mucha calma.
— Existen muchas formas de ser padres, la tecnología ha avanzado demasiado, Luciano, estoy segura de que podrán lograrlo — Le digo intentando devolverle un poco de esperanza.
Un incómodo silencio se instala entre los tres, Ónix no ha dicho nada en lo absoluto y tengo la impresión que el hecho de que Luciano se sienta mejor, depende de mí.
Me levanto al escuchar mi teléfono, no quiero molestar a Luciano y la mejor amiga de mi hermana no es muy paciente.
— Hola, Loretta ¿Puedo ayudarte en algo? — Me alejo de los dos inmensos hombres que se encuentran en el pasillo atrayendo la atención de todas las mujeres que se encuentran en este lugar, incluidas las enfermeras y médicos.
“Nala, cariño. Soy Rommel, La dulce Loretta está conduciendo ¿Estamos a punto de llegar a tu casa?”
Sonrío al escuchar la voz del mejor amigo de mi hermana.
— Rommel, lo siento. Lo había olvidado por completo — Han pasado tantas cosas en tan pocos días que he logrado organizar nada.
“No te preocupes, cariño. Ahora dinos donde te encuentras y estaremos enseguida contigo”
No sé qué decirles con todo lo que he descubierto sobre Ónix y las personas de su pueblo.
— Rommel, de verdad lo siento. En este momento me encuentro en el hospital y …
“¿Qué te ha pasado, cariño? No me digas que la bestia del bosque te ha atacado a ti también”
Me siento mal de inmediato al escuchar el miedo en la voz de Rommel.
— No te inquietes, querido. Estoy bien, solo estoy con una amiga — En segundos me quedo con la mano vacía.
— Nala no necesita de la ayuda de ningún imbécil, ella está conmigo — Ónix cuelga la llamada y yo me vuelvo a mirarlo.
No puedo creer lo que acaba de hacer, ha tomado mi teléfono, ha insultado a Rommel y le ha colgado a la cara.
— ¿Quién diablos te crees? — Me acerco a él e intento empujarlo con toda la fuerza de la que soy capaz — ¡Mierda! Eres una puta roca — Grito frustrada.
— Vamos — Ónix me toma del brazo y me lleva hacia la salida.
— ¡Suéltame! No quiero que vuelvas a tocarme — susurro con los dientes apretados — ¿Dónde está Luciano? — Pregunto al darme cuenta de que no se encuentra en el pasillo.
— Le han permitido acompañar a Alondra — La furia contenida en la voz de Ónix me llena de ira.
Él entrelaza nuestros dedos y mi cuerpo se estremece.
Grito en mi interior porque soy una fácil, que no puede resistirse a un mísero toque de sus sublimes dedos.
— Te he dicho que me sueltes — Le grito a Ónix antes de que libere mi mano en el momento que llegamos a una pequeña y solitaria calle al lado del hospital.
— ¿Quién es ese tipo? — Me pregunta con los dientes apretados y una mirada incendiaria.
— ¿Cómo te atreves a preguntarme algo? Si lo único que has hecho desde que nos conocimos hasta ahora ha sido mentirme. Una mentira tras otra, sin cesar, sin pensar en como puedo sentirme — Dejo de gritar cuando una gruesa gota de agua golpea mi rostro — ¡Puta vida! — Estoy muy nerviosa y estresada y necesito respuestas.
— Nala, no tienes ni idea de lo que estás hablando — Las gotas se vuelven más persistentes y la lluvia empieza a mojarnos por completo.
— ¿Estás hablando en serio? Dime en realidad quién eres, Dímelo Ónix y deja de tratarme como si yo fuera una demente — Estoy empapada y el frío comienza a ser una molestia.
— Nala, estás empapada. Vamos a volver a casa y luego hablaremos — Me dice, intentando calmarme, como si yo fuese una niña pequeña.
— Deja de hablarme como si fuese una estúpida y respóndeme — Lo vuelvo a empujar y me quejo al sentir dolor en mis nudillos.
— ¡Nala! ¡Cálmate! — Sus brazos rodean mi espalda y me cierra contra el suyo.
Lo huelo y me pierdo en su increíble aroma. La lluvia continúa cayendo inclemente sobre nosotros y yo cierro mis manos en puños a cada lado de mi cuerpo. No quiero abrazarlo o ceder ante él, así me muera por hacerlo.
Sus manos se deslizan por mi espalda y en segundos siento el frío casi gélido del muro contra el cual Ónix me ha apoyado, mientras toma mi cuello con su mano y se apodera de mi boca sin darme tiempo a reaccionar.
A pesar del frío y de la lluvia, siento el calor de su cuerpo y la calidez de su lengua, arrasando con todo a su paso en el interior de mi boca.
Suspiro y me muevo buscando su contacto, mientras mis labios se dejan llevar por el sabor su boca y respondo a su beso de manera descontrolada.
Ónix levanta mis piernas y mi cuerpo golpea contra el muro mientras siento como se desplaza hasta que mi pelvis hace contacto con la suya.
Mis manos traviesas e inquietas aprietan sus glúteos y siento la potencia de su erección contra mi centro.
— ¡Oh por Dios! — Gimo.
Mi cuerpo se estremece y tengo la impresión de que una lava de fuego se adueña de mi ser.
Entrelazo mis piernas y presiono su cuerpo contra el mío, escucho su gruñido y el fuego en mi interior aumenta. Estoy tan excitada que podría desnudarme en este lugar, a plena luz del día, y no opondría resistencia.
Nuestro beso continúa y siento como Ónix abre sus piernas un poco más. Gimo al sentirlo crecer y me pregunto si es posible que sea más grande de lo que ya lo es.
Mi mente se dispersa y vuelvo a nuestro último encuentro, cuando lo tuve en mi boca y me perdí ante el placer que obtuve con la suya y detengo mis movimientos al ser consciente de lo que estoy haciendo y del lugar donde estamos.
— ¡Detente! — Susurro, esperando que Ónix me haya escuchado, pero al parecer, ese no ha sido el caso — Ónix, he dicho que te detengas — De inmediato mis pies son liberados y siento el frío suelo bajo ellos.
Cierro los ojos e intento respirar con tranquilidad, el aire frío me azota en el momento en el que el cuerpo de Ónix se aleja del mío.
Su olor y su calor se alejan, abro los ojos para descubrir el grande y musculoso cuerpo del hombre que altera todas mis fibras nerviosas, dirigiéndose hacia la avenida.
— ¡Ónix! — Grito para hacerme entender sobre el ruido de la lluvia y trago con fuerza cuando él se detiene. — No soy estúpida, sé lo que eres — Continuo gritando mientras me abrazo a mí misma y apoyo mi excitado y furioso cuerpo contra el muro.´
Ónix no dice nada en absoluto, ni se mueve del lugar. Sin embargo, puedo notar la forma en la que su espalda se tensa y como aprieta sus manos en puños.
— Eres un alfa ¿No es así? El dueño y señor de la manada Guardianes de la luna, el heredero del alfa Orión. Un auténtico hombre… — Mis palabras se atoran en mi garganta cuando observo la mirada resplandeciente de Ónix a solo unos centímetros de la mía.
Todavía sigo impresionada por la velocidad en la que se movió y de nuevo aprisionó mi cuerpo contra el muro, estoy segura de que lo hizo antes de que yo pudiera al menos parpadear.
— ¿Y qué piensas hacer al respecto? — Me pregunta, en el momento que escuchamos el claxon de un auto.
— Nala, cariño ¿Eres tú?