Capítulo cuatro: Señales

1331 Words
Nala — ¡Detente! Mi corazón late con tanta fuerza que tengo miedo de enfermar en este lugar. Me he detenido ante la hipnotizante y potente voz del hombre que ha asesinado a mi hermana y no tengo la menor idea de por qué lo hice, por qué me he dejado controlar de esta forma y por qué mi cuerpo se estremece y arde ante su presencia. Me desperté en la casa del asesino y me obligué a pensar que no podía haber sido él, porque aunque no lo recuerdo muy bien, creo que mientras mi hermana era atacada, él llegó a protegerme. Sin embargo, todo fue tan confuso y todavía no tengo claro lo que sucedió anoche, que en este instante, hasta dudo de mí misma. Al estar en su casa y al tenerlo tan cerca, solo podía pensar en correr hacia sus brazos y en dejar que todos mis problemas fueran absorbidos por su fuerza y por su calor; lo que no tiene ninguna lógica, no conozco a este hombre y podría ser el asesino de mi hermana. Debo estarme volviendo loca, porque estoy segura de que anoche y en este mismo momento, al estar cerca de él, un olor amaderado, como el pino mezclado con la humedad de las hojas después de que cae la lluvia en el bosque, invadió e invade mis fosas nasales. Y es extraño, porque nunca antes había podido detallar de esa manera el olor de una persona, ni siquiera sabía qué podía hacerse ¿Me estaré enloqueciendo? Respiro de manera superficial, nunca me había sentido de esta manera frente a un hombre, que me ha paralizado con tan solo una frase. Mis manos sudan y mi garganta se reseca y no puedo dejar de pensar en su cara, con trazos fuertes y predominantes, como las caras que escogen los pintores, con nariz romana y la mandíbula masculina y marcada, cejas pobladas y oscuras al igual que su cabello un poco más largo de lo que estoy acostumbrada a verlo en los hombres que me rodean. Su cuerpo en extremo alto, fuerte y masculino, como una versión más musculosa, prepotente y orgullosa de un dios griego y sus velludos brazos que podrían envolver mi cintura con pasión, o tomar mi cuello y quebrarlo en segundos; me hacen reflexionar sobre lo loca y perdida que estoy. ¿Quién en su sano juicio se siente excitada por un hombre que acaba de conocer y que seguramente es el asesino de su hermana, que solo hace algunas horas se desangraba en medio del bosque? — No he asesinado a tu hermana, ya te lo he aclarado — Murmura con voz grave, la increíble estampa de dios romano musculoso que tengo frente a mí. Y mi corazón se acelera un poco más y yo solo quiero creer en lo que me dice; es tan lindo que no me lo imagino como un cruel asesino, el asesino de mi hermana mayor. Anoche, ella fue destrozada y dejada a un lado como si su cuerpo solo fuera un despojo y recordarla me hace sollozar, al sentir un fuerte dolor en mi pecho. — Estabas hablando de mí, dijiste que podrías destrozarme — Le digo rememorando su conversación con el otro hombre y joven. Él se acerca a mí y su mirada penetrante me envuelve y de inmediato siento la humedad deslizándose tibia entre mis piernas y como mi centro palpita anhelante, me muerdo mi labio inferior y cierro mi mano izquierda contra mi vientre, intentando conservar la calma. — ¿Acaso no te has visto y me has visto a mí? Podría quebrar cada uno de tus huesos — En realidad, él es muy grande, tanto que de solo imaginarme entre sus brazos me siento diminuta y frágil, algo que en realidad no soy. Pero a pesar de lo que diga, por un absurdo momento, quiero sentirlo, invadiendo mi interior, tomándome con fuerza entre sus brazos ¡Por Dios, debo concentrarme! — ¿Quién asesinó a mi hermana? — Pregunto, dándole el beneficio de la duda. — No lo sé, solo tuve tiempo de rescatarte — La seriedad de su respuesta disminuyen mi duda y lo miro impresionada al sentir por un segundo, que podría confiar en él. Es extraño, porque quiero creerle, con los ojos cerrados y dejar que haga lo que quiera de mí ¿Cómo puede un extraño hacerme sentir de esta manera? Mi mente no se atreve a aceptar que una persona tan hermosa, pueda llegar a ser tan cruel y aberrante. — ¿Por qué estabas en ese lugar? — No quiero dejarme llevar por las apariencias, por fortuna, una pequeña parte de mi cerebro parece que todavía funciona. Mi hermana ha sido asesinada de la forma más cruel y brutal que puede existir y yo podría estar dejándome seducir por su verdugo. — Porque quería atrapar al asesino. Si fuese lo contrario, no estarías en este lugar — Mi cuerpo vuelve a estremecerse y me abrazo intentando calmar la sensación de desasosiego que me invade de improviso. La persona que asesinó a mi hermana no tendría compasión de mí, de eso estoy segura. Y, sin embargo, sigo con vida. — Yo… solo quiero volver a mi casa y enterrar a mi hermana — Le digo. El estremecimiento en mi cuerpo aumenta, como si estuviera a punto de morir de frío y solo él fuese mi fuente de calor. Levanto la mirada y descubro que de alguna manera nos hemos acercado un poco más y que me muero por encontrarme entre sus brazos. — Vas a volver, te lo prometo — Me dice el magnífico hombre del cual no conozco ni su nombre, pero a quien, por alguna extraña razón, no temo. Él extiende su brazo derecho y como si estuviera siendo víctima de un hechizo o de una hipnosis, me acerco y tomo su mano. Siento el calor de su cuerpo y como si una descarga eléctrica invadiese el mío, el frío desaparece, con solo un mínimo contacto ha calentado mi cuerpo y mi alma, la sensación de soledad y desasosiego ha desaparecido y mi corazón y el centro de mi ser palpitan al unísono. Mi garganta se reseca y solo deseo sentir su lengua apoderándose de mi boca con potencia y sus brazos cerrando mi cuerpo contra el suyo. Entre abro los labios y trago con fuerza, tiemblo, tiemblo muchísimo, pero solo lo hago por la anticipación, porque por dentro la lava se está apoderando de mí y cada poro de mi ser solo quiere perderse entre sus brazos. La sensación es tan intensa, que mi razón no logra oponerse. El brazo del magnífico hombre se cierra en mi cintura y ahora sí podría afirmar que voy a morir, por la exagerada manera en la que late mi corazón. ¿Acaso es a esto a lo que llaman un flechazo? ¿A la sensación de ahogo, de falta de oxígeno y a la idea de que no puedes continuar respirando si sus labios no tocan los tuyos? Su mano se desliza por mi mejilla y desciende por mi cuello deslizándose hasta el valle de mis senos, donde mis pezones erectos gritan por su toque. Trago con fuerza y contraigo mi vientre y mi pelvis al volver a sentir una descarga de calor apoderándose de todo mi ser, y por un segundo el pensamiento de que podría estar enfermando llega a mi mente. ¿Acaso él tiene fiebre? Aunque a su lado creo que puedo estallar en llamas, sin sentir ningún tipo de remordimiento. Me inclino y deslizo mis manos por su cintura, pego mi cuerpo al suyo, sintiendo su dureza contra mi vientre y mi mirada se concentra en la suya, oscura, intensa, y me siento perdida y segura de que sin siquiera besarme, ya lo ha tomado todo de mí. Su cabeza desciende y mi corazón se acelera, siento su aliento cerca a mis labios y suspiro entreabriéndolos, preparándome para su ataque.
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